De estrella a asesino convicto. Aaron Hernández, un vez un jugador de los New England Patriots, se suicidó en prisión tras ser condenado de homicidio. (Foto: Reuters)
De estrella a asesino convicto. Aaron Hernández, un vez un jugador de los New England Patriots, se suicidó en prisión tras ser condenado de homicidio. (Foto: Reuters)
/ POOL New
Czar Gutiérrez

De padre portorriqueño y madre italiana, la vida del ala cerrada de los legendarios Patriots de New England, el estadounidense (1989 – 2017), fue corta, exitosa y trágica. Un año después de alcanzar la gloria firmando un contrato por 12.5 millones de dólares sería encontrado culpable de asesinar al novio de la hermana de su prometida. Condenado a cadena perpetua, se ahorcaría en su celda. Exámenes a su cerebro determinarían que padecía encefalopatía traumática crónica, que altera la conducta a causa de los múltiples golpes en la cabeza que reciben los jugadores de fútbol americano. Todo lo cual aparece en la serie documental de “La mente de un asesino: Aaron Hernández".

A pocas horas del espectáculo deportivo más grande de los EE.UU., su influjo desborda los estadios e impacta en el cine, las letras y otras artes. El streaming, también, está poblado de las proezas que ocurrieron en ‘el gran tazón’ desde 1967. Todo debidamente sazonado con historias de superación personal en una iglesia bautista (”Enfrentando temores”, 2006), la impetuosa lucha de tres mariscales de campo de la escuela secundaria para salir adelante (“QB1: Beyond the Lights”, 2017) y un documental dedicado a informar cómo las universidades crean programas deportivos en comunidades deprimidas para rehabilitarlas y descubrir algunas estrellas de la NFL (“Last Chance U”, 2016)

“Ganar no lo es todo, es lo único”, sentenció. También dijo: “Nunca he perdido un juego, solo no tuve la cantidad de tiempo necesario para lograr la victoria”. Y luego: “El único lugar donde el éxito está antes que el trabajo, es en el diccionario”. Era un motivador nato, sin duda. Uno de esos hombres capaces de voltear un partido inmediatamente después de inocular un puñado de palabras poderosas en el corazón de sus pupilos. Ahí están sus récords: 105 partidos ganados, 35 perdidos y 6 empatados. Y en playoffs logró la asombrosa cifra de 9 a 1.

Ese fue Vince Lombardi (1913 – 1970), ganador de los dos primeros Super Bowls entrenando a los Green Bay Packers, ícono del fútbol americano y personificación del espíritu combativo que caracteriza esa mezcla de rugby y soccer, juego electrizante capaz de paralizar Norteamérica y otros continentes. Impuso una disciplina de hierro, es verdad. Pero también fue ese adelantado que respetó a los jugadores homosexuales y desafió abiertamente las leyes segregacionistas de Jim Crow al romper la barrera del color en el fútbol. “Yo no veo a mis jugadores como negros o blancos, sino como verdes”, dijo, saldando inteligentemente el asunto con el color de los Packers.

Fue por eso que Al Pacino, Jamie Foxx y Cameron Díaz no dudaron en alinearse con el director Oliver Stone para filmar “Un domingo cualquiera”, cinta inspirada en Lombardi, leyenda cuyo nombre terminaría dando vida a la copa del Super Bowl, 23 cm. de altura y 3.2 kg. de plata pura. Será precisamente esa mística de superación, perseverancia y otros valores los que queden perpetuados en la ingente cantidad de películas que ese deporte inspiró, empezando por la traviesa comicidad de “Pequeños gigantes” (1994), un grupo de niños que en base a tesón consiguen derrotar a los más grandes y abusivos. Bajo esos mismos preceptos se imponen a la adversidad “Jerry Maguire” (1996) y la banca de suplentes de The Sentinels, que a causa de una huelga de los titulares transportan a su equipo desde el sótano de la tabla hasta el ‘play off’ en ese canto a la resistencia llamado “The Replacements” (2000).

