Día internacional de la democracia: lo que cuesta perderla
Cada vez que recordamos la democracia -que no es sencillamente el gobierno de la mayoría sino que puede definirse en términos de fuentes de autoridad para el gobierno- solemos incidir simplemente en los avances democráticos en el mundo o hacer una lista de los países más democráticos. Hoy, en su día internacional, Huellas digitales ha decidido valorarla no por sus avances sino recordar los momentos en que estuvo en peligro.
A pesar de que se suele hablar y escribir mucho sobre las transiciones hacia la democracia entre 1974 y 1990, conocidas como la tercera ola democrática, olvidamos que existen hoy aún 51 países bajo regímenes autoritarios, y hubo particularmente episodios de retroceso en todo el mundo que nos remarcan que la historia no es de carácter ascendente.
La primera contraola
Esta comenzó en 1922 con la famosa ‘Marcha sobre Roma’, y la facilidad con la que Mussolini derrotó a la frágil y bastante corrupta democracia italiana. En poco más de una década, las incipientes instituciones democráticas en Estonia, Lituania, Polonia y Letonia fueron obstaculizadas por golpes militares. Yugoslavia y Bulgaria, que nunca habían conocido una democracia real, se sometieron a dictaduras más severas.
La conquista del poder por Hitler en 1933 terminó con la democracia alemana, aseguró el fin de la democracia austríaca al año siguiente y tuvo como consecuencia el fin de la democracia checa en 1938. A su vez, la democracia griega, que había sido establecida por consenso nacional en 1915, fue enterrada finalmente en 1936. Portugal sucumbió al golpe militar de 1926, que condujo a la larga dictadura de Salazar.
Benito Mussolini durante uno de sus discursos que acabaron con la democracia italiana.
Otros golpes militares ocurrieron en Argentina y Brasil en 1930. Un golpe militar condujo en 1936 a la guerra civil y muerte de la República Española en 1939. La nueva y limitada democracia introducida en Japón en los años ‘20 fue suplantada por un gobierno militar al comienzo de la década de 1930.
Estos cambios de régimen reflejaban el desarrollo de ideologías comunistas, fascistas y militaristas, que si se olvidan las razones que llevaron a sus orígenes, podrían repetirse.
En Francia, Gran Bretaña y otros países, donde las instituciones democráticas lograron sobrevivir, los movimientos antidemocráticos ganaron fuerza a partir del progresivo aislamiento de los años ‘20 y la posterior depresión económica. La Segunda Guerra Mundial, que había sido llevada a cabo para salvar al mundo en pro de la democracia, había conseguido también incentivar las contradicciones entre la derecha y la izquierda.
La segunda contraola
A comienzos de la década de 1960, la segunda ola de democratización se había extinguido. Hacia fines de la década anterior, el desarrollo político y los regímenes de transición habían adquirido un cariz fuertemente autoritario. El cambio era notorio en América Latina.
El giro del autoritarismo comenzó en el Perú, en 1962, cuando las Fuerzas Armadas intervinieron para cambiar el resultado de las elecciones. Al año siguiente, Belaunde Terry es elegido presidente pero fue derrocado por un golpe militar en 1968.
En 1964, los golpes militares derrocaron a los gobiernos civiles de Brasil y Bolivia. Siguieron Argentina en 1966 y Ecuador en 1972. En 1973 se impusieron otros en Uruguay y Chile. Los gobiernos militares de Brasil, Argentina y, de forma más discutible, Chile y Uruguay, fueron ejemplos en que acordaron sostener la teoría de un nuevo tipo de sistema político: ‘el autoritarismo burocrático’.
En Asia, en 1958, las fuerzas armadas impusieron en Pakistán el régimen de ley marcial. A fines de los años ‘50, Syngman Rhee comenzó a minar los procedimientos democráticos en Corea, y el régimen democrático que lo sucedió fue destituido por un golpe militar en 1961. Este nuevo régimen ‘semiautoritario’ es legitimado por las elecciones de 1963, pero en 1973 se convirtió en un régimen fuertemente autoritario.
En 1957, Sukarno reemplazó la democracia parlamentaria por una democracia controlada, y en 1965 las fuerzas armadas indonesias terminaron con ella y tomaron el gobierno de su país. En Taiwán, el régimen suprimió la democracia en la ‘época negra’ de 1960 y se silenció “toda clase de discurso político”.
En la zona mediterránea, la democracia griega cayó antes de que tuviera lugar un golpe de estado ‘real’ en 1965 y un golpe militar en 1967. Los militares turcos derrocaron al gobierno civil de su país en 1960, devolvieron la autoridad a un gobierno elegido en 1961 e intervinieron en un ‘semigolpe’ en 1971, permitiendo el regreso de un gobierno elegido en 1973 y la ejecución de otro golpe militar a gran escala en 1980.
Durante la década de 1960, el grueso de las colonias británicas que se independizaron estuvo en África. El más importante de esos países, Nigeria, empezó como una democracia pero sucumbió a un golpe militar en 1966. El único país africano que mantuvo prácticas democráticas fue Botswana.
Otros 33 países africanos que se independizaron, entre 1956 y 1970, se volvieron autoritarios a partir de su independencia, o poco tiempo después esa misma descolonización provocó la mayor multiplicación de gobiernos independientes autoritarios de la historia.
¿Qué nos demuestran estos contextos y olas de pérdida de la democracia? Primero, que la apertura del sistema y una reglamentación competitiva no garantiza la permanencia ni la estabilidad de un régimen democrático; las reglas son importantes pero no hacen todo.
Segundo, el crecimiento económico es necesario para la supervivencia de la democracia, pero si no es acompañado de crecimiento institucional podría llevar a retrocesos muy abruptos.
Tercero, y último: hay contextos en que las intervenciones militares (no humanitarias) pueden ser un remedio peor que la enfermedad. Esto se ve hoy en el caso de Siria, donde el envío de armas a los rebeldes, incluso si se les ayuda a derrocar al dictador Assad, en última instancia, podría capacitar a los jihadistas y empeorar a los rebeldes en la lucha; además que probablemente llevaría a un caos total y posiblemente a una segunda guerra civil.
La democracia en el mundo es frágil y cuesta defenderla, como se ve en estas ‘contraolas’ históricas, pero corresponde a los ciudadanos de los países que quieren mantenerla actuar para que sea cada vez más sólida y representativa. Mejorarla es la única manera de vivir en ella.
(Eduardo Salmón Salazar)
Fotos: Agencias
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