El valor de la mujer ha ido consolidándose en la sociedad peruana desde las décadas del siglo XX. En ese entorno, su figura se ha hecho cada vez más fuerte. Sin embargo, esa historia de empoderamiento costó sacrificio, lucha, pero también creatividad y confianza que muchas mujeres demostraron en distintos pasajes de sus vidas. Mujeres pioneras ha habido en todos los campos. En el Perú, intelectuales, científicas, profesionales, servidoras públicas, miembros de las Fuerzas Militares y Policiales, así como deportistas, políticas, artistas, todas ellas, descubrieron sus grandes talentos y capacidades de resiliencia con gran tesón y valentía.
Hoy, el Día Internacional de la Mujer, nos permite recordar algunos casos, a modo de ejemplos, de mujeres peruanas sobresalientes, sin que esto reduzca la gran variedad de oficios y actividades en las que ellas son las maestras.
Una de ellas fue Carmela Combe, quien el 6 de mayo de 1921 rebasó cualquier límite para una mujer de su tiempo, al cumplir su sueño de volar sola en un avión. De esta forma, fue la pionera de la aviación civil del Perú. Combe fue una alumna aplicada y adelantada en la antigua Compañía Nacional de Aeronáutica, donde conoció e hizo amistad con Elmer Faucett, su compañero de vuelos. Con habilidad innata, obtuvo su brevete de piloto en 1922.
Las fuerzas del orden no han sido menos en osadía y valor. Un ejemplo de aquello fueron las 40 mujeres que se incorporaron, el 2 de mayo de 1956, al Cuerpo de Investigación y Vigilancia de la Policía Femenina de la Escuela de Detectives, perteneciente a la Escuela Nacional de Policía. La resolución ministerial, firmada por el presidente Manuel A. Odría, el 9 de noviembre de 1955, permitió la creación de esta sección que hizo historia en la Policía peruana. Otros hitos importantes, como veremos más adelante, han dado a la mujer policía más protagonismo en el deber de velar por la paz social y la seguridad en el país.
Otra vez en el plano civil, una mujer peruana asumió otra gran responsabilidad en los años 60. Se trató de Ana María Fernandini de Naranjo, la primera alcaldesa de Lima. Aunque no fue elegida en elecciones libres, su destreza y empeño en dirigir la ciudad capital fueron admirables. Fernandini asumió la alcaldía el 15 de marzo de 1963. Fue una fecha histórica. Su designación provino del Consejo de Ministros del Gobierno provisional del general Nicolás Lindley López. Fue un hecho sin precedentes en el Perú. Un logro político para la mujer.
En los años 70, en pleno gobierno militar del general Francisco Morales Bermúdez, egresaron del Ejército peruano 260 paracaidistas. Eran militares excepcionales. Por primera vez las Fuerzas Armadas contarían con ese número de mujeres aterrizando con destreza con sus propios paracaídas. El vuelo de graduación ocurrió el 29 de setiembre de 1975. Los medios de comunicación las trataron como “ángeles sin alas”, pero lo que hicieron ellas fue dar un gran paso -o un gran vuelo- en la liberación femenina. Las mujeres eran cada vez más fuertes y osadas en todos los campos de la vida social, política y militar.
De las militares volvemos a las policías, pues en esos años setenteros, el 5 de enero de 1979, se graduó la primera promoción de la Policía Femenina de la Guardia Civil del Perú (GC). El discurso de clausura y año académico estuvo a cargo del ministro del Interior, general (EP) Fernando Velit Sabattini. Allí este dijo: “La Policía Femenina de la Guardia Civil representa la fuerza espiritual de la mujer peruana, que se ha preparado para colaborar en el mantenimiento del orden social y la paz interna que el país necesita para realizar sus grandes objetivos”. El gobierno militar, por Decreto Ley Nº 21929, del 13 de septiembre de 1977, había autorizado a la Guardia Civil del Perú establecer su Policía Femenina.
Pero desde la civilidad también se buscó dignificar a la mujer, y con más interés si se trataba de aquellas provenientes de las minorías étnicas en el Perú. Un ejemplo de ello fue Licenia Ihuaraqui, la mujer de origen Piro, nacida en Requena, departamento de Loreto, quien estudió Medicina en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, graduándose el 5 de octubre de 1981. Ella se convirtió, según “El Comercio”, en la primera mujer aborigen de la selva peruana en graduarse de médico cirujano. Al ser entrevistada, Licenia declaró que su más grande anhelo era “volver al lado de los suyos y prestar servicios en el Hospital Amazónico, donde hacen falta muchos médicos”, dijo, demostrando entrega y amor por los suyos.
El cuerpo policial siguió su tradición de incorporar a las mujeres en los diferentes servicios. En diciembre de 1990, “El Comercio” informaba que 92 agentes policiales se terminaban de preparar, luego de tres meses, para realizar tareas de salvataje, en una de las 73 playas o 15 piscinas que existían en ese entonces en Lima y Callao. Las primeras mujeres salvavidas de la Policía fueron entonces la cabo Leonor Polo Loyola y la agente Ana María Banda de Ríos, ambas de las promociones 83 y 84 de la Policía Femenina, respectivamente. El rigor de su preparación fue el mismo que recibieron sus 90 colegas varones de diferentes unidades operativas de la Policía. Así quedaron listos para colaborar con la ciudadanía el verano de 1991.
Esas mujeres salvavidas de los años 90, como las otras mujeres luchadoras desde los años 20 que hemos reseñado, no se sintieron menos que sus colegas del sexo opuesto. Hoy, las mujeres trabajadores del Perú siguen un camino que aún es cuesta arriba, aunque ellas seguramente saben que los cambios sociales y culturales que las colocan como protagonistas seguirán dándose ininterrumpidamente.