Consejos para un joven poeta
La poesía actual tiene sus cultores favoritos, los engreídos de la pequeña mención, los que circulan como novedad, los que son un poco y los que son nada. La fama poca relación tiene, no obstante, con la calidad de la poesía o del poeta. Para ser más claros, si abrazas la poesía, ten en cuenta lo siguiente:
1. La musa perfecta es una invención y el tópico amoroso mercancía de anticuario. Pero si te mueve el amor como fundamento poético tendrás que apelar al milagro. La musa perfecta quizás exista y tenga las alas de un hada y los pómulos de alabastro. De sus extrañas grafías probablemente nazcan los grandes cantos. Bueno, cuando truene y llueve en verano sobre el azulcielo de la ciudad, sabrás que las musas existen, que la poesía vive y que la página en blanco es una ilusión.
2. Pero si eres del cúmulo mayoritario de poetas olvídate de las hadas y de los cantos y de los azulcielos. Erige falsas figuras, cisnes rubedarianos, celestes princesas y ensaya algún simulacro. Si tienes ya por terminado el manuscrito, tantea algún editor. Mas no la creas por entero, la poesía no vende, compra. Venden los almanaques y la bisutería, pero no la palabra ni el canto, ni el amor ni la grandeza ni la esperanza.
3. Toma tus ejemplares calientes y recorre las librerías de la ciudad. Por allí que calcen cinco en un solo anaquel y otros cinco más allá. Poco importa si eres Verlaine o el genio de la lírica actual. Si no lo reconoce algún faro de las letras tu obra seguirá siendo papel.
4. ¿Que si los concursos sirven para todo menester? Desde luego, pero es probable que Vallejo, bien arrancado al siglo XX, nunca hubiera ganado un Copé.
5. Nuevamente torna a tu paquete, sujétalo bien y engrapa la lista. Distribuye tus versos entre los escritores y artistas, que sea una ofrenda para tus amigos y ponte a contar. Quizás seis o siete lo lean, cinco o seis lo obsequien como una sutil derivación, siete u ocho lo acomoden en la pata coja, diez o doce los tengan por bien aunque no lo hayan abierto aún. No escatimes fuerza en negar que son los lectores y los colegas los que hacen la poesía insignificante aunque sea medularmente poderosa y esencial.
6. Si crees que escribiste tu ópera magna y no hay más para ti, de nada sirve el regateo y la insistencia. Verás que hay más mezquindad en el patio trasero de la literatura que en el de los políticos rentados.
7. Ahora que la distribución fue y que entre los pocos muchos hubo voces de ángeles abrazándote con una loa o decenas de más haciéndola como si nada hubieras escrito (propio de las plumas), tiéndete a descansar sin mayor plan. Abandona la lira y no des por sentado siquiera que volverás a escribir, que la gloria solo se gana en los juegos y en las festivas comparsas. Dice el solitario poeta, el que por genuino se precia de tal: “los laureles para los tallarines”.
8. Ten por seguro que la buena poesía no tiene que alcanzar por propósito la buena voluntad de los críticos. Hay los que bien la pueden apreciar y por el mismo motivo o por ninguno la pueden callar. Por lo general, las grandes obras se pueden perder entre los más inexplicables silencios. Entonces creerás que lo tuyo es la extinción antes del ser, paradoja sin solución. Contra tal angustia ten por fin escribir, escribir por escribir. Escribir para la pared y la gaveta, para el olvido, para mal. Habrá que abrirse a la posibilidad de un mal libro, de un mal poema, de un peor poeta. La literatura en la mayoría de los casos es una derrota cantada por anticipado.
9. Curte el alma, pues te ignorarán, te apalearán, te sacudirán, te perfilarán, te ubicarán en una generación (a la que quizás odies), te pulirán, te malgastarán, te aniquilarán. Pero por sobre todo, curtete para soportar el silencio, que es golpe de metal.
10. Si tienes tres o cuatro críticas benignas date por bien servido, aunque sea el costo final el dolor. Es como una dinámica ineludible de la que tratarás de huir. Te preguntarás si después de todo, tu siguiente obra irá a colmar la paciencia de los lectores que ya antes recibieron la obra anterior ¿Para qué molestar con empecinamiento? ¿No es en ocasiones un libro de poemas una carga difícil de sobrellevar en una biblioteca personal? ¿Para qué cargar al lector? ¿Para qué sobrevolar su casa con un nuevo ejemplar? El poeta puede llegar a tener la carga de un vendedor de lustradoras de umbral en umbral.
11. Me preguntas si la fama del poeta es acumulativa y no sé que responder. Porque si de fama se trata mejor la buena pilcha y el corto afán, que la televisión da más y el circo da más.
12. Por último me vienes a preguntar si ya que la poesía no tiene nada que dar, mejor fuera trazar las letras de una buena narración, trasponer el género, invadir. Me temo que mal harías porque la especialización centrará tu inspiración. No tomes la pluma del novelista solo porque te colma el éxito como un ideal, solo sé tú, sí, sé tú y no mientas, aprende a comulgar pacífica y dignamente con la derrota.