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La sorprendente historia del joven peruano que escapó de casa y viajó por varios países durante meses tras enterarse que iba a repetir de año
John Velezmoro Eme, un joven de 14 años de edad, se escapó de su casa tras enterarse que iba a repetir de año en un colegio de Surco en 1982. Durante su travesía, el adolescente cruzó la frontera y viajó por Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica y Estados Unidos, con tan solo 120 dólares en el bolsillo.
Un día después que Alemania Oriental defendiera la existencia del Muro de Berlín, una increíble historia se conoció en todo el Perú a través de las páginas de El Comercio. El 14 de agosto de 1982, el diario decano publicó una entrevista con John Velezmoro Eme, un joven de 14 años de edad, que regresaba al país tras haberse fugado de su casa al enterarse que había repetido el segundo año de secundaria.
Durante su travesía, el adolescente cruzó la frontera y viajó por Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, Costa Rica y Estados Unidos, con tan solo 120 dólares en el bolsillo. En el país cafetero pasó la mayor cantidad de tiempo y conoció a un joven de su edad que lo acompañó hasta Francia, donde fueron detenidos por Interpol. Treinta años después, John contaría cómo sobrevivió en estos países en una entrevista exclusiva con este periódico.
Era el viernes 26 de marzo de 1982, cuando John Velezmoro Eme, de 14 años de edad y el menor de cinco hermanos, se fue de su casa tras entrarse que había repetido el segundo año de secundaria en el colegio San Roque de Surco. Antes de salir de su hogar, dejó una nota a sus padres explicándoles que se iba para “tomar vacaciones”. Al enterarse, su familia se quedó aterrada. Su madre no lo podía creer.
Lo primero que hizo John fue refugiarse en La Oroya. Con tan solo 120 dólares que tomo de los ahorros de su mamá, salió del país por Aguas Verdes, en Tumbes. Sin documentos y burlando los controles policiales, ingresó a Ecuador y se escondió en Quito. Luego, viajó a Colombia, en donde empezó a trabajar como lavaplatos, mozo y personal de limpieza en varios restaurantes.
Tiempo después, se estableció en Cali. Allí conoció al colombiano Wilson Morales Pinedo, de su misma edad, con quien se internó en la selva de ese país e hicieron varios amigos entre la población indígena. En esa zona también fueron asaltados por un grupo de delincuentes que los despojaron de todas sus pertenencias. Por eso, ambos decidieron esconderse en el buque Omoa, en donde viajaron en sus bodegas por tres días solo alimentándose de galletas y leche condensada.
Su travesía en esa nave los llevó por puertos de Venezuela, Panamá, Costa Rica y Estados Unidos. Después, los jóvenes se ocultaron en el carguero griego Enpros. Allí fueron descubiertos por la Interpol gracias a una denuncia de desaparición que había hecho la familia del peruano. En ese buque mercante fueron conducidos a Venezuela; sin embargo, las autoridades de ese país no quisieron hacerse responsables de los adolescentes.
Por ello, la nave griega los llevó hasta el puerto de Le Havre, en Francia. Allí la policía del lugar los detuvo e inició los trámites para su deportación. Tras cinco meses lejos de su casa, la madrugada del miércoles 11 de agosto de 1982, John volvió al Perú en un vuelo directo de la compañía aérea alemana Lufthansa. Días después, el joven confesó a este diario que esta experiencia le había permitido “madurar” como persona y que retomaría sus estudios para luego convertirse en un “marino mercante”.
Treinta años después de aquel hecho, en agosto de 2012, El Comercio entrevistó a John Velezmoro desde su casa enEstados Unidos. En la conversación, el hombre de 45 años de edad confesó qué lo motivó a fugarse siendo tan joven: “Creo que todos soñamos con escaparnos de nuestros hogares apenas tenemos conciencia de que hay un mundo fuera de las cuatro paredes que llamamos casa. Salí con la idea de conocer, vivir y experimentar algo que a los 14 años me era desconocido. Siendo el hijo menor, mi madre me abrumaba con su atención”.
Velezmoro confirmó que, en la carta que les dejó a sus padres, les pedía que no se preocuparan por él, “que pensaran que estaba tomando unas vacaciones y que en un futuro cercano iba a regresar a casa”. Asimismo, indicó que poco antes de cruzar la frontera, en la primera semana de su viaje, mandó una nota a su familia desde Tumbes. Luego, no tuvo comunicación con ellos porque no quería que supieran donde estaba para evitar que lo buscaran.
Minutos después, narró, con lujo de detalles, cómo sobrevivió en los países donde estuvo: “La mayoría del tiempo dormía en la calle. En Colombia había pandillas de adolescentes (gamines) que en las noches se reunían para dormir en parques, estaciones de camiones o al pie de las iglesias. A veces me acoplaba a las pandillas para sentirme más seguro. Si estás solo, eres víctima fácil de depredadores y ladrones. Cuando había algo de dinero dormía en hoteles baratos para estar limpio y lavar mi ropa”.
Además, explicó que conseguía los trabajos engañando que tenía 17 años. Su 1,80 cm de estatura convencía a sus empleadores. “Vendí collares que hacía de coral y caracol en Puerto Obaldía, Panamá. En este pueblito siempre había yates que cargaban provisiones y les ofrecía mis collares a sus dueños. Hacía mandados para las cocineras de un mercado público en Turbo, Colombia. Llevaba leña, cocos, pescados y lavaba los platos. Me daban de comer y una propina. Trabajé en un barco camarero en el golfo del Darién, entre Panamá y Colombia”, agregó.
También reveló que vendió arepas de queso en una carretilla ambulante en Santa Marta y que trabajó de camarero y haciendo limpieza en un restaurante en Cartagena. En este último trabajo, tenía hospedaje, comida y propina los días libres. “El 65% del tiempo que pasé fuera de casa viví en Colombia. El resto estuve entre Ecuador, Panamá, Venezuela y Curazao. También viajé en un barco de carga hondureño, El Omoa, a Puerto Limón, en Costa Rica y a Charleston, en Carolina de Sur (EE.UU)”, dijo John.
Luego de tantos meses de búsqueda por parte de su familia y de la Interpol, el peruano fue detenido en Francia. Allí pensó que lo iban a meter a la cárcel, pero fue trasladado a las instalaciones de la aduana de Le Havre para iniciar los trámites de su deportación. Los papeles demoraron de 4 a 5 días. “Nos trataron muy bien”, dijo Velezmoro. Ya en suelo limeño, el adolescente fue intervenido en el avión por el personal de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP).
Al llegar a la puerta de la nave, vio que sus padres estaban esperándolo en las escaleras. “Reconocí rápidamente a mi padre, pero me tomó varios segundos reconocer a mi madre, pues había perdido muchísimo peso y su cabello estaba completamente encanecido. Me abrazó llorando por un tiempo prolongado hasta que el oficial a cargo nos separó para llevarnos a su oficina y acabar con los trámites de mi repatriación”, recordó John. El peruano también confesó que esta travesía lo volvió menos inocente y que tiempo después, cuando estuvo en la universidad, viajó como mochilero a Europa.
Asimismo, aclaró que seguir viajando estaba en el ADN de su familia. Cabe resaltar que tras regresar al Perú, John Velezmoro acabó la secundaria y estudió Hotelería, Turismo y Administración de Empresas en Estados Unidos. Allí siguió viviendo por 20 años. Además, era representante de una compañía china en Latinoamérica y vendía casas en su tiempo libre. Hablaba inglés, portugués y entendía un poco de japonés. También iba a ser padre por primera vez.
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