Verónica Linares: "El muro que nos separa"
Verónica Linares: "El muro que nos separa"

Hace unas semanas estuve paseando con mi familia por Arequipa. En la noche, luego de que Fabio se quedara dormido, fui con mi esposo a un restaurante que nos habían recomendado. Era tal el éxito del lugar que había que hacer cola para ubicarse en una mesa. Mientras esperábamos, entablamos una conversación con otra pareja. 

Se trataba de unos arequipeños que estaban de visita en su ciudad, pues hace 20 años –cuando eran enamorados colegiales- decidieron irse a vivir a Estados Unidos, escapando de la incertidumbre de los 90. Si bien no empezaron de cero, pues viajaron con becas para estudiar en la universidad, tuvieron que conseguirse los famosos trabajos ‘part time’ para solventar algunos gastos. Por algún tiempo, fueron inmigrantes trabajando sin permiso en Estados Unidos, pues su visa era solo de estudiantes.  

Ahora son ciudadanos norteamericanos, al igual que sus tres hijos que nacieron allá y pueden darse sus escapadas a visitar su añorado Misti. Desde luego, nuestro tema de conversación fue lo mucho que había crecido la economía de Arequipa: el comercio, los centros comerciales,  los restaurantes, la movida nocturna, etc. Todo iba bien hasta que lanzaron un: “pero nos fastidia ver tanto puneño”. Al principio pensábamos que estaban haciendo esos chistes racistas, que algunos consideran que son graciosos, pero con tristeza notamos que estaban hablando recontra en serio. A decir de estos arequipeños, la llegada de miles de personas desde Puno en los últimos 10 años solo ha traído retraso: suciedad, delincuencia y desorden. Eran peruanos discriminando a otros peruanos. 

Acabo de entrar a la cuenta de Facebook de ella y dice: “Not my president” y postea un cartel con publicidad para vivir en otro país: “Moving to Canada?”. No sé si reír o ponerme a llorar. ¿Cuál es la diferencia entre Trump y estos esposos arequipeños que –según me dijeron- no soportaban ver unas polleras en su ciudad? Yo no veo ninguna. 
Incluso creo que ellos están aun más equivocados que el estadounidense. Nadie avala el caos de los ambulantes, pero ese es un problema municipal que nada tiene que ver con el lugar donde naciste o viviste. ¿Qué derecho tenemos de decidir en qué parte del territorio deben vivir los peruanos. Si trabajan y quieren lo mejor para su futuro, así como vivir en paz con su familia al igual que tú, ¿qué importa si nacieron en Puno, Iquitos o Cerro de Pasco?

Por último las leyes gringas dicen que los indocumentados son ilegales y que tienen la potestad de sacarlos del país. Así como hacemos nosotros con varios hermanos latinoamericanos que trabajan en el Perú sin permiso. Pero tenemos ganas de mirar siempre la paja de ojo ajeno y no darnos cuenta del troncazo mental que tenemos delante. 

Hace más de un año estaba en shock al ver que un discurso tan discriminador como el de Donald Trump era avalado por los republicanos, pues subía en sus encuestas internas a pesar de esa tontería del muro en el límite de México. Pero luego de conversar con esta pareja no me quedó duda de que Trump ganaría en Estados Unidos. Saquémonos los calzones con bobos de una vez: no nos gusta lo que se ve diferente aquí, en Estados Unidos o en la Conchinchina. Y claro, siempre es más fácil echarle la culpa de todo de lo malo que pasa a otro.

Hillary Clinton dijo durante la campaña una frase que Trump se encargó de sacársela al fresco cada vez que podía: “Para generalizar, a groso modo, podría poner a la mitad de los partidarios de Trump en lo que llamo una cesta de deplorables” (sí, dijo: “basket of deplorables”).  

Amiga Hillary, te quedaste corta al hablar de una cesta. Creo que necesitamos un balde gigante -del tamaño del mundo- para meter ahí a todos los que se creen superior al otro, sabe Dios por qué.  

 

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