Nuestro lado cálido en el trabajo
Hace algún tiempo escribí sobre el impacto de la calidez en nuestra capacidad para influir, impactar y liderar. Me basé en diversos estudios publicados en la revista Harvard Business Review en el número de julio agosto 2013. El tema me fascina y es de esos sobre los que uno tiene muchas opiniones e intuiciones, hasta que la data y la investigación científica te da la razón (¡o te la quita por completo!).
En mi trabajo nuestro día a día está abocado a ayudar a las personas a mejorar su capacidad de impactar positivamente, influir y liderar. En eso, la calidez es obviamente central.
La calidez, dicen dichos estudios, es el poder secreto que permite que la gente confíe en nosotros más y más rápidamente. Al hacerlo nuestra capacidad de influir en las personas crece de manera exponencial y, con ella, también nuestra imagen y reputación. Es decir: en interacciones cálidas, ¡todos ganan!
Sin embargo acostumbramos ver que la mayor parte de las personas (especialmente las mujeres en el trabajo) tratan de impactar primero por su capacidad o talento antes que por su calidez. Asumen que la calidez llegará después, cuando la relación ya se haya dado. Pero lo que dicen las investigaciones es que para que una relación tenga mejores posibilidades de darse, primero debe estar presente la calidez.
En el mundo del trabajo observo que esto es un reto grande para muchos que queremos mostrar primero lo preparados y capaces que somos, en un afán por probar que somos muy competitivos. De esta manera terminamos -muchas veces y sin querer- mostrándonos como fríos o distantes (otro dato interesante de estas investigaciones refiere que si somos exitosos pero no cálidos, lo que terminamos produciendo es envidia; y si eso se da, no nos escucharán y la relación se vuelve difícil).
El reto es entonces mostrar siempre -y mucho- nuestro lado más humano (lo cual no significa necesariamente lo mismo que tener nuestras emociones a flor de piel). Es decir, mostrar calidez y aperturas genuinas y honestas. Ello implica además, tener un lenguaje corporal (que empieza con una sonrisa amplia y sincera, entre otros gestos de apertura) que indique claramente que las personas que tenemos al frente “nos gustan”, que la aceptamos y aprobamos y que confiamos en ellas.
Así ellas podrán confiar en nosotros y, con esa confianza, vendrá también su apertura y disposición para aceptarnos y a lo que tengamos que decir o proponer. El reto es mostrar nuestra calidez primero, aunque la otra persona no nos muestre la suya. Eso requiere de cierto coraje y de mucha práctica en cada interacción que tengamos con personas de todo nivel (no vale ser selectivo).
Los beneficios para todos serán grandes, especialmente para nuestra calidad de vida, para nuestra imagen y reputación y para nuestra capacidad para influir y liderar. Ese es el enorme poder de la calidez en el trabajo y en la vida personal.