Marisu Palacios, la mujer que lucha contra los micromachismos desde la psicología
Marisu Palacios Trigo, psicóloga de profesión, descubrió hace once años que su pasión era trabajar con poblaciones vulnerables. Desde ese día se dedica a la psicología comunitaria. Su misión: difundir las otras formas de vida de miles de mujeres, sus problemáticas y sus espacios.
Conocí a Mari, como le digo de cariño, en la universidad. Lo que más me llamó la atención de ella, además de sus grandes ojos café y su voz ronca, fue su espíritu altruista y lo poco que le importaba el qué dirán. En esa época en la que uno busca la aceptación de grupos, es raro encontrarte con personas que vivan, o al menos intenten, ser libres realmente.
Desde hace cinco años trabaja en la Fundación Ayuda en Acción (organización con más de 30 años en el Perú que lucha contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión), actualmente se desempeña como Asesora Nacional de Género, vive en Cusco y trabaja para que el enfoque de género sea transversal y no solo se entienda como una línea más a desarrollar. Tiene una especialización en Estudios de Género y ha seguido varios cursos relacionados a esta temática.
Para Marisu, el enfoque de género tiene que estar presente porque eso es “lo que nos hace ver a la población con una mirada diferenciada. La realidad que viven las mujeres en cualquier parte del mundo es muy distinta a la realidad que viven los hombres”. Además, explica que más allá de las diferencias que pueden existir entre mujeres y hombres, el tema está en cómo se interpretan esas diferencias y cómo éstas son valoradas, aplaudidas y priorizadas en los hombres. “Esa es una mirada que tenemos que analizar a la hora de implementar proyectos, a la hora de analizar problemáticas, a la hora de encontrar soluciones que ayuden a la equidad”.
He visto de cerca el trabajo que realiza con las comunidades de la sierra y con su entorno más cercano. Hablar con Marisu es inspirador porque hace cuestionarme sobre esas “pequeñas conductas machistas” que solemos normalizar y que tanto daño nos hacen. Espero que leer esta entrevista los ayude a reflexionar, sin importar si eres hombre o mujer, sobre las acciones que podemos realizar para vivir en un mundo más equitativo y seguro para nosotras.
¿Cómo ves el trabajo que se viene realizando para disminuir la brecha de género y erradicar la violencia?
Creo que hay más reflexión, más cuestionamiento, no obstante, las brechas siguen estando muy altas. En el Perú, según las estadísticas de ENDES, en 10 años, del 2009 al 2019, ha habido mínimamente un 2% de diferencia en violencia física o violencia sexual que es menos del 1% en 10 años. La que ha reducido más, en un 13%, es la violencia psicológica, pero este dato hay que analizarlo. Este tipo de violencia está tan normalizada que es muy difícil de denunciar, aun cuando el Estado busca formas de mejorar los procesos.
¿Por qué crees que este tipo de violencia está tan normalizada?
La violencia se normaliza por el sistema donde la víctima se desenvuelve. Por los pares con los que se relaciona, por el tipo de educación que recibió, por los medios, etc. En los últimos años recién se está hablando de los micromachismos, de las masculinidades, de la economía de los cuidados y la distribución de las tareas del hogar. Hubo tanta normalización por parte de nuestros abuelos, de nuestros padres e incluso, de personas de nuestras edades. Muchos de ellos, recién están empezando a cuestionarse y a reflexionar sobre cómo los roles tradicionales nos limitan, cómo no nos permiten un desarrollo integral como mujeres.
Y esa normalización también encasilla a los hombres en ciertos roles…
Así es. Ayer conversaba con un chico que estudia en la Escuela Nacional de