Andrea Bettocchi: «El secreto está en disfrutarlo» - 2
Andrea Bettocchi: «El secreto está en disfrutarlo» - 2
Redacción EC

Karina Villalba Farfán

Solemos usar la frase «fue todo un parto» para referirnos a situaciones complejas que demandan un esfuerzo supremo. Lo usan sin distinción hombre y mujeres, aún sin saber exactamente lo que es parir. La expresión nos predispone al dolor y al trauma.

Dar a luz es un proceso natural como cualquier otro que, como mamíferos, experimentamos. Ciertamente es un momento intenso, en muchos casos doloroso, pero no tendría que ser traumático. La mejor herramienta para tener un parto bueno es informarse correctamente sobre lo que ocurre con nuestro cuerpo antes y durante el embarazo, cómo se forma nuestro bebé y también conocer qué opciones tenemos para dar a luz y en qué ocasiones no las tenemos. Y aunque en las últimas décadas las historias de parto hayan estado marcadas por adjetivos negativos, como medicalizado o instrumentalizado, en la actualidad tenemos acceso a información especializada y veraz, y al apoyo de profesionales e instituciones que más allá de promover un alumbramiento natural apuestan por un trato humanizado y respetuoso para la madre, el bebe y la nueva familia. Un parto en el que las madres estén activas y conscientes de cada paso o  procedimiento que se da antes de ver por primera vez a su bebe.

Recogimos el testimonio de cuatro mujeres que han vivido sus partos de maneras diferentes, pero cuyo común denominador es un alumbramiento positivo, satisfactorio y feliz.

Andrea Bettocchi: 
«El secreto está en disfrutarlo»

Las mujeres nos educamos de varias formas, pero ¿nos preocupamos lo suficiente por lo que ocurre con nuestro cuerpo antes y durante el parto?

Yo creo que en la carrera contra el hombre hemos perdido un montón de nuestra sapiencia ancestral femenina. Aunque suene hippie, es una realidad. En ese camino hemos perdido la conexión con nuestro propio cuerpo, la capacidad para descubrir nuestro propio placer. Si nosotras nos preparáramos para el parto como nos preparamos para diferentes hitos de la vida, creo que llegaríamos con una conexión mayor a ese momento. Pero, ¿qué ha pasado con nosotras en la ciudad? Nos hemos desconectado. Si haces un sondeo rápido entre las mujeres sobre algo muy básico para nosotras como cuántos días tiene tu ciclo, vas a escuchar el grillo en el fondo de la sala. Debe haber alguna chica que cuenta los días de su ciclo, pero será una en diez. Si uno no sabe eso, que es como el abc de nuestro cuerpo, obviamente sobre el parto va a saber menos.

Tú necesitas saber quién eres para poder decidir qué quieres. Si no te conoces como mujer, si no conoces tus capacidades físicas y emocionales, no puedes decidir qué cosa apagar y qué cosa prender. Nosotras nacemos en un mundo en el que todo es rapidísimo y en el que necesitamos respuestas inmediatas y no hay nada de introspección. El trabajo es para afuera y lo ves en cosas como las redes sociales que te ayudan aun más a no mirar hacia dentro. La gente cuelga en Facebook cosas como: «he perdido a mi bebe», «acabo de dar a luz», «tengo contracciones»… ¿Tú te imaginas el nivel de desconexión que tiene que haber para que en pleno trabajo de parto, que es este viaje astral, estés poniendo «siete de dilatación»? No lo comprendo.

¿Cómo fue tu primer parto?

Cuando yo di a luz la primera vez estaba segurísima de que mi cuerpo iba a funcionar. Vivía en Londres y nunca me dijeron que iba a ser muy dramático. Yo tenía historias de mi abuela pariendo seis hijos en casa y normal. Y yo decía, «bueno, si ella pudo, yo también puedo, ¿no?». Y llegó el momento y estaba super asustada porque en el parto afloran sensaciones y situaciones que durante años te has encargado de tapar para tratar de ser socialmente hábil y todo sale a flote. En pleno parto yo decía, «no estoy segura, este dolor me está matando, qué es esto…». Las pobres parteras se volvieron locas con nosotras y me dijeron: «mire señora, creo que vamos tener que ponerle una epidural». Y me pusieron un catéter para que yo misma me la administrara, apelando a mi capacidad, y me disparé la epidural hasta que no sentí ni los dedos de los pies. Cuando me dijeron «puja», según yo lo estaba haciendo y no pues, la bebe no salió nunca y tuvieron que hacerme una cesárea de emergencia. Yo no tengo nada que reclamarle al sistema inglés, porque ellos intentaron todo para que sea un parto natural. Fue mi responsabilidad, porque no llegué con la conciencia de lo que estaba sucediendo. Después de superar esto y la lactancia (que es otro gran tema) miré hacia atrás con agotamiento y me dije: «este proceso no puede ser así, acá hay algo que está mal». Y fue allí cuando decidí investigar dónde estábamos las mujeres con respecto a nuestra propia femineidad, a nuestra propia condición de mujer.

En el 2007, ya en Lima, comencé a buscar todas mis posibilidades y llegué a Pakarii Casa de Nacimiento e hicimos clic con Ángela Brocker, la directora. Ella me sentó y me dijo: «bueno, si quieres aprender, este es un papel y vas a anotar tu ciclo menstrual». Y así comencé a descubrir quién era yo, más allá de mi nombre y de mi profesión, despojada de mis títulos. Y en este descubrimiento caí embarazada de nuevo.

¿Lo buscaste?

No, fue bastante pronto y el parto fue todo lo contrario del otro: intenso, salvaje, sudando, entendiendo qué estaba pasando. No fue un parto fácil, pero fue un buen parto. Y fue en la clínica porque todavía tenía el temor de la cesárea previa. Pero yo me dije «voy a dar a luz, con las reglas de juego del médico, pero voy a dar a luz». Y eso fue lo que pasó.

¿Y tu tercer parto?

Mi último hijo fue el único planificado. Ya era doula y quería que el parto fuera en mi casa, tenía todo planeado para que así fuera. Pero a veces la vida te da como pequeñas zancadillas solamente para recordarte que nada depende de ti. Justo cuando estaba embarazada murió mi mamá y entonces, eso y una serie de otras cosas hicieron que desarrollara una colestasis, que es básicamente una inflamación del hígado que, durante el parto, podría causar una gran pérdida de sangre. El doctor me dijo: «mira, te voy a dejar dar a luz como tú quieras, pero en el hospital, porque te puedes desangrar». Y efectivamente di a luz como yo quise, sola con mi marido, en dos horas y sin epidural, con plena conciencia de que todo era decisión mía.

¿Cuándo te convertiste en doula?

Yo creo que te conviertes en doula en el preciso momento en el que comienzas acompañar partos y te das cuenta de que hay un impacto de tu presencia. En realidad, no te la crees mucho, porque no haces mucho, pero cuando termina el parto y las madres te dicen: «sin ti no lo hubiera logrado», lo piensas. Lo único que yo hago es recordarles que ellas pueden y que el secreto está en disfrutarlo.

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