«No lo soporto» admitía una angustiada amiga luego de tres meses de convivencia con su novio. Me sorprendió porque parecían la pareja perfecta. Tenían personalidades distintas, pero daba la impresión de que ese era el éxito de su relación: el complemento. Yingyang, dirían algunos. Ella, habladora, espontánea. Él, callado y tranquilo. Ella, conflictiva y alborotada, él no se peleaba ni con su sombra. Ella, altanera, él, conciliador. Todo marchaba bien hasta que decidieron vivir bajo el mismo techo.
Me contó que el cosquilleo de emoción que sentía en el estómago cada vez que estaba camino a la nueva casa de ambos fue transformándose en cólicos biliares. Al inicio quería llegar pronto para verlo y besarlo. Luego de un mes, prefería quedarse en el trabajo hasta tarde. Todo el día peleaban por lo mismo. Ella abría la puerta del cuarto y era recibida, sin falta, por un calzoncillo sucio tirado en el piso. Eso no era todo. Entonces enumeró una serie de manías y costumbres que derribaban al hombre espectacular que creía haber conocido. Yo solo atinaba a interrumpir su letanía de vez en cuando con un: «Así son los hombres, amén». Se suponía que era un chiste.
Si estás pensando convivir con tu chico, debo advertirte lo que significa de verdad. No todo es amor y sexo. No es como jugar a la casita. Lamento arruinarte la fiesta, pero es mejor que sepas algunas cosas antes de dar el siguiente paso. Una cosa es dejar entrar a un hombre en tu corazón y otra muy, muy distinta, es compartir con él el mismo departamento.
Lo más importante es tener presente que tu hombre nunca va a cambiar. N-U-N-C-A. Esos pequeños detalles que ahora te molestan un poquito, no desaparecerán. Esas manías que te parecen tiernas y simpáticas ahora, más tarde podrían ser insufribles. Es más, a la hora de la convivencia se agrandarán y en algunos casos podrían resultar insoportables. Multiplica la misma media sucia y fuera de lugar por 365 y luego ponlas todas juntas sobre la alfombra nueva que a ti más te gusta.
Si tu chico es maniático del orden – aunque no lo creas hay hombres así–, no va a relajarse cuando viva contigo. He escuchado historias increíbles de hombres que han despertado a su pareja a las tres de la madrugada porque cuando entraron al baño el papel higiénico estaba ‘al revés’: «Mi amor, ponlo bien». Hasta ahora no entiendo a qué le llamaba ‘al revés’.
Y si es de los que deja todo tirado, tienes que aceptar que será así hasta el último día de su vida y que los defectos con el tiempo se agudizan. Peor aun, si tiene más de 30 años y recién deja el nido materno. La toalla, las medias, el polo del fulbito, del gimnasio, del tennis o lo que sea, siempre estarán en el piso. Así el tacho de la ropa sucia esté a la mano, va a preferir el piso. Los platos sucios en la mesa, la luz prendida, el jugo abierto, el volumen alto del televisor, las puertas sin cerrar, los fines de semana con sus amigotes, la laptop, el celular, los libros expandiéndose como un imperio –el suyo– por toda la casa. No dejará nada de eso por ti. Y no está mal o ¿acaso tú piensas cambiar?
No creo que si no lo eres te vuelvas desordenada, que dejes de juntarte a rajar con tus amigas, de ‘whatsapear’ las 24 horas del día con tus ochenta mil grupos. No te veo dejando de ir a la playa o sin comprarte ropa o comiendo lechuga todo el verano. Estoy segura de que te sería muy difícil hablar con tu mejor amiga, tu hermana o tu mamá una sola vez al día.
Por último, olvídate de todas esas frase románticas como «polos opuestos se atraen», «somos el uno para el otro» o «es mi hombre ideal». En la vida real ambos necesitan aprender a ceder y mucha paciencia; de lo contrario la convivencia podría convertirse en una tortura.
Hace unos días, me encontré nuevamente con aquella amiga angustiada y lo primero que le pregunté es si ya había terminado su relación. Me miró primero ofendida y luego con una sonrisa me explicó que su fastidio se debió al shock natural de los primeros días de la convivencia. ¡Advertidas están!