¿Qué tipo de ciudad nos espera?
En una encuesta publicada recientemente por la empresa IPSOS, mas de dos terceras partes de ciudadanos en 29 países consideran el cambio climático como una amenaza igual de relevante que la actual pandemia que vivimos. La afirmación, no sólo pone en evidencia la relevancia del problema en el imaginario social, sino también, de una vez por todas, representa una oportunidad para redirigir la atención hacia consideraciones que puedan mitigar el impacto. En un momento en donde se discute la relevancia de las ciudades como protagonistas para limitar el cambio, este articulo quiere reconocer ciertas visiones para su futura viabilidad.
Es necesario redefinir la relación entre el espacio y la vida. En los últimos 70 años las ciudades han sido pensadas para funcionar como sistemas de creación e intercambio de capital. Vemos como el problema del tráfico es un indicador medido en horas hombre perdidas y no en tiempo perdido con tu familia. Eso ya está cambiando.
En un intento para guiar su rehabilitación post pandemia, ciudades como Ámsterdam trabajan bajo un modelo llamado la economía del Donut. Según su creadora, la economista británica Kate Raworth, si modificamos el concepto de eterno crecimiento hacia uno de prosperidad la vida puede darse dentro de un umbral que satisfaga las necesidades de todos sin dañar el planeta. Entre los pilares de la ciudad de los molinos para funcionar como un sistema circular para el año 2050, se encuentra el aumento de la oferta para la accesibilidad más justa de la vivienda, la transformación sustentable de su construcción, así como la gestión eficiente de sus residuos y su comida.
Por otro lado, es fundamental incorporar la noción de ecología profunda. Término acuñado por el filósofo noruego Arne Naess en 1973, que enfatiza en la capacidad de coexistir y cooperar en interrelaciones naturales complejas. En un contexto como el que vivimos, en donde casi el 75% de la población del Perú vive en ciudades, implica no solo incorporar dentro de nuestros sistemas urbanos mayor biodiversidad ambiental (por ejemplo, la generación y/o protección de bosques urbanos) sino también considerar en su diseño a las infraestructuras débiles que componen el territorio que habitamos. El agua y nuestras cuencas, por citar un ejemplo, han sido uno de las infraestructuras más vulneradas en la construcción de nuestras ciudades siendo reguladas, contaminadas, e incluso cuando se ha podido, escondidas.
Por último, es indispensable darle un rostro de comunidad al lugar en que vivimos. La noción de la ciudad de los 15 minutos – propuesto por Carlos Moreno profesor de la Sorbona en París – nació con la finalidad de redefinir la relación entre el ciudadano y el ritmo de la ciudad. La intención principal consiste en la alternancia de actividades que satisfagan la demanda así como el impulso de la micromovidlidad en radios no mayores a ese intervalo de tiempo. Ante ciudades cada vez más extensas, complejas y difíciles de administrar, lo que se busca es la generación de sistemas autónomos que construyan una vida local.
Con ello, lo que se busca es la creación de un marco sustentable que ponga la ciudad al servicio del ciudadano, valore la naturaleza no como un insumo para ser explotado sino como una herramienta que amplifique la salud y en donde cualquier ciudadano pueda organizarse sin que esto tienda a la aglomeración. Queda pendiente su aplicación en distintos contextos con la única finalidad de sacar conclusiones que permitan construir una mejor habitabilidad.
Jaime Sarmiento
Carolina Linares
Favio Chumpitaz