Por Andrea Carrión / WUF
Son las 6 de la tarde y el profe Diego Moreno cierra la puerta de su salón para comenzar con la clase de ballet clásico. Sus alumnos se ubican al lado de la barra y mientras calientan las puntas de sus pies, Túpac hace rechinar con sus colmillos una botella de plástico vacía.
En cualquier escuela del Perú, un perro interrumpiendo la clase sería sinónimo de escobazo y afuera, pero no en la escuela de baile D1. Aquí Túpac se ha convertido en el engreído de alumnos, profesores y administradores, incluyendo a su fundadora Vania Masías.
“Hace un año este perrito llegó a la puerta del garaje de la escuela arrastrándose y todo el mundo dijo ‘¡Nos ha escogido!’. Le pusimos Túpac y con el tiempo nos hemos encariñado con él y él con nosotros, nos cuida a todos. Estamos dando una charla o una clase y él entra como si nada, es uno más, es de locos”, comenta Vania.
El primer lugar en el que se refugió Túpac fue debajo de la banca del comedor donde la mayoría de alumnos e instructores almuerza. Juan Carlos Batallanos, coordinador de sedes de la Escuela D1, fue uno de los primeros en acercarse.
“Lo vi todo carachoso, sucio, lleno de marcas de garrapatas y cojeaba. Pero lo más triste de todo era su mirada”, recuerda Juan Carlos. “Al inicio, por lo que me encariño fácil, quise hacerme el disimulado y sólo preguntaba cómo había llegado. Me dijeron que de la nada estuvo en la puerta de la sede toda la noche y cuando abrieron la puerta, se metió. Al inicio algunos colaboradores le compraron comida, pero Túpac comía y no comía, hasta que ya no pude más y comencé a involucrarme. Sugirieron llevarlo al veterinario y me metí en todo a ayudar”.
El veterinario detectó una fisura calcificada en la pata izquierda de Túpac, al parecer lo habían golpeado o atropellado. Una operación no resolvería del todo el problema, así que optaron por medicarlo y cuidarlo.
Con el tiempo, la gente de la escuela comenzó a notar que Túpac -nombre inspirado en un rapero famoso-, más que una mascota comenzó a comportarse como un perro guardián. Se volvió bastante territorial y hubo varios incidentes con los perros, motos, bicicletas y patinetas que pasaban frente a la escuela.
“He hecho de todo para tratar de hacerle entender que D1 es su casa y que no tiene por qué ponerse así. Le he comprado correa y bozal, pero no ha resultado. He tratado de estar más tiempo en la puerta, pero también tengo que trabajar. Le pido a mis compañeros en D1 que le echen un ojo, pero todos igual trabajamos”, comenta Juan Carlos.
Hasta que un día llamó a la Policía Canina de Chorrillos buscando a un adiestrador. Primero le dijeron que no entrenaban perros que no fueran los de la brigada, pero le recomendaron a un teniente y Juan Carlos logró que lo atendiera. Él estuvo hasta la semana pasada, entrenó a Túpac durante un mes y según Juan Carlos, su carácter ha mejorado.
“El adiestrador me dijo algo que me hizo entender mucho: desconfianza, eso hace la calle con los animales. Pero con el tiempo Túpac se ha ganado el corazón de todos en D1, unos más que otros, y me duele mucho no poder darle un verdadero hogar, porque sí, en D1 todos lo queremos, pero él merece mucho más que eso”, dice Juan Carlos.
Cuidar a Túpac en horario de oficina es relativamente fácil para quienes trabajan en D1, el problema está en los fines de semana y feriados, por eso están explorando el tema de la adopción para encontrarle un hogar permanente.
No es común ver que una escuela en el Perú, incluso un local público, ayude a un perro callejero y mucho menos que lo reciba y lo cuide como su propia mascota. Generalmente, vemos cómo la gente ahuyenta con periódicos, palos o escobas cada vez que perros o gatos desamparados se acercan a buscar comida o compañía. Túpac es una afortunada excepción.
“¿Por qué acogerlo?”, pregunta Vania, “Imagínate, porque es lo qué hay que hacer, porque es imposible dejar a un animalito muriendo y no hacer nada, porque es una vida y un ser maravilloso. Túpac nos da algo todos los días, nos recibe y nos despide todos los días y ya es parte de nuestra familia. Lo vamos a extrañar muchísimo cuando se vaya, pero también sabemos que tener un hogar permanente es lo mejor para él”, señala.
Juan Carlos, por su parte, señala que el vínculo que ha hecho con Túpac es tan grande que aunque al mes gasta como 250 soles solo en comida, no le importa.
“Nada de lo material importa porque cuando hay amor, lo demás no importa”, dice Juan Carlos, quien quisiera adoptarlo, pero ni las reglas del edificio en el que vive ni sus gatas se lo permiten. “Túpac nos da amor a todos. Cada día que llego a la sede me recibe moviendo la cola o con lenguazos en la cara. En la tarde sube a las oficinas y se echa en un mueble para estar cerca de mí. Pero sobre todo cuando me mira y pone sus orejitas hacia atrás y me lame siento que me está diciendo ‘gracias por venir los fines de semana, gracias por alimentarme, gracias por defenderme, gracias por quererme, gracias por cuidarme”.
TESTIMONIOS
Diego Moreno
Profesor de ballet clásico, entrenado en la Compañía Nacional del Perú
Tiene 6 meses enseñando en D1
“Se me hizo raro ver un perro aquí porque en el Perú no es común ver a un perro en un espacio público y menos en una escuela. Acá todo el mundo sabe quién es; lo saludan, es un amor desinteresado. No somos sus dueños, él es parte de nosotros y es lo bonito. No todas las personas ayudan a perritos sin hogar, por eso es muy conmovedor verlo acá, pero creo que éste no es un lugar apto para él y por eso se le está buscando una familia permanente que le de una mejor calidad de vida”.
María José Silva
Estudiante, 16 años, especialidad Street Jazz,
Lleva 3 años asistiendo a D1
“Túpac llegó de la nada. Primero nos sorprendimos y al principio siempre lo tomábamos con precaución, pero al verlo todos los días nos fuimos encariñando. Me parece chévere que haya un perrito acá, siento que nos da felicidad, y es que eso hacen los perros, dar felicidad. Me acuerdo que lo pusieron en adopción y nos preocupamos, no queríamos que se vaya. Sería chévere que todos donen para su comida y una casita, y poder tenerlo acá. Yo sí quisiera que se quede, se le ve feliz acá, aunque tal vez no sea lo mejor para él”.
D1 - Asociación Cultural - Escuela
La escuela se fundó en el 2005 por Vania Masías con el objetivo de difundir e impartir enseñanza de la danza profesional a todos los peruanos. Esta escuela combina la técnica y expresión artística de cada estilo con la impartición de valores como el respeto, trabajo en equipo y perseverancia. Ofrecen clases de hip hop, sexy dance, street jazz, breakdance, jazz, contemporáneo, ballet clásico, bachata y salsa. D1, además, es una asociación cultural sin fines de lucro orientada a la transformación social y a la promoción cultural. El proyecto se inició con la ambición de formar líderes en jóvenes de sectores marginales de Perú.
*Si estás interesado en adoptar a Túpac, puedes comunicarte al 935392503 ó al correo juancarlos.batallanos@d1-dance.com