“La corrupción le ha hecho daño a la democracia”
Hoy la política carece de credibilidad y atrae a perfiles mediocres, que actúan de tal forma que terminan agravando la baja calidad de la democracia. Lo afirma Olivier Dabène, director del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po) y presidente del Observatorio Político de América Latina y el Caribe, entrevistado con motivo del Día Internacional de la Democracia, que se celebró el pasado lunes.
— ¿Cuáles son sus reflexiones sobre el estado actual de la democracia en América Latina?
Del lado positivo, América Latina se destaca en el mundo por ser un continente de países en desarrollo casi totalmente democrático. Mirando a África, Medio Oriente o Asia, no es poca cosa. También en lo positivo, ha habido avances en materia de profundización de la democracia participativa. Del lado negativo, en los últimos años, ha habido retrocesos en la calidad de la democracia en varios países.
— En las últimas décadas, el proceso de democratización y expansión de los derechos civiles y políticos en Latinoamérica se ha dado en medio de grandes debilidades institucionales, con situaciones de crisis de representación, corrupción, criminalidad e incapacidad de los gobiernos de responder a las demandas de los ciudadanos. ¿Esta sería la única causa de las tensiones y conflictos que se observan en varios países de la región?
Hay que distinguir entre diferentes tipos de problemas. Es cierto que hay una gran impotencia en materia de inseguridad, violencia, corrupción, lo cual genera un desencanto profundo, y hasta puede alimentar una cierta nostalgia de regímenes autoritarios. Sin embargo, los avances sociales de los últimos años han sido espectaculares. La reducción de la pobreza y de la desigualdad es notable.
El peligro viene cuando los ciudadanos insatisfechos dejan de culpar a los gobiernos y se ponen a cuestionar el sistema, rechazando la democracia representativa. El populismo puede renacer en cualquier momento y nunca ha dado buenos resultados…
— El insuficiente desarrollo económico en América Latina explicaría en parte la inexistencia o los defectos de la democracia. ¿Pero qué otros factores habría que analizar? ¿El colapso de los partidos políticos tradicionales?
No creo que sea un problema de desarrollo económico. Los partidos políticos tienen efectivamente una gran responsabilidad. No siempre vemos a partidos preocupados por el interés común. Y tampoco vemos partidos políticos capaces de articular programas de gobierno o alternativas realistas cuando se encuentran en la oposición. Me llama mucho la atención la inexistencia en muchos países de una oposición responsable y organizada. Esto facilita mucho la tarea de los presidentes que pretenden reelegirse una y otra vez.
— ¿Puede existir democratización política sin democratización económica?
No, la clave es la reducción de la desigualdad. La igualdad ciudadana es una ficción cuando existen desigualdades abismales en las sociedades. América Latina ha hecho progresos, pero queda un largo camino… La reforma fiscal sigue siendo una tarea pendiente en casi todos los países. América Latina necesita regímenes fiscales progresivos.
— ¿A qué atribuiría usted el surgimiento en América Latina de regímenes que, manteniendo la formalidad de las instituciones democráticas, concentran todos los poderes en un líder que gobierna ejerciendo control sobre los procesos electorales para lograr la reelección, sin respeto alguno de la Constitución?
Creo que hay varias causas. Líderes que lanzan programas de reformas profundas o revoluciones, pensando que ellos son indispensables para llevarlas a cabo. Tienen la impresión de que los países requieren cambios profundos y que no importa cuánto tiempo se van a demorar para implementarlas. Puede ser que tengan razón. Cambios profundos, tipo refundación de un Estado, no se dan de la noche a la mañana. El problema es que dicha ambición no se acomoda fácilmente con el calendario electoral. Venezuela, Bolivia y Ecuador entran en esa categoría. Sin embargo, no hay que descartar que las opiniones públicas pueden apoyar a un líder carismático y desear que se mantenga en el poder por mucho tiempo. Y tampoco hay que descartar la debilidad de las oposiciones que mencioné anteriormente.
— ¿La frustración de expectativas y la exigencia de otra manera de gobernar podrían combinarse en forma positiva si existieran en Latinoamérica candidatos honrados y con solvencia política suficiente para inspirar confianza?
La calidad del personal político es sumamente importante. En nuestras sociedades, en Europa y América Latina, vemos que la política no atrae a los mejores o más brillantes representantes de una generación. La política, la búsqueda del bien común tiene que recuperar la dignidad. La corrupción y el populismo le han hecho mucho daño a la democracia. Se ha perdido toda confianza no solamente en los políticos, sino en la política misma. Lo cual nos coloca frente a un círculo vicioso, donde la política carece de credibilidad y atrae a perfiles mediocres, que van a actuar de tal forma que terminan agravando la pérdida de credibilidad de la política. Solamente la vigilancia de los ciudadanos puede romper con esta dinámica negativa, mediante la exigencia permanente de la rendición de cuentas.
— Es indudable que los partidos políticos desempeñan un papel fundamental para resolver la crisis de la representación democrática en América Latina. ¿Pero cree usted que podrían haber otras alternativas?
No, no hay alternativas. La democracia participativa puede ser un complemento sumamente útil. Puede enriquecer la democracia, pero no puede reemplazar a la democracia representativa.
— ¿Cuál es su opinión sobre la suspensión de la edición impresa del diario “El Impulso”, el más antiguo de Venezuela, y el desarrollo del proceso electoral en Bolivia, en el que todas las reglas y prácticas están dirigidas a ayudar a que Morales gane la elección?
La calidad de la democracia se encuentra afectada en varios países. Venezuela es el caso más obvio. El problema de Venezuela es que tiene pocos demócratas, sea en el gobierno o en la oposición. Por las razones que he mencionado anteriormente, lamentablemente hay países donde los gobiernos no contemplan la derrota. La democracia implica ante todo aceptar la derrota electoral. Donde no se acepta la derrota, no hay demócratas.
En Facebook: AudienciasEcPe
En Twitter: @Audiencias_ECpe
Textos: Iris Valderde | Fotos: Archivo El Comercio y ONPE