La vida con Milo no es fácil. El estar perdiendo paulatinamente su capacidad motora desde las patas hasta la cabeza lo ha condicionado a una silla de ruedas y a lidiar con una incontinencia fecal y urinaria que no entiende. Últimamente este perro hasta debe de confundirse con su propio ladrido pues en lugar de sonar como el Pastor Alemán que parece, suena más como una adorable foca.
Vanessa Mohme, su mamá adoptiva, explica que todo este cuadro de síntomas empezó en el 2018. Varios análisis y exámenes más tarde finalmente recibió un diagnóstico: Mielopatía Degerativa Canina, un trastorno de la médula espinal que afecta a los perros y es muy similar a la Esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o la enfermedad de Lou Gehrig en humanos.
La noticia fue un golpe fuerte, pero Vanessa no perdió -ni pierde- el tiempo en lamentos. El pronostico de vida original para Milo fue de seis meses, pero ya lleva así más de 20 meses luchando contra la corriente. Los 11 medicamentos que le traen desde Estados Unidos, las sesiones de hidroterapia y los 2 cuidadores especiales a su cargo, como el fiel Fidel Tovar, han sido claves para darle calidad y tiempo de vida a este perro. Aunque todo este esfuerzo no tendría el mismo efecto sin el infinito amor y dedicación de Vanessa.
“¿Por qué lo hago? Por que es mi perro. Es como un hijo para mi. No tengo hijos y si los tuviera, no sería lo mismo. Existe un amor mutuo e incondicional entre mis animales y yo, así fui criada”, dice Vanessa.
Milo apareció en la vida de Vanessa el día en que una amiga suya lo rescató luego de ser atropellado y dejado a morir en plena Vía de Evitamiento. Fue en el año 2010 y Milo era cachorro. Apenas registró 12 kilos cuando fue pesado en la clínica veterinaria a la que fue llevado de emergencia. Tenía una pata partida en tres, además de anemia y una condición muy delicada llamada erliquia, contagiada por la picadura de garrapata.
Las visitas inter diarias de Vanessa a Milo hicieron que ambos se enamoraran y que ella lo adoptara sin dudarlo. No era la primera vez que lo hacía, ella ya tenía perros adoptados en casa. De hecho, cuenta que en su vida ha rescatado a más de 100 perros y que le ha encontrado hogar a unos 60. Los otros 40 han terminado en hogares temporales y siguen esperando ser adoptados.
Hoy en día Milo comparte la casa de Vanessa con Lara (12 años), Jack (5 años) y Fiona (3 años). Lara es una perra guerrera que fue rescatada en el parque de El Olivar, en San Isidro, y que ahora sobrevive con achaques y medicina. Jack fue encontrado deambulando solo por el Óvalo Gutiérrez y Fiona es una perra dominante que también fue rescatada mientras deambulaba sola frente a unos cines en el Óvalo Gutiérrez.
Llevar un perro a casa es una gran responsabilidad. No solo se trata de aceptar el tener que limpiar “pichis” y “cacas” las primeras semanas, también implica alimentarlo bien, sacarlo a pasear a diario, bañarlo, vacunarlo, despulgarlo, desparasitarlo y llevarlo al veterinario cuando sea necesario. Y en casos como el de Vanessa y Milo, también implica darle un cuidado especial, profesional y dedicado por el tiempo que sea necesario.
“El preocuparse por un ser viviente es importante, es un reflejo directo de nuestro avance como sociedad y de nosotros como seres humanos. No podemos ir maltratando animales, eso refleja la insatisfacción y egoísmo que cada uno tiene. Eso se debe trabajar”, señala Vanessa.
El mensaje de Vanessa está alineado con la filosofía y la misión de WUF. Esta asociación sin fines de lucro, además de alentar la adopción de perros, también promueve la tenencia responsable de mascotas, siempre con el objetivo de crear un mundo mejor para todos los perros y animales en general.
“Siempre he vivido cerca de personas que aman a los animales. Amarlos me nace, no podría no amarlos. No entiendo el maltrato. Si hay algo positivo es que hoy en día existe mas conciencia, hay mas leyes, solo espero que como sociedad avancemos hacia el respeto de los seres vivos y si alguno tiene necesidades especiales, debemos ayudarlos. Total, todos tenemos achaques en el camino, ¿no?”, añade Vanessa.
No quisimos cerrar esta nota sin compartir una carta muy especial que Vanessa Mohme le escribió a Milo como complemento de esta historia.
Mi querido Milo,
Recuerdo como si fuese ayer el día que tu primera tía Paola me llamó y me dijo, “Es bien feo Vana, tiene unas orejas de murciélago, no se quién lo va a querer adoptar”. Como saber ese día hace más de 10 años que esa hermosa bola de 13 kgs de puro amor me iba a cambiar la vida para siempre. Casi un mes y 5 kilos después decidimos adoptarte mi Longo asustadizo y huraño. Con los años creciste, te convertiste en un perro hermoso elegante y travieso. Fuiste el alpha de tu manada y de la casa hasta que adoptamos a tu hermana Fiona cuyo carácter de jabalí testarudo y continuas peleas nos generó un millón de dolores de cabeza. Problemas que resolveríamos con la ayuda de tu abuela Marilú cuya intervención precisa, propia de una madre, fue instrumental en darnos la tregua que tanto necesitábamos.
Como seres humanos nos es muy difícil aceptar que nuestro tiempo en este mundo es limitado. La primera enseñanza que me diste fue la de aceptar que las enfermedades no solo no dependen de nosotros sino que además todos tenemos una fecha de expiración. La segunda fue la capacidad que tenemos los seres humanos de amar incondicionalmente, algo que no lo creía posible ni real. Tu llevaste a tu segunda tía Pao y a mi en convertirnos en mejores amigas. La misma tía Pao cuyo corazón, más noble que el de un elefante y cuyo amor por ti y por nuestra amistad ha sido una piedra angular en mi vida. Gracias a ti conocí y reconocí a tu papá, que comparte el mismo cuarto contigo durante sus largas jornadas de trabajo en las madrugadas.
Me enseñaste a tener fe en los seres humanos y por ti conocí a algunos espléndidos como Ricardo, Aracelly, Malu, Ali, John, Lenin y como olvidarse del reciente amor de tu vida Fidel. La lista se queda corta pues tu infinita capacidad de unir a través del amor, la compasión, la empatía y la sabiduría de un alma pura e inocente es infinita. Nunca pensé que “solo un perro”, pues así se expresan los que no entienden aún, sería el catalizador para convertirme en un mejor ser humano en una mejor versión de mi misma. Más que un perro especial, eres realmente un alma con un propósito. Al final no se quien salvó a quien “Longo the King” y algo me dice que tu misión en esta tierra tiene nombre y apellido. Te acompañaré hasta “el infinito y más allá”, para algún día encontrarnos en el más allá corriendo de nuevo con tus cuatro patitas.
Con amor,
Tu mamá