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La joven sueca que dejó las comodidades que tenía en su país para ayudar a las familias más humildes de un barrio del Callao en 1961
Ulla Benson formaba parte de la organización benéfica “Los traperos de Emaús”. Su gran labor social la convirtió en un ejemplo para todos los peruanos.
El 27 de enero de 1961, una gran historia de solidaridad conmovió a todos los peruanos a través de las páginas de El Comercio. Ese día, el diario decano reconoció la meritoria labor social que realizaba Ulla Lena Benson, una joven sueca de 20 años de edad, que llevaba mucho tiempo ayudando silenciosamente a todos los niños y madres del humilde barrio conocido como “El Motón”, en el Callao.
El lugar era un descampado lleno de animales y toneladas de basura. Cientos de familias vivían allí. La zona no tenía luz, agua potable, ni un sistema de saneamiento. La mayoría de viviendas eran de esteras y no existía ningún colegio cercano. Solo se contaba con la ayuda de Benson, quien también se daba el tiempo de ser la profesora de muchos niños en medio de las complejas condiciones que rodeaba a la comunidad.
Su llegada al Perú
Ulla Benson tomó la valiente decisión de dejar su país a los 18 años. Su intención era llevar ayuda a los más pobres en el mundo. Por eso, en 1959, se enroló a una organización benéfica llamada “Los traperos de Emaús”. Esta institución sin fines de lucro buscaba ayudar a los más necesitados mediante la recolección de objetos en desuso de las empresas públicas, privadas y familias de buena voluntad. Una misión que, en la actualidad, se sigue realizando.
En su primer año de ingreso, Benson tuvo que adquirir todos los conocimientos posibles sobre diversos temas. Ya en 1960, decidió venir al Perú. Es así como la joven sueca llegó junto a tres mujeres más a nuestro país. Ni bien pisaron el puerto chalaco, fueron en busca de los lugares con extrema pobreza. Una tarea titánica. No conocían a nadie que les ayudará a acceder a estas comunidades. Además, tenían que lidiar con otro problema: ninguna de ellas hablaba español.
Esto hizo que fueran en busca de apoyo. De esta forma, llegaron donde el padre Gerardo Protain, un religioso que era conocido por ayudar a los sectores más humildes de nuestra capital. Justo en ese momento, el sacerdote necesitaba una persona que trabajará junto a él en el barrio de “El Motón”. Así es como Benson llegó a ese lugar para llevar ayuda (psicológica y material) a los niños y madres de la zona; sin pensar que ellos se convertirían en su nueva familia.
Declaraciones para El Comercio
La mañana del 26 de enero de 1961, un cronista de este diario acompañó a Ulla Benson hasta el modesto barrio del puerto chalaco. Allí ella declaró cuál era su misión con la humanidad. “Hay que despertar en el mundo la conciencia del hambre y la miseria. Que los que viven en la riqueza se preocupen porque sus manos pueden hacer mucho bien”, dijo la joven.
Además, dejó claro que siempre tuvo la intención de venir al Perú: “En mi país había oído hablar apenas de las barriadas de Lima. Trataba de imaginármelas. Más la impresión que forjé dentro de mí es muy distinta de esta realidad que he conocido”. El escenario en el que vivían los pobladores de esa zona era desolador.
Luego, la joven explicó que las compañeras que llegaron con ella se regresaron a Suecia tras cumplir con el tiempo de la misión. También reveló que otro grupo llegaría para continuar con el trabajo que habían iniciado. Finalmente, Ulla Benson confesó que ya había decidido quedarse un año más en nuestro país para ayudar a los que consideraba su nueva familia.