Eterno retorno
Creo en el peso de nuestros actos al margen de la ley del eterno retorno. Según los estoicos, seguidos por Nietzsche en “La gaya ciencia”, la vida se repite una y otra vez hasta el infinito. En el primer ensayo se define todo ¿Te imaginas que este sea, precisamente, tu primer ensayo? ¿Te imaginas del peso de tus actos y de tus omisiones? ¿Te imaginas la trágica disyuntiva de apresar todo aquello que por cobardía no es y que por tragedia no será más? ¿El último aliento sin un beso, los ojos sin París, la boca sin el sabor que no llegó?
No hace falta que la vida esté tocada por retornos sucesivos e idénticas versiones hasta el infinito, una es suficiente para concebir aquel gran peso que Kundera define bien en “La insoportable levedad del ser”. Quien dispara y mata una vez lo hará todos los días pese a su arrepentimiento y su propósito de enmienda, no hay un borrador tan eficaz que deshaga los actos y los pensamientos, las socavantes culpas ni los crímenes ni los pecados. La purificación lava el alma, pero no triza los caminos ni estrecha la memoria.
En un eterno presente coexisten las pasadas larvas de la culpa y aquello que nos determina hoy. Todo es uno y el hombre no renueva sus senderos ni los esconde del gran mural de la vida. Tan gravitantes como las culpas vuelan sobre nuestras cabezas las posibilidades, las múltiples potencias que no culminaron en una realización, los besos que no dimos, las travesuras que no perpetramos, los goces que desestimamos, los amores que no fueron, los paisajes que no vimos….
El eterno retorno no requiere de sucesivas reimpresiones sino de un eterno día que, como tal, es la vida que a cada cual nos toca.