Situado en ese afilado vértice de los años 70 —asesinatos de Luther King y Robert F. Kennedy, Guerra de Vietnam, revolución sexual y un naciente ‘black power’—, “Remember The Titans” (2000) recrea el drama de un equipo que debe debutar en las grandes ligas como racialmente integrado. Denzel Washington, Will Patton, Kate Bosworth y Ryan Gosling componen la indispensable paleta multicolor que incide directamente en el problema de la segregación en una pequeña comunidad dividida entre blancos y negros que lograrán reconciliarse, para variar, gracias a un trabajo de motivación y entrenamiento riguroso hasta alcanzar la armónica racial.

Una tragedia similar medirá la resistencia de Odessa, el deprimido pueblo de Texas cuyo exitosísimo equipo de futbol de secundaria, los Permia Panthers, se convierte en un fenómeno de masas con trascendencia extradeportiva (“Friday Night Lights”, 2004). Como dramática será la historia de superación del jugador afroamericano Michael Oher (“The Blind Side”, 2009) o la ‘reconstrucción’ de los Cleveland Browns en base al astuto fichaje de piezas claves de sus rivales (“Draft Day”, 2014). Fresco tan sentimental como inverosímil, la película terminó siendo una especie de infomercial de la National Football League (NFL) enfrascada en conflictos laborales y escándalos a causa de la encefalopatía traumática crónica.

La gravedad del asunto, puesta sobre el tapete en un explosivo informe que Jeanne Marie Laskas publicara en la revista GQ (2009), causó gran revuelo a partir de la muerte de Mike Webster, jugador de los Pittsburgh Steelers que sería una víctima más del daño cerebral al que estarían expuestos la mayoría de jugadores de fútbol americano. Con el descubrimiento de otros tres ex jugadores fallecidos y el suicidio de uno más, “Concussion” (2015), producida por Ridley Scott, devino en la respuesta cinematográfica más contundente: un patólogo forense nigeriano se enfrenta a la poderosa NFL y desvela toda “La verdad oculta”, que es como se tituló en español.

Y si el cine parece haber saturado las historias centradas en el deporte más popular de los Estados Unidos, literariamente hay vastísimo material para fanáticos acérrimos, voyeurs de camerino y jugadores ficticios que entran al gramado solo para conquistar a mujeres que detestan a los deportistas musculosos. Sal Paolantonio se desmarca de ellos y en “Cómo el fútbol explica América” (2008) narra cómo los vaqueros crearon un juego que se parece a su marcha por el continente, cómo evolucionan las reglas en favor de la acción dramática, la posición heroica de mariscal de campo y el linaje militar del general Douglas MacArthur en paralelo con los mejores directores técnicos de la NFL.

Institución que al decretar que en ese juego tan violento y peligroso “los jugadores no sufren golpes repetitivos regulares sobre el cerebro”, lo único que hizo fue gatillar una serie de estudios neurocientíficos que demostraban exactamente lo contrario. En “League of Denial” (2013), los galardonados reporteros de investigación de ESPN Mark Fainaru-Wada y Steve Fainaru relatan los trágicos destinos de estrellas como Mike Webster y exponen lo que se oculta a través de entrevistas exclusivas, documentos no revelados y correos electrónicos privados. Un golpe certero en el corazón de una crisis que amenaza el fútbol con su azote mortal.

Desde la orilla opuesta, Zack Moore desvela una serie de datos históricos que ilustran la construcción exitosa de los equipos que ganaron el Super Bowl en la era de la capitalización (1994-2016). Desde la recolección de cada dólar hasta el estudio biográfico de cada jugador para equilibrar su valor límite con la producción en el campo de juego, de cara a amalgamar formaciones sostenibles y competitivas que no ganen partidos sino campeonatos. Así, “Caponomics” (2018) termina combinando estadísticas, estrategias y filosofía de entrenamiento para una mejor comprensión de un fenómeno que no solo compromete la parrilla de juego sino también la nación en la que prospera.

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