El día que Ortega y Gasset contó a El Comercio su secreto para triunfar en política
Ese 22 de julio de 1948, tres meses antes del golpe militar de Manuel A. Odría, el diario decano publicó una entrevista tan exclusiva como decisiva en torno a la política. ‘Racso’ había conversado con el gran pensador español José Ortega y Gasset y el resultado fue iluminador.
Habían pasado tres años del final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y en Europa un peruano, Daniel Carpio, ‘Carpayo’, acababa de hacer historia cruzando a nado, en 9 horas y 15 minutos, el Estrecho de Gibraltar. En ese contexto, Óscar Miró Quesada de la Guerra (‘Racso’) estaba en España, justamente en el verano europeo de 1948 para, entre otras cosas, conversar con uno de los mayores filósofos y pensadores de ese momento: José Ortega y Gasset (1883-1955), autor de libros clásicos como “Meditaciones del Quijote” (1914), “España invertebrada” (1921), “La deshumanización del arte” (1925), “La rebelión de las masas” (1929), “Ensimismamiento y alteración. Meditación de la técnica” (1939), entre otras decenas de libros y ensayos sobre historia, sociología y filosofía contemporánea. Pero en el breve tiempo que lo recibió Ortega y Gasset, la política fue la vedette de la conversación.
Cuando ‘Racso’ se acercó a Ortega y Gasset, en julio de 1948, este estaba en su madurez y ya se hallaba lejos de su juvenil interés neokantiano. Había matizado su “perspectivismo histórico” y estaba más bien, según sus biógrafos, consolidando una postura “racionalista vitalista”, que mantendría hasta el final de sus días en 1955.
José Ortega y Gasset acababa de analizar y organizar su interpretación de la historia universal, a partir del aporte de Arnold Toynbee y se encontraba también preparando un curso titulado “El hombre y la gente” para el año siguiente en el nuevo Instituto de Humanidades, que fundó con el apoyo de su discípulo Julián Marías ese mismo año 1948.
Quizás por ello en la conversación con el periodista peruano sintió apego por ver las acciones pragmáticas como la política a la luz de un trascendentalismo histórico. A Ortega y Gasset le interesaba España en el contexto europeo, pero también Hispanoamérica, donde había enseñado y era muy conocido y apreciado.
El nuevo instituto lo había vinculado de nuevo con su país, pero el maestro se sentía allí agredido por una prensa conservadora; por ello buscaría el solaz de la vida intelectual en Lisboa, Portugal, donde prefería estar el mayor tiempo posible, así como en sus últimos años en Alemania. La cultura germánica lo recibía bien, allí lo respetaban y, sobre todo, lo escuchaban con atención. Por eso, encontrarlo en España fue un golpe de suerte para ‘Racso’. Y no lo desaprovechó.
ORTEGA Y GASSET: FASCINANTE CHARLA SOBRE POLITICA
El jueves 22 de julio de 1948 se publicó en El Comercio la entrevista exclusiva con Ortega y Gasset, que se hizo día antes. Fue realizada en una tarde madrileña, gracias a un amigo intermediario de Óscar Miró Quesada. Antonio Reus le ayudó a contactarse con el gran filósofo español.
Reus ya lo había puesto antes en contacto con el médico, historiador y ensayista de la Universidad Central de Madrid, Pedro Laín Entralgo; pero la de Ortega y Gasset era la entrevista que más interesaba a ‘Racso’. En España, y con él cerca, debía buscarlo y entrevistarlo.
El feliz encuentro ocurrió en la propia casa del filósofo, en la calle de San Vicente Ferrer. Ya en el departamento de Ortega, ‘Racso’ distinguió en una puerta un rótulo: Revista de Occidente, decía, el nombre de la histórica publicación donde escribió Ortega hacía 20 años, a finales de la década de 1920, y que tantos recuerdos le traía a ‘Racso’.
Entonces apareció el hijo de don José, Miguel Ortega Spottorno, amigo de Antonio Reus. Y luego, cuando ‘Racso’ atravesó un vestíbulo e ingresó a una sala, de entre un par de armarios con libros, surgió la figura de José Ortega y Gasset.
‘Racso’ pintó el físico de su anfitrión en una sola frase: “Más bajo que alto, más grueso que delgado”. Ortega y Gasset se mostró como un gran conversador, cordial y preciso; sus frases encandilaban, eran elegantes, lógicas y fluidas. Maestro de la dicción, el autor de “La rebelión de las masas” adelantó que volvería a Lisboa para escribir sobre temas de actualidad. ‘Racso’ le dijo lo importantes que era saber su punto de vista ante los problemas contemporáneos que parecían no tener solución. Entonces, Ortega y Gasset le lanzó su primera y profunda idea.
“Cuando se presentan problemas humanos que parecen no tener solución, se debe estudiar las causas de la falta de solución, y eso conduce a menudo a encontrar una solución”, dijo el pensador español. ‘Racso’ interrogó: ¿Y cuál sería esa solución?, lo dijo con cierta ansiedad de hombre de prensa. Pero el maestro lo tranquilizó: “No soy agorero. Habría que estudiar antes, a fondo, las causas de la falta de solución. Pero puedo decirle algo que es a modo de hilo de Ariadna en el laberinto de la confusión actual del mundo. La historicidad nos enseña que tratándose de los problemas sociales no se puede volver ni revolver”.
‘Racso’ se quedó con la duda de qué significaban ambos verbos dentro de la postura ortegasseana. “¿Ni volver ni revolver?”, preguntó el peruano.
ORTEGA Y GASSET: NI VOLVER NI REVOLVER, EVOLUCIONAR
Ortega, como previendo la interrogante, añadió: “Sí, no se puede volver, es decir, no se puede regresar al pasado, para reinstalarlo integralmente, como fuera antes de los acontecimientos que lo suprimieron o modificaron; porque la vida es un proceso en marcha que no se rehace, una función irreversible que se canaliza en una sola dimensión temporal. Esto lo ignoran los dogmáticos del ultraconservadorismo que sueñan con restauraciones absolutas imposibles”.
El hombre de El Comercio asintió. Pero aún sentía poca claridad en el otro verbo que, según Ortega y Gasset, debemos evitar: revolver. Su respuesta sorprendió aún más a ‘Racso’: “Revolver en el sentido de trastornar, de revolución. El progreso no se improvisa ni se fabrica artificialmente, del día a la noche con golpes de Estado. Las revoluciones no resuelven las dificultades en que se debate el mundo”, empezó diciendo el maestro Ortega y Gasset.
Luego reflexionó en torno al perspectivismo histórico y al raciovitalismo que debían prevalecer en los análisis sociales contemporáneos. De esta forma, explicó que existe una solidaridad vital en el seno de las sociedades humanas que enlazaban -en un vínculo fáctico- el pasado o pretérito con el presente, con lo actual.
“Solo respetando ese hilo de tiempo que enhebran los hechos históricos como las perlas de un collar, cabe hacer un obra profunda y sólidamente renovadora en las instituciones y en los pueblos. Evolución y no revolución, tal es el desiderátum: esto lo ignoran los dogmáticos del ultraradicalismo que sueñan con componer el mundo con un levantamiento general de las masas”, afirmó, bajo el silencio comprensivo del periodista e intelectual peruano.
‘Racso’ captó de inmediato la idea ortegasseana. Para él su idea era de completa “sensatez sociológica y política”, y esperaba que la gente la entendiera bien. Es decir: ni volver ni revolver, sino evolucionar. Pero Ortega y Gasset fue más lejos aún esa tarde madrileña de febrero de 1948. Pensó en la política, en sus equivocaciones, y allí vislumbró algo más hondo. “¿Más hondo?”, interrogó de inmediato el periodista.
ORTEGA Y GASSET: PROPUESTA PARA UNA MEJOR POLÍTICA
Entonces, Ortega y Gasset explicó que el error era hacer una “política de ideas” cuando se debería hacer una “política de situaciones”. Para el autor de “La deshumanización del arte”, la política concebida a partir de las ideas era el germen de los dogmatismos políticos; y es así, decía Ortega, porque “aquello da origen a programas que han de cumplirse punto por punto a pesar de todas las oposiciones”.
Añadió: “Las ideas son rivalidades espirituales abstractas que no pueden casar con el medio social en el que el hombre vive y actúa. Esta disparidad entre la idea y el hecho, en lo que a su mutua adaptación se refiere, es de tal índole que ni en las ciencias experimentales, ni aún en las de estructura matemática se puede lograr”, pontificó el hombre de letras y ciencias español.
Pero era en la política -escenario en que se enfrentan hechos y realidades sociales, es decir, un entorno más “complejo” y “fluctuante”- donde esa correspondencia entre ideas y hechos se convertía en algo tremendamente discrepante, decía Ortega. ‘Racso’ añadió que eso pasaba en cualquier tipo de política, pero el español lo atajó y le insistió en que no era así en la “política de situaciones”.
Se llegaba así al clímax del diálogo y la reflexión de esa tarde. Ortega y Gasset se acomodó en su sillón más querido y dijo lo que más le llamó la atención a ‘Racso’: “Es que esta política (la de situaciones) no se esfuerza por amoldar a un programa los acontecimientos de la vida social, que es un exceso de racionalismo que induce a creer, a quienes lo padecen, que pensando hoy se puede encontrar soluciones para las dificultades del futuro”.
La política de situaciones, decía el maestro, solo se inspiraba “en el ideal del bien común”, y estudiaba los problemas del hombre y la sociedad sin un afán de partido o capilla política. En ese acercamiento no había un “propósito partidarista”. El objetivo era tratar de resolver los problemas, “con las medidas más eficaces que el momento histórico permite aplicar”, redondeó la idea Ortega y Gasset.
La tarde caía, y desde el hall, cuenta ‘Racso’, se escucharon unas voces que preguntaban por el filósofo e intelectual madrileño. De pronto, se levantaron y despidieron. Fuertes apretones de manos sellaron el final de la entrevista.