La salud pública de los accidentes de tránsito
El reciente y fatídico accidente ocurrido la semana pasada en la Curva del Diablo del serpentín de Pasamayo, en el que fallecieron 52 personas, vuelve a poner en el tapete el tema de la seguridad de las carreteras peruanas, el cual es sin duda, un importante asunto de salud pública.
Para que un hecho que ocurre en la sociedad sea considerado como un problema de salud pública, deben cumplirse cuatro condiciones: que el problema ocurra amplia y frecuentemente; que cause severa discapacidad, sufrimiento y muerte; que pueda ser controlado con métodos efectivos; y, que las soluciones del problema sean aceptables para la sociedad. No hay que ser un experto en salud pública para darse cuenta que los accidentes de tránsito en el Perú cumplen esas cuatro condiciones.
De acuerdo al Ministerio de Transportes y Comunicaciones, en el 2015 ocurrieron 95.532 accidentes de tránsito, los que causaron 2.965 muertos y 56.499 heridos, con un costo de S/ 19.165 millones. Ocho peruanos mueren cada día en el Perú por un accidente de tránsito, teniendo más de la mitad de las victimas, entre 26 y 60 años.
Tasas de mortalidad por accidentes de tránsito
Contar las muertes causadas por los accidentes de tránsito en un país es relativamente sencillo. Basta con tener un sistema mas o menos organizado de vigilancia policial y hospitalaria para calcular el número de muertes que esos accidentes causan. Más difícil es convertir esos números en cifras que nos permitan comparar el letal impacto de los accidentes de tránsito entre regiones o países.
Para eso, es necesario calcular una tasa, la que se expresa como el número de muertos (en este caso por accidentes de tránsito) que ocurren durante un año por cada 100 mil habitantes de un país y es la única manera de comparar las muertes entre diversos países. No es lo mismo que ocurran 25 muertos al año en el país A, que tiene 100 mil habitantes, a que ocurran 50 muertes en un país B de 300 mil habitantes. A simple vista, podría pensarse que la situación del país B es peor que la del país A, porque tiene el doble de muertes en un año (50 versus 25), pero lo cierto es que el cálculo de las tasas revela que el impacto letal de los accidentes en el país B es mucho menor que en el país A. Eso porque el país B tiene tres veces más habitantes que el país A. Al respecto, las tasas de mortalidad por accidentes de tránsito en Cusco y Arequipa son, por ejemplo, casi cinco veces más altas que las de Lima.
De acuerdo al último cálculo de las tasas de mortalidad por accidentes de tránsito en 180 países, hecha por la Organización Mundial de la Salud en el 2013, la tasa de mortalidad promedio para los países desarrollados es de 9,3 muertos por año por cada 100 mil habitantes; 18,4 para los países de ingresos medios y 24,1 para los países de ingresos bajos.
África es campeón mundial con 26,6 muertes por cada 100 mil, seguido por Asia con 17 y las Américas con 15,9. Europa solo tiene 9,3 muertes por 100 mil habitantes.
En América del Sur, Brasil tiene la tasa más alta con 23,4; seguido de Bolivia con 23,2; Paraguay con 20,7; Ecuador con 20,1; Colombia con 16,8; Uruguay con 16,6; Perú con 13,9; Argentina con 13,6, siendo Chile el país con menor tasa de mortalidad por accidentes de tránsito con 12,4. Estados Unidos tiene 10,6 y Canadá 6,0. El “campeón” mundial es Tailandia con 36,2 muertes por 100 mil habitantes. Según el mismo reporte, cada año mueren 1,25 millones de personas por accidentes de tránsito en el mundo.
Corolario
A pesar de tener menos del 50% de vehículos del mundo, los países pobres tienen más del 90% de las muertes por accidentes de tránsito. El transporte público de los países pobres por ejemplo (el Perú entre ellos) es deficiente, no respeta las reglas de velocidad, sobrepasa la capacidad de los vehículos y transporta a la gente como si fuera carga.
También contribuyen la falta de castigo propiciada por autoridades corruptas y la circulación de vehículos viejos, sin mantenimiento y propensos a los accidentes. La razón fundamental de todos esos problemas es una evidente incapacidad de la sociedad para diseñar e implementar programas preventivos de seguridad en las carreteras.
Al respecto, un estudio presentado en el Michelin Challenge Bibendum de Berlín del 2011, encontró que por cada dólar que se invierte en prevención de accidentes viales, se ahorran quince dólares en el futuro. Pero como autoridades y políticos –al igual que en el caso de la Ley de alimentación saludable- no ven mas allá del presente, no tienen la visión de invertir en prevención.
Por último, la mayoría de habitantes de países de bajos y medianos ingresos carece de una cultura de educación vial. En ese sentido, mucha gente en el Perú está convencida de que el manejar un vehículo o usar una calle o carretera es una actividad a la que tiene un derecho absoluto y hace valer ese derecho de acuerdo al tamaño y potencia de su vehículo.
No se dan cuenta que el manejar y usar una calle o carretera es un privilegio que les brinda la sociedad y que la condición fundamental para ejercer ese privilegio debiera ser el respeto por la seguridad propia y de los demás.
El día en que nuestras instituciones aprendan a respetar a sus ciudadanos y que nosotros aprendamos a respetarnos los unos a los otros, sin duda que las cosas mejorarán.