Los candidatos y los transgénicos
“Usted defiende las semillas transgénicas”. “Yo defiendo las semillas mejoradas”. “Usted dijo que [la moratoria] era una medida de la inquisición”. “Yo defiendo las semillas que han salvado al mundo de la hambruna”… A esto se redujo una discusión vacía respecto a los transgénicos el domingo pasado en el debate presidencial. Hay que ser sinceros, una posición contraria a los transgénicos siempre generará más votos en una población que, en su mayoría, tiene una percepción negativa hacia esta tecnología. Lo mejor que pudieron haber hecho es aprovechar ese tiempo para exponer sus propuestas para mejorar o potenciar la agricultura en el país.
De acuerdo con las estadísticas del INEI (IV CENAGRO), hay unos 2,5 millones de agricultores en el Perú. Esto quiere decir que al menos 10 millones de peruanos —la tercera parte de la población nacional— dependen directamente de la agricultura: el agricultor (a), su esposo (a) y dos hijos (que pueden ser más). El 23% de ellos tiene menos de 0,5 hectáreas (algo así como una canchita de fútbol) y el 56% menos de 5 ha (1,74 ha en promedio). Es decir, casi el 80% son pequeños agricultores quienes cultivan principalmente café, papa, maíz amarillo (para los pollos), maíz amiláceo (cancha y choclo) y arroz.
La mayoría de las personas desconoce lo duro que es el trabajo en el campo. Como siempre encontramos todo tipo de frutas y verduras en el mercado —y a buen precio—, no nos detenemos a pensar todo el esfuerzo que significó su producción. Yo mismo era un completo ignorante hasta que —por el trabajo— empecé a recorrer distintos campos de maíz, algodón, arroz y soya en el país y conversar con los agricultores.
En el campo, la naturaleza no es nada benevolente con los cultivos. Las malas hierbas (malezas) se apoderan de los nutrientes y, si crecen más rápido, de la luz. Algunos insectos se comen las hojas y los frutos. Las bacterias, hongos y virus provocan enfermedades. Los loros se comen las mazorcas antes de cosecharlas. Muchas veces se estropea todo el cultivo y esto provoca una pérdida significativa para el agricultor, más aún si lo único que tiene es una pequeña parcela de dos hectáreas.
Hay diferentes soluciones para este problema. Los pesticidas químicos naturales (en la agricultura orgánica) o sintéticos (en la agricultura convencional), los controladores biológicos (depredadores y parásitos que exterminan a las plagas), las trampas, etc. Lamentablemente, se percibe una falta de asistencia técnica hacia los agricultores a pesar de los notables esfuerzos que realizan las Direcciones Agrarias (los principales responsables), el SENASA, el INIA y las Juntas y Comisiones de Regantes. Más bien son los técnicos de las empresas comercializadoras de agroquímicos quienes les dan asesoría, obviamente, sesgada hacia la adquisición de sus productos. Por ello, de nada servirá dar un mejor acceso a créditos a los agricultores (a través de entidades como AgroBanco) si no harán un buen manejo del cultivo.
Los transgénicos vienen a ser una tecnología más enfocada a solucionar ciertos problemas de la agricultura, pero no es LA solución al problema. Actualmente, de las 180 millones de hectáreas de transgénicos en el mundo, la mitad es soya, la tercera parte maíz amarillo, un 13% algodón y un 5% canola. Es decir, el 99% son estos cuatro cultivos. Luego hay un poco de alfalfa y remolacha GM en EE. UU., algunas docenas de hectáreas de papaya GM en Hawái, un poco de frijol negro GM en Brasil y berenjenas GM en Bangladesh, entre otros. Estos últimos desarrollados por instituciones públicas de los países donde serán utilizados. Es decir, desarrollo de biotecnología para solucionar sus propios problemas.
He leído las opiniones de muchos investigadores relacionados con la biotecnología. Según ellos el uso de maíz y algodón transgénico incrementará el rendimiento y, por lo tanto, la productividad de estos cultivos. Esto no es tan cierto. El mismo reporte de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos lo dice: “Los datos nacionales para maíz, soya y algodón, no muestran una huella significativa de la ingeniería genética sobre la tasa de incremento de los rendimientos de los cultivos”. El rendimiento es inherente a la variedad y no porque sea transgénico. A esto se le conoce como rendimiento potencial, el cual podría ser alcanzado en el campo (rendimiento real) si se hace un buen manejo agrario, usando todas las tecnologías que tenemos a la mano (entre ellas la transgénica).
Los transgénicos son una tecnología más que no está exenta de riesgos. Para hacer una analogía sencilla, los aviones son otro tipo de tecnología, muy buena por cierto. Permiten ir de un lugar a otro de manera rápida y segura (mucho más que otro medio de transporte). Sin embargo, los aviones no están libres de riesgos, podrían ser secuestrados en cualquier momento o alguna pieza clave podría fallar y provocar un accidente. Para evitar esto se establecen medidas y controles adecuados que en el caso de los transgénicos vendría a ser la bioseguridad.
Para autorizar el uso de una planta GM primero se debe hacer un análisis de riesgos caso por caso (por cada variedad de transgénico y en el lugar donde se piensa utilizar). Es decir, identificar los posibles riesgos y ver si estos pueden ser manejados. El Perú todavía no establece un sistema nacional de bioseguridad, tal como lo tienen Brasil, México, Argentina, Colombia o Estados Unidos. La Ley de Moratoria da un plazo de 10 años para implementar todo eso a través de las líneas de base de la diversidad genética de especies prioritarias, infraestructura como laboratorios de detección de transgénicos (para los monitoreos) y el fortalecimiento de capacidades de los profesionales que regularán esta tecnología.
En el país tenemos problemas muy graves de fondo en la agricultura. Por ejemplo, hay un gran comercio de semillas bambas (falsifican las etiquetas, cabecean las bolsas de semillas importadas, venden a granel cuando está prohibido, etc.). No hay facilidades para acceder a los créditos agrarios en ciertos cultivos como el algodón, lo cual es aprovechado por habilitadores de créditos y acopiadores que fijan los precios de los cultivos muy por debajo de lo establecido en el mercado (y que, a parte, evaden impuestos). El sobrecosto de algunos insumos agrícolas. Esto no lo soluciona ninguna semilla mejorada o transgénica. Es como comprarse un Ferrari de último modelo y manejarlo en las calles de Lima, llenas de baches y rompemuelles, que nunca permitirán expresar todo su potencial. Primero se debe empezar por solucionar esto, ya que influye directamente en la rentabilidad de los agricultores.
No nos dejemos engañar por los números. Si bien, uno de los sectores que más ha crecido en el país es el de la agroexportación, esta se concentra en pocas empresas. La gran mayoría de los agricultores peruanos no cultiva productos de agroexportación. Esperemos que en este último debate se expongan propuestas serias sobre estos aspectos.