La dama del misterio
Agatha Christie (1890-1976) es una de las escritoras más prolíficas de la historia literaria, sus 80 novelas, decenas de cuentos y obras teatrales, sus adaptaciones al cine, a la televisión y a la radio, así como sus traducciones a 45 idiomas, la convierten en todo un best seller. Las cifras revelan que habría vendido más de dos mil millones de libros. El miércoles 15 de setiembre se conmemoraron los 120 años de su nacimiento. Conozcamos la vida y obra de este mito literario que aún no deja de sorprendernos.
El misterio del crimen es parte de la novela policial, pero también lo es su solución. Estos elementos que ya se aceptaban desde la aparición de los primeros cuentos de Edgar Allan Poe (1809-1849), se convierten en piezas claves del imaginario novelístico de Agatha Christie. Pero no son las únicas.
Otros detalles serán agregados al género por esta mujer de apariencia mesocrática. Agatha Christie nació en Torquay, pequeña ciudad en la costa sur de Inglaterra, el 15 de setiembre de 1890. De padre norteamericano y madre inglesa, quedó huérfana del primero a los 11 años, tras lo cual recibió una estricta educación privada. Su pasión artística se reveló cuando enrumbó a París para estudiar canto.
Se casó en 1914 con Archibald Christie, uno de los primeros aviadores de la Real Fuerza Aérea; entonces la vecina de Torquay, Agatha Miller, pasó a ser Agatha Christie. Con ese nombre se dedicó primero a ser enfermera voluntaria durante la Primera Guerra Mundial.
Sus biógrafos dicen que la infidelidad de su marido le habría provocado la crisis depresiva que derivó en su desaparición, en el invierno de 1926. Diez días después, la encontraron en un hotel, a las afueras de su ciudad natal, donde se había registrado como Theresa Neele. Había sufrido una amnesia parcial. Este hecho, ocurrido cuando ya había escrito sus primeras obras, quizás sea el único pasaje oscuro de su vida.
Tras su separación de Christie dos años después, se volvió a casar esta vez con el arqueólogo Max Mallowan, con quien viajó constantemente a Medio Oriente, sobre todo a Irak y Siria, cuyos parajes y personajes se reflejarían en muchas de sus obras, como “Asesinato en Mesopotamia” (1930), “Muerte en el Nilo” (1937) y “Cita con la muerte” (1938). Solo se casó dos veces.
Sin embargo, su fama literaria había empezado en 1920 con una apuesta. Su hermana Madge le dijo que escribiera, si podía, “un buen relato de detectives”. El resultado fue “El misterioso asesinato en Styles”. Es el nacimiento del inspector belga Hércules Poirot. La aparición de la otra “detective”, la inglesa Jane Marple, fue posterior en la novela “Muerte en la vicaría” (1930), aunque la crítica especializada la reconoce en el cuento “The Tuesday Night Club” de 1926. Ella aparecería luego en 12 novelas y 20 cuentos más.
Poirot, en cambio, tiene el mérito de haber acompañado a la escritora medio siglo, es decir, durante toda su vida literaria, acabando con el último caso en la novela “Telón”, publicado en octubre de 1975, pocos meses antes de la muerte de su autora, tras una severa gripe, el 12 de enero de 1976.
En la actualidad, hay muchos detractores de su fama y de su obra. La literatura norteamericana no la admite de buena manera en el parnaso policial, según sea por sus excesivos artificios narrativos (a modo de folletín) o la inverosimilitud de sus desenlaces (inesperados cambios de identidad). Sin embargo, la impresión es que, poco a poco, nadie ha dejado de leerla, así sea en traducciones, como en las ediciones inolvidables de la editorial española El Molino. Su promedio fue siempre una novela por año.
La obra Agatha Christie fue perfeccionándose dentro de sus propios límites. Su formación como escritora estaba marcada por clásicos no solo como Poe, sino también Charles Dickens (1812-1870) y, sobre todo, el Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle (1859-1930). Hacía los años 40, ya era capaz de imponerse al lector con su abigarrado universo narrativo. Y es en el diálogo y en la psicología de sus personajes, trabajosamente elaborados, donde la autora inglesa encuentra la clave de su consagración literaria.
En su autobiografía, escrita entre 1950 y 1965, pero que se publicó póstumamente en 1977, dice: “La mejor receta para la novela policiaca: el detective no debe saber nunca más que el lector”.
A este lema sumó la frase exacta, el tempo narrativo controlado, la descripción de gestos y detalles más precisos y la ubicación física de los hechos en espacios reducidos, todo ello permitió que sus historias se convirtieran en verdaderos clásicos de la novela policial. Con el escenario definido la trama de sus numerosas novelas parecen armarse mejor o, en todo caso, volverse más lógica, más racional.
Quizás la novela con la que destaca sea “Diez negritos” (1939). Pero hay demasiadas novelas en su catálogo. Con todo, podemos destacar las más eficientes como “Sangre en la piscina” (1946), con Poirot, quien estaría también en otras clásicas como “Asesinato en el Orient Express” (1934) o “La muerte visita al dentista” (1940). Agatha escribió también seis novelas románticas bajo el seudónimo de Mary Westmacott.
Es imposible una recuento, por más breve que sea, sin mencionar la obra teatral “La ratonera” (1953), un éxito no solo por su calidad dramática, sino por haber permanecido en cartelera por más de 25 años.
Pero si su querido Poirot se aplicaba más a los casos complejos que se identificaban con los cánones del género, la gentil señorita Marple se enfrascaba en otros casos más “reales”. Sus intuiciones detectivescas eran las que llevaron a muchos críticos a acusarla de falta de rigor. Frivolidad detectivesca en medio de té y bizcotelas, decían. De todos modos, la imagen de Marple trascendió, y hoy se le vislumbra en cada vecino de cualquier pueblo donde asome lo más abrupto del ser humano: un crimen
Dicen sus biógrafos que Agatha Christie escribía sus historias a mano, en unos cuadernos sencillos, pero que luego corregía en su máquina de escribir. El viejo rito de crear una obra propia no requiere de mucha tecnología, solo de gran talento, férrea voluntad y, en el caso de la autora inglesa, una cuota no escasa de oscuridad. Así la hemos leído todos. Y así nos gusta.
(Carlos Batalla)
Fotos: Agencias AP