Sapa y su neblina enamoradiza
Cambié los bikinis y shorts playeros por leggins de lana, gorro que tapa las orejas y casaca de plumas. Y me gusta.
Llegué a las 6:30 a.m. a Sapa, un pueblito en las montañas de Vietnam, frontera con China.
Los rostros de los pobladores son diferentes a las caras amargadas de sus compatriotas de la gran ciudad; sus ojos sonríen, sus sonrisas hablan y sus palabras encantan.
Sentir el frío calar tus huesos y pensar que realmente estabas extrañando ese clima. Que es rico desayunar un chocolate caliente mirando la neblina coquetear entre las montañas, que sentir el viento frío en tu cara no está nada mal.
Solo tengo unas horas en Sapa y siento que me podría quedar semanas enteras aquí, caminando, tomando fotos, conversando con pobladores locales, descubriendo paisajes alucinantes y viendo cómo pasa el tiempo con la neblina jugueteando a tu alrededor.
Espero que el pronóstico del clima esté equivocado y mañana no haya lluvia ni tormenta eléctrica porque toca madrugar para ir a hacer trekking y conocer los pueblitos aledaños. Comer delicias vietnamitas preparadas con todo el cariño y dormir en una casita humilde de bambú pero rodeada de gente maravillosa.
Corroboro que me encandilan los pueblitos mágicos como este, donde no escuchas las bocinas de los autos ni te preocupes por morir atropellada por una moto.
A seguir disfrutando Sapa, con su neblina enamoradiza.