Universitario necesita cambiar para no hundirse más
Si lo llamáramos mala suerte, parecería un intento burdo y picón de restarle brillo a esa pieza de orfebrería labrada por Minzún Quina en la agonía del partido. Sería un acto de mezquindad pura llamarlo así cuando enfrente se tuvo a un equipo que, a pesar de jugar con 9, nunca escondió la cara ni se olvidó de atacar. El Melgar de Reynoso estaba dispuesto a morir en su ley, hasta donde sus fuerzas y las debilidades de Universitario se lo permitieran. Y consiguió su cometido: un empate hazañoso que hundió a la crema aun más en el desconcierto.
Del campeón del año pasado queda solo el color crema de la camiseta y algunos nombres que, en medio del desorden y sus limitaciones, muestran chispazos del buen juego que algún día los acompañó. Menciono, en primer lugar, a Rainer Torres, el único generador de fútbol de un equipo al que se le notan los parches y las costuras. A pesar de las contras que genera en el hincha, tampoco puedo olvidar a Toñito, empeñoso y batallador, autor de un golazo salido de un partido de la Champions League. Y por supuesto a Carvallo, que aunque no tuvo el trabajo de otras ocasiones, ha recuperado la seguridad que el año pasado, en algunos tramos del torneo, parecía haber extraviado.
El resto transita entre la medianía y el hoyo profundo. Si Ruidíaz pensó en lucirse en los primeros meses del año para luego buscar un mejor contrato, su estadía en Ate será prolongada. Gómez juega como un novato descontrolado y García parece que llevara una camiseta XXXL. Le queda enorme.
Ante los rojinegros, la ‘U’ mostró mayor movilidad y rapidez en sus desplazamientos, pero volvió a toparse con su falta de ideas para transformar la posesión del balón en peligro real en la valla contraria. Aunque pateó más al arco que en otras ocasiones, sus delanteros no parecen tener chimpunes, sino papel mojado en los pies. Además, se dejó doblegar muy rápido por la ansiedad y sus errores se multiplican. El fracaso de García como fabricante de fútbol y los errores de primerizo de Olascuaga enervan a la hinchada y, de paso, terminan por intranquilizar al equipo.
Universitario ha perdido uno de los rasgos que le permitieron marcar diferencias el año pasado: la paciencia. Por eso se complica solo, se equivoca, lo abruman sus propias debilidades. El sábado fue un equipo tan largo que permitió a Melgar hacer daño en el contragolpe. Cuesta, solito, mantenía a raya a los centrales porque recibía la pelota con muchos metros para avanzar y distraer.
¿POR QUÉ OLASCUAGA?
Como dije en el post anterior, los fracasos no llegan por generación espontánea, son producto de una sumatoria de malas decisiones, unas más graves que otras. Por lo pronto, el equipo requiere cambios de hombres en algunos puestos. Es cierto, no hay mucho de dónde escoger porque la banca es mínima y los refuerzos no dan fuego; sin embargo, existen jugadores que por su bajo rendimiento requieren con urgencia una buena temporada en el banco de suplentes.
El primero en la lista es Carlos Olascuaga. Comizzo ha dicho que es “su jugador más táctico”, que la ‘U’ perdió mucho en la última parte del torneo anterior cuando se lesionó. Creo que detrás de esas palabras hay dos razones: el deseo de proteger al jugador (y darle confianza) y, quizás el principal motivo, defender una apuesta con una terquedad digna de mejores causas. Ángel David debe actuar con pragmatismo: la salida de Olascuaga es necesaria no solo por bajo rendimiento (del cual no pienso decir más para no malograr mi hígado), sino porque ayudaría a descomprimir la relación tensa que existe con el hincha. Sería visto como un gesto positivo de un profesional responsable, que a pesar de tener un librito sagrado bajo el brazo, es capaz de cambiar porque es consciente de que las cosas no están funcionando bien. Y sería un acicate para el resto de sus compañeros, sobre todo para esos que creen tener el titularato comprado.
¿Quién puede ser su reemplazante? Pienso en Martínez por su rapidez y capacidad para moverse por los extremos, sin descartar a Miguel Torres.
No hay manera de quitarle el cartelito de crisis a este momento dramático y ello exige cambios, algunos dramáticos y muy duros.
Pero ojo: no hay que perder la calma. Y aunque hoy está en el blanco de todos, la salida de Comizzo sería un gravísimo error. El título del 2013 le da crédito suficiente para mantenerse a cargo de un proyecto que lleva su nombre impreso en cada una de sus páginas. Lo que debe reconocer es que cambiar no es sinónimo de retroceso, también puede ser sinónimo de avanzar.
Espero sus comentarios, un abrazo para todos.
P.D. Pensaba dedicarle una buena porción del post al reclamo aliancista del título del 34, pero la coyuntura exige fijarse en temas más trascendentales. En todo caso, los invito a revisar el post del historiador y periodista Jaime Pulgar Vidal sobre el tema que, creo, es concluyente.
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