Verónica Linares: "Cerrar círculos y abrir puertas"
Verónica Linares: "Cerrar círculos y abrir puertas"
Redacción EC

Nunca hice caso a los psicólogos que me recomendaron ‘cerrar el círculo’. Dicen que ponerle un ‘fin’ al terminar  cada etapa de nuestra vida evita esos incómodos pendientes que no permiten empezar algo nuevo con éxito. Soy muy cobarde para afrontar momentos dolorosos y prefiero no pasarlos o pasarlos rapidito.

Recuerdo que cuando me botaron de un trabajo me fui sin despedirme de nadie. Fue tan sorpresivo que mi reacción inmediata fue irme. Creo que quería evitar quebrarme al sentir el abrazo cariñoso de algún compañero o recibir los buenos deseos de mi jefe de redacción. 

Incluso cuando mi matrimonio se acabó, fui yo quien se marchó de la casa. ¿Para qué quedarme en el departamento conyugal a la espera de las miradas compasivas de los vecinos? ¿Por qué tener que esquivar las preguntas en el ascensor? El día de la separación física esperé a que mi ex pareja saliera para sacar mis cosas con tranquilidad. Nada de escenas tristes como las del Chavo del 8 abandonando la vecindad con su atado al hombro.

Esta vez seré valiente. Relativamente valiente porque no puedo mirarlas directamente a los ojos. No lo he conversado con nadie, pero es algo que me ha dado vueltas en la cabeza todo el mes. Le mandé una indirecta a mi editora por WhatsApp porque no me atrevía a decírselo a la cara, pero creo que pensó que se trataba de una broma.

Hace un año, cuando disfrutaba de una deliciosa carne en un restaurante de parrillas en Chacarilla, recibí un correo cuyo título decía: “Propuesta para revista”. Lo abrí y decía ser de una persona a la que no conocía. Se presentó y punto seguido puso: ‘Hola, ¿cómo estás?’. Eso me hizo atacar de risa. El correo fue tan natural, directo  y transparente que ahí mismo, sin terminar mi corte angus, acepté escribir para Viù!. No pregunté ni siquiera si me pagarían (pero me pagan). El correo me proponía -más o menos- que diera rienda suelta a lo que me diera la gana. Que escribiera lo que sintiera en 400 palabras. Nunca tuve la oportunidad de decirle en persona a  este desconocido que sabía quién era y que antes lo había leído. 

Han sido casi 50 columnas compartiendo parte de mi vida y lo que pienso de ella. Espero haber cumplido el encargo y haber dejado en quienes me leen aunque sea una reflexión o arrancado una sonrisa. La propuesta llegó en un momento de cambios. No solo porque me estrenaba como madre sino porque mis conceptos sobre la vida y particularmente sobre las mujeres estaban cambiando y de manera radical.     

Quiero confesarles que era muy intolerante con nuestro género. Renegaba de esa forma tan distinta y tan ‘femenina’ que tenemos de ver las cosas. Me irritaba ver, por ejemplo, que cuando ellos querían estar solos porque sí, ellas creyeran que ya no las amaban. Creo que había empezado a discriminarlas. Increíble. Hace unos años llegué al extremo de ponerles un sobrenombre: la mujer peruanita. 

Cuando un amigo me contaba que estaba levantándose a una chica y que ella creía que eran novios, yo solo tenía palabras de compasión para la mujer peruanita. Si una amiga me contaba que su enamorado estaba en un viaje de trabajo y hacía 5 horas que no la llamaba, entraba a mi lista de la mujer peruanita.  

Con el tiempo, me di cuenta de que son precisamente esas diferencias las que hacen que todo sea más divertido, diverso, que de algún modo nos complementemos. Si siempre fuéramos racionales sería muy aburrido. 

Justo en ese contexto de entenderme y entender a los demás llegó Viù!. Pero todo tiene su tiempo, su madurez y su fin. Así que adiós. Con estas líneas cierro una de las mejores etapas de mi vida. Gracias. Y ¡Feliz Día de los Inocentes! No se librarán de mí, ¡qué va! Estar aquí me sirve de catarsis. Nos vemos en el 2015. 

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