A 75 años del primer parquímetro
El parquímetro es un dispositivo que permite controlar el tiempo de un auto estacionado. Querido y odiado a la vez, este aparato cumple hoy, 16 de julio, 75 años. En 1935, los ciudadanos norteamericanos de Oklahoma fueron los primeros testigos del funcionamiento del primer parquímetro, aunque en realidad se trató de catorce ubicados a lo largo de 175 metros. ¿Y en el Perú? Aquí, algunos datos históricos.
Parquímetros en la Lima de los años sesenta
Una mañana de verano de 1968 una familia de clase media salía del Mercado Central, en el Centro de Lima. Cargaban muchos paquetes, pero a pesar de los bultos no se sentían angustiados, pues sabían que su auto estaba estacionado a solo unos metros del mercado, tranquilo, reluciente y enorme, al lado de un moderno parquímetro.
Pero no solo el parquímetro era nuevo, también lo era el Mercado Central, cuyo nombre real es “Mercado Ramón Castilla”, el cual había sido inaugurado por el alcalde Luis Bedoya Reyes, el 18 de julio de 1967. Tal remodelación fue necesaria -se invirtió 90 millones de soles de entonces-, puesto que el antiguo local había sido pasto de las llamas dos años antes.
Como parte de la modernidad de aquellos años, el municipio limeño instaló los novedosos medidores, con el afán de poner orden en el creciente parque automotor y, a la vez, recaudar fondos municipales. De hecho así fue durante los primeros años del servicio, incluso se consolidó el marco legal del uso a través de una ordenanza del 7 de mayo de 1969, que Bedoya Reyes suscribió para aplicarse a nivel metropolitano.
Pero los malos hábitos resurgieron y en los años 70 -época de militares, protestas y huelgas- empezaron a robarse, primero, las monedas de los aparatos. El hecho no sorprendió a nadie. El municipio ideó, entonces, el uso de fichas, pero apenas empezó su uso, los antisociales urbanos cargaron con los parquímetros completos. Uno a uno.
El cuadro final se completó con una astucia de los vendedores ambulantes, siempre alertas a ubicarse en los mejores sitios de venta como el Mercado Central. Así, mientras el general Juan Velasco Alvarado se empeñaba en acosar a los medios de prensa, desde mediados de 1973, los comerciantes informales pusieron en práctica una modalidad para ocupar las calles sin problemas.
Esta consistía en aparecerse una mañana, muy temprano, con una moneda en la mano para depositarla en el parquímetro y ubicarse en el espacio destino a los autos. Ante los reclamos, ellos decían que estaban pagando por el sitio, es decir, cumplían con la tarifa, de esta manera los ambulantes podían quedarse tranquilamente, ya que la empresa concesionaria solo se limitaba a cobrar. El círculo se cerraba.
Solo fue cosa de algunos años, en la década del ‘80, para que todos los comerciantes informales volvieran a ocupar las calles adyacentes al Mercado Central y para que los parquímetros desaparecieran en medio de los robos y la indiferencia de los sucesivos alcaldes.
En Oklahoma comenzó la historia
Pero la historia de los parquímetros comenzó en dos calles de Oklahoma en 1935. Desde la década del ‘20, la ciudad se desarrolló bajo la sombra de la explotación petrolera, y si en esos años había solo tres mil automóviles, para mediados de los años ’30 el número de autos aumentó a más de cien mil. En ese escenario apareció Carl C. Magee, un astuto abogado y con visión para los negocios, cuyo cargo como presidente de la Comisión de Tráfico, de la Cámara de Comercio de la ciudad de Oklahoma, le permitió tomar decisiones.
Una de las primeras fue para resolver el problema del estacionamiento de autos, sobre todo alrededor de las zonas comerciales, lo que provocaba graves congestionamientos vehiculares. La necesidad le obligó a idear un sistema de control. Y allí fue cuando el ingenio inventor de Magee dio resultados: el primer aparato mecánico que buscaba regular el tiempo de estacionamiento apareció un 16 de julio de 1935.
Se trataba de 14 dispositivos que, ubicados a lo largo de dos cuadras (175 metros), convirtieron a Oklahoma en la primera ciudad del mundo en tener parquímetros. No pasó mucho tiempo para que toda la ciudad se llenara de estos medidores automovilísticos.
Magee tenía poder e influencia en medios de prensa como en The Oklahoma News, donde era el principal accionista. Desde sus páginas abogaba por el nuevo sistema, con titulares que reivindicaban el “carácter democrático” de los aparatos, ya que nadie podía exigir favoritismos.
Sin embargo, la reacción del público no tardó en generar problemas. Hubo vándalos que trataron de acabar con ellos, con el “argumento” de que no dejaban aparcar libremente (léase impunemente).
Pero las décadas siguientes dejaron ver a los parquímetros lucirse en muchas ciudades del mundo. Los modelos y tamaños variaron, y se fueron viendo parquímetros mecánicos individuales (la mayoría aún) y luego duales, hasta llegar a los últimos electrónicos o de tipo digital, que permiten mayor información para el usuario y se activan mayormente con tarjetas inteligentes.
Lima, el retorno de los parquímetros
A pesar de la mala experiencia de los parquímetros en el Centro de Lima en la década del ‘70, los vecinos de Miraflores vieron de nuevo la instalación de estos aparatos en sus calles más importantes, principalmente en la avenida Larco. Esto último ocurrió en noviembre de 1997.
El pago: un sol la media hora, en realidad, era un precio cómodo comparado con el servicio de parquímetros de otras ciudades, como en Santiago de Chile, donde la media hora bordeaba el dólar americano. Pero la verdad sea dicha: el peruano promedio no gusta de pagarle a una máquina, por más “inteligente” que esta sea.
Así que, si bien se comenzó con mucha promoción municipal, se terminó, por un lado, dejando sin trabajo a la mayoría de cobradores de parqueo, y por otro lado, la propia gente empezó a alejarse de los parquímetros, aparcando en calles donde no los había, motivando así problemas y reclamos de los vecinos. Aún hoy los parquímetros son una posibilidad de orden. Pero, ¿estaremos preparados para aceptarlos en nuestra vida cotidiana?
(Carlos Batalla)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio