Ivana y yo nos conocemos hace casi 15 años. Tal vez ella no lo recuerde, pero hemos compartido divertidos karaokes en la casa de amigos que tenemos en común. Una vez me sorprendió verla llegar con un enamorado poco agraciado. No era un muchacho feo pero ella es tan bonita que a su lado resaltaba la diferencia.
Imaginé que sería un hombre inteligente, divertido, coqueto, entrador, conversador, cariñoso o buen cantante. Algo por lo que ella se hubiera enamorado con locura más allá del físico, pero en ese momento no resaltó en nada especial.
Ahora veo a Ivana más seguido y hemos entablado cierta amistad. Sé que la relación con ese chico no prosperó, porque está casada con otra persona con quien tiene tres hijos. Ivana sigue bella y ahora que la conozco mejor creo que cuando se mira al espejo no ve lo mismo que nosotros.
Siempre nos cuenta que su esposo babea por Millet Figueroa y que cuando la ve en televisión dice cosas como “esa sí es una mujer” o “quiero conocerla” y ella se enoja. Hasta ahí todo normal, seguro que la mitad del Perú ha vivido la misma escena. Pero lo que no me convence es que su esposo siempre le lance comentarios negativos sobre su físico. No lo entiendo.
Desde que cumplió 40 años, el esposo de Ivana la presiona para vaya al gimnasio, pero no porque esté preocupado por su salud o para que tenga un espacio de diversión: le dice que ya se le nota el paso del tiempo. Y les aseguro que eso no es verdad.
Un día –según ella, para convencerla– le alertó que en el gimnasio al que él iba había muchas mujeres con buen cuerpo, no como ella cuyo trasero se estaba “descolgando”. Además le hizo notar que le estaba saliendo celulitis y que sus várices se veían horribles. Ella dice que todo es en broma y que también le responde y que se matan de risa. Para mí eso no es divertido: creo que es una agresión directa.
Si tu esposo no te halaga, ¿quién diablos lo hará entonces? Es obvio que el primer gancho cuando empiezas a salir con alguien es el físico pero este –por si acaso- se deteriora indefectiblemente. Así que pretender o exigir que tu mujer sea la misma que cuando la conociste es una tortura.
No me atrevo a decir qué hay detrás de sus palabras pero cada vez que escucho el nuevo “chistecito” que le lanzó, me enoja. A veces pienso –quiero que así sea- que Ivana solo nos cuenta estos episodios para desahogarse y que en la intimidad su esposo le dice que es hermosa. Que no importa así tenga un moño mal hecho en la cabeza o que recién se haya levantado de la cama, siempre se verá bella. Que ama la forma cómo lo mira, que es una extraordinaria madre, que sin ella no podría vivir. Que admira cómo se encarga sola de la casa, trabaja y no descuida a su padre viudo. Que es divertida y que cuando quiere puede ser tan sexy como Millet porque -sin duda- ella es mucho más bonita que la modelo.
Ivana, ¿qué pasaría si la próxima vez que tu pareja se burla de tu cuerpo, le dices con firmeza que no te gusta que lo haga? Y mirándolo a los ojos le explicas que te está ofendiendo y que no lo vuelva a hacer. ¿Por qué no lo intentas? No debemos permitir que nadie nos haga daño, ni de broma, menos aun si se trata del que será tu compañero para toda la vida.