Superrobots, superinteligentes y superpastrulos
(Sí, hoy todos los dibujos son súper)
25- Pinky y Cerebro
Son el gordo y el flaco de los dibujos animados solo que uno es chato y otro alto, uno es inteligente y otro es tonto, uno es malo y otro es bueno y, bueno, sí, uno es gordo y otro es flaco. Hicieron su debut de la mano de Spielberg como personajes de la deliciosa Animaniacs de 1993 pero se ganaron un programa propio a los dos años. Desde entonces ganaron Emmys y se dedicaron a conquistar (y a encantar al mundo). Un episodio promedio se resume en lo siguiente: Cerebro y Pinky son un par de ratones transgénicos de laboratorio que intentan hacer lo mismo todas las noches, es decir, conquistar el mundo. Cerebro planea y lidera y Pinky lo estropea todo metiendo las cuatro patitas (y la cola). Mientras tanto, parodian algo, una película, una serie de TV, un libro, la clase de historia o algún incidente político de entonces. El mejor episodio, de lejos, el de navidad. Búsquenlo. Vale la pena.24. Spawn
Dieciocho episodios divinos (o malditos, según prefiera) ni con dios ni con el diablo. La historia del ex combatiente de la guerra de Vietnam, Al Simmons, es trágica por dónde se le mire: traicionado e incinerado con un lanzallamas por su mejor amigo, el difunto Simmons jura venganza y promete volver para abrazar a su amada Wanda. Con el fin de caminar nuevamente sobre la tierra, vende su alma a Satanás y se convierte en su soldado. Pero estos pactos siempre tienen truco: el cuerpo de Simmons es ahora un cadáver repugnante, al que el amor le estará vedado, aunque claro, tiene una preciosa capa roja en compensación. Con un estilizado trabajo de animación y un argumento que a pesar de lo descabellado es para morderse las uñas, Spawn es un placer para la vista y construye sólidamente un extraordinario solitario: lo persiguen los enviados de dios, que son recontra malos, los vivos lo repudian y los muertos… también lo repudian. ¿Una buena noticia en este mar de desamparo? Todo indica que este año habrá una nueva temporada o una nueva serie, de la batuta de los mismos geniales animadores. ¿Podrán superar un trabajo que según público y crítica es insuperable?
23. Las chicas superpoderosas
¿Qué ocurre cuando metes el Batman de Adam West, al cegatón Mister Magoo, a George of the jungle y algunos rasgos del animé en una licuadora? Pues nadie lo sabe a ciencia cierta, aunque Craig Mc Cracken, creador de “Las chicas superpoderosas”, dice que esos fueron los ingredientes que utilizó para darle vida a Bombón, Burbuja y Bellota. McCracken siempre tuvo claro que como audiencia apelaría a la efervescente nación raver del mundo (según un compañero de la universidad, Jimmi, las tres eran unas jerguerazas peperas porque tenían las pupilas del tamaño de vinilos), pero es clarísimo que nunca vió que se convertirían en un fenómeno de masas con remake en el Japón (algo infrecuente, hasta donde me consta). ¿Cómo aparecen? A ver… El profesor Utonio intenta sobrellevar sus infinitas horas de soledad creando una niña perfecta que lo acompañe. Accidentalmente “la sustancia x” cae en el menjunje (ven que Jimmi tenía razón), todo explota, y aparecen las superpoderosas dispuestas a acabar con cuanto rufián intente robar el banco, destruir a Saltadilla (que así se llama el lugar en el que viven) o poner el mundo de cabeza. Los villanos, como cabría esperar, son un pase de vueltas: Sedusa (una medusa seductora), el archimalo Mojo-jojo (un mono que era mascota de Utonio y que fue quien rompíó el frasco de “la sustancia x” ocasionando una super inteligencia y una super maldad), y mis favoritos: la banda ameba, conformada por maquiavélicos seres unicelulares. Ojo, el genial Tartakovsky es el director de la mayoría de episodios, así que los cruces con los universos de Samurai Jack y El laboratorio de Dexter se dan ocasionalmente. Si pueden véanla en inglés ya que en la traducción se han perdido innumerables y enriquecedoras referencias a la cultura popular de los últimos cuarenta años, incluyendo un diálogo compuesto exclusivamente por partes de canciones sacadas de los Beatles.
22. Astroboy
Cosas de la vida: antes de que los Estudios Disney plagiaran a Osamu Tezuka (¿se acuerdan de la polémica Simba/Kimba?), Tezuka se dejó influenciar sanamente por el trabajo de Disney. Efectivamente, Astroboy, el dibujo animado más importante de la historia del animé y obra maestra del primer maestro del género (no en vano lo llaman “dios del manga”), tomó los ojos grandes de Bambi (o de algún otro éxito de la época) y los imprimió con tal tino en la retina (y la memoria) japonesa que hasta la fecha se consideran un distintivo de su expresión cultural. La historia original es para el llanto, peor que la de la mamá del venadito presumiblemente convertida en trofeo por los cazadores del bosque: Tobio, hijo del doctor Tenma, muere en un accidente de auto. Mismo Vértigo (del gran Hitch), el científico construye un androide idéntico a su hijo y lo trata con el mismo afecto hasta que descubre que el robot carece de sentido estético… Sí, tal como lo lees, prefiere la perfección geométrica a la belleza de la naturaleza por lo que el amoroso padre, ante la inminencia de la realidad, vende al robot idéntico a su hijo a un circo despiadado. En el remake de 1980 cambiaron un poco las cosas: Astroboy se deja estafar por el dueño del circo y no es vendido. Una observación: por su importancia para la historia de la animación podría haber estado en el primer lugar de este ranking, lo único que hizo que no la pusiera ahí es, lamento admitirlo, que aunque me encanta no me gusta tanto como otras series animadas, tal vez menos importantes, pero más acordes con mis gustos (les dije que era un tanto subjetivo).
21. Æon Flux
Una de las mejores series de ciencia ficción (y una de las más extrañas). Concebida originalmente como una serie de cortometrajes experimentales, es una de las genialidades a las que nos acostumbró la MTV de los noventa, antes de convertirse en el mamarracho que es ahora y que solo pone realities de quinta o de décima, según la hora. El genio detrás de esta irrepetible joya es el coreano Peter Chung, quien reprimidísimo por no poder “volar” con las constantes “limitaciones” que una serie para niños como Rugrats (sí, “Carlitos” & Co.) le imponía a su creatividad, se liberó de toda consigna y conjugó sabiamente inesperados ingredientes en un singular cocktail: un poco de Egon Schiele, otro tanto de animé a lo Akira, dos cucharadas de Moebius, un soundtrack que es un delirio (casi no hay diálogos “comprensibles”), cero continuidad (o más bien muy poca), algo de indagación ética, otro tanto de parodia, y una buena dosis de violencia, fetichismo y gráfica sado. En resúmen, un asco de buen gusto que lo hizo entrar de taquito y para siempre en los anales de la animación. Bien juago, diría Chemo si fuera un poco menos tela, supongo. Hay película pero es un adefesio impresentable. Lo único bueno es la ropa, que es de otro inmortal: Gautier.
*Estimados lectores: Desde enero del 2009, el blog “Tv en serie” lo desarrolla Romina Massa. Este post escrito por el anterior blogger, Javier Masías, seguirá en línea pero sin opción de dejar comentarios.