No, el cáncer no ocurre por mala suerte
La primera gran noticia médica del 2015 fue publicada en la revista “Science” el 2 de enero pasado. En ella, se dice que dos de cada tres casos de cáncer se deben a la “mala suerte”.
La noticia explosionó como una bomba y los reportes de radio, televisión y las revistas y periódicos de todo el mundo resaltaron el titular simplista de que “dos de cada tres canceres son por mala suerte”.
Y eso sucedía justo en la época en que la gente empezaba el nuevo año y bien o mal se hacía sus famosas “propuestas de nuevo año”, siendo una de las mas populares, el cuidarse del cáncer comiendo saludablemente, haciendo ejercicios y dejando de fumar cigarrillos.
Con casi treinta años de trabajo en oncología, les puedo asegurar amables lectores que una de las cosas mas difíciles para un médico es hacer que la gente cambie sus hábitos negativos e inicie estilos de vida saludables que lo lleven a prevenir o retrasar las enfermedades crónica, entre ellas el cáncer.
A la gran mayoría de la gente le cuesta mucho cambiar. A veces lo hacen por periodos muy cortos de tiempo, pero al final, renuncian a su determinación de mantener un estilo de vida saludable porque se dejan llevar por el fatalismo que se resume con la expresión: “para que diablos me cuido, si de algo me voy a morir” o sacan a relucir el ejemplo del tío Pedrito que sigue “fumando como chino” y allí esta “paradito” a los 86 años o el pobre primo Roberto, que se murió de cáncer de pulmón a los 40 años y nunca había fumado un cigarrillo y se cuidaba “hasta del aire que respiraba”.
Sin duda, que los reportes periodísticos que aseguraban que dos de cada tres casos de cáncer eran causados por la mala suerte, debió haberle caído como anillo al dedo a millones de esas personas, quienes tenían ya “estudios científicos” que avalaban lo que ellos siempre habían creído: de que no hay nada que puedan hacer (o dejar de hacer) para evitar el cáncer.
El asunto es que la Organización Mundial de la Salud, a través de su brazo especializado en cáncer, la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC), ha emitido un enérgico y poco frecuente comunicado de prensa en el que dice que esta en “completo desacuerdo” con el estudio y pide a la universidad que la publicó y por supuesto a los autores del estudio, que se rectifiquen inmediatamente.
A todo esto, recordemos que este estudio fue publicado en la revista Science, una de las revistas científicas mas prestigiosas del mundo y que los autores están afiliados a la Universidad Johns Hopkins, uno de los centros de investigación mas prestigiosos del mundo y que uno de los autores es el Dr. Bert Vogelstein, descubridor de la llamada cascada genética del cáncer y potencial candidato al Premio Nobel.
Es importante analizar el impacto de esta noticia para el ciudadano común y corriente, quien como dijimos esta esperando “una nadita” para no iniciar o mantener un estilo de vida saludable.
El estudio original
Es muy importante entender que el estudio original no fue de laboratorio con células o tejidos reales, sino que fue un estudio de probabilidades matemáticas hecho con poderosas computadoras.
El punto central de ese articulo fue analizar la probabilidad matemática de que 31 tipos de cáncer se hayan desarrollado en función al número de veces que se dividieron las células madres que les dieron origen.
Como sabemos, en el cuerpo humano existen cientos de tejidos que se están renovando diariamente a un ritmo diferente. Los tejidos del intestino por ejemplo se renuevan cada 3 días, mientras que los del cerebro o músculos, lo hacen cada meses o años. Es decir cada tejido tiene un diferente ritmo de renovación, el cual obviamente depende del numero de veces que se dividen las células madre que les dan origen.
Lo que los investigadores descubrieron entonces es que era posible predecir, matemáticamente hablando, cual era la probabilidad de que un tejido desarrolle cáncer a partir del numero de veces que se dividían sus células madre.
Una vez hecha esa predicción, los autores determinaron que en 9 de los 31 tipos de cáncer que estudiaron, su formula matemática no funcionaba porque había “algo extra”, que explicaba el desarrollo del cáncer. Ese “algo extra” fue identificado como algún elemento del comportamiento humano, tal como la luz del sol, el contagio del virus papiloma humano o el cigarrillo. Y efectivamente, en la lista de esos 9 tipos de cáncer, estaban el cáncer del pulmón, de la piel y de la garganta, que se sabe son consecuencia de infecciones, luz ultravioleta o elementos químicos del cigarrillo.
Y debido a que en los restantes 22 tipos de cáncer no se pudo identificar ninguna “causa extra” que lo ocasione, los autores concluyeron que en estos casos, el cáncer no podía ser otra cosa que la “mala suerte” producida por la variación aleatoria en la replicación del ADN al momento de la división celular de las células madre.
Como lo aclaró uno de los autores (un matemático que probablemente nunca ha visto a un paciente con cáncer), su articulo no decía que dos de cada tres cánceres son producto de la mala suerte, sino que “dos tercios de la variación en las tasas de cáncer en diferentes tejidos podrían explicarse por la mala suerte del azar”.
Analogía del carro
Creo que en este momento es útil usar una comparación que todos podamos entender, en el cual se compare el cáncer con un accidente en la carretera.
Imaginemos que en el Perú se producen 100.000 accidentes fatales de carretera cada año. De todos esos accidentes, los más frecuentes son en la Panamericana Norte y en la Panamericana Sur, con 35.000 en cada una, lo cual deja 30.000 accidentes para el resto de carreteras.
La posibilidad de que ocurra un accidente (un cáncer) va a depender de varias cosas. En primer lugar de la distancia del viaje. Un viaje corto va a tener menor probabilidad de tener un accidente que uno largo.
En segundo lugar, las condiciones de la carretera, si la carretera es buena y esta bien señalizada, las probabilidades de un accidente son menores que en una carretera descuidada. En el caso del cáncer, las condiciones de la carretera pueden ser comparadas a los factores ambientales que producen el cáncer: infecciones por virus, tabaco, alcohol, etc.
En tercer lugar están las condiciones mecánicas del carro y la destreza del piloto. Si un carro tiene malos frenos y no tiene luces y el piloto es irresponsable, va a tener mas probabilidad de tener mas accidentes. En el caso del cáncer, estas corresponderían a los factores genéticos hereditarios.
En esa analogía, la distancia del viaje es comparable a la división de células madre. Obviamente, las condiciones de la carreta y del carro van a ser muy importantes para determinar el riesgo de un accidente pero un viaje cortito de 5 kilómetros, aun con un mal carro y una pésima carretera, va a tener menor probabilidad de tener una accidente que un viaje de 500 o 700 kilómetros. Lo que los matemáticos de Hopkins descubrieron es que en dos de cada tres accidentes, lo que mas importa es la distancia del viaje.
El problema fundamental del estudio de Hopkins es que fue mal interpretado y mal comunicado y, como lo dice la IARC, no tomó en cuenta a los cánceres mas comunes que afectan al ser humano, los que sabemos que son consecuencia de un estilo de vida no saludable (es decir malas carreteras).
En ese sentido, se imagina usted amable lector que alguien haga un estudio de accidentes en el Perú y que concluya con grandes titulares que “dos de cada tres accidentes en el Perú son por los precipicios en las carreteras”. Pero cuando se analiza el estudio se da cuenta que este no incluyó ni a la Panamericana Norte ni a la Panamericana Sur, carreteras con el mayor número de accidentes y que se concentró en pequeñas carreteras en el interior del país. Obviamente, no se puede generalizar para todo el Perú lo que ocurre en pequeñas carreteras del interior…
Así es el estudio de Hopkins, tomó mas en cuenta a cánceres poco frecuentes de causa desconocida y dejó de lado a los cánceres mas comunes que se sabe que pueden ser prevenidos o detectados.
En resumen, en la gran mayoría de canceres que matan al ser humano, el cáncer NO ocurre por mala suerte.