La pasión contra la lógica
Era un ser vulcano, como el héroe de Star Trek, guiado solo por el pensamiento lógico, por un esquema mental desprovisto de emociones. Había logrado todos sus propósitos y evadido todos los problemas. Lo suyo era solucionarlos, activar la luz roja de emergencia para eludir aquellos que en el camino podían surgir.
Logro tras logro, acumuló oro y aplausos, todas las condecoraciones. Desapasionado. Distante de la poesía, alineado a la realidad, amado por todas, amador de ninguna. Frío desde la médula, eficiente por convicción. No hiló poemas, enhebró razonamientos, solo matemáticas líneas brotaron de su boca.
La lógica era su sello y su objeto. Es la lógica que conoce todas las salidas, que sabe lidiar, que concatena supuestos y consecuencias, que no se arredra nunca, que vive en paz, que gana todas las batallas, que no teme, que no duda, que ejecuta, que no se perturba, que siempre alcanza.
El otro, sí, él, le llevaba la contraria, era un poeta apasionado y febril, loco, niño, franco, empecinado en las rutas y las sendas abruptas, geografo accidentado, pasajero raudo, cometa veloz, cohete, fuego, humo. Dado a los errores y a los amores hechizos y fatales, a las derrotas brutales, a las penas que se hielan con la espesa humareda de su cigarro. Por loco, por niño, por ciego, llano a los errores, a los excesos, a los torrentes y, más en consecuencia, a las caídas y los despropósitos, a la ruina y la orfandad.
Y si algunos de los combatientes se ha de superponer al otro hasta vencer ¿A cuál elegiría usted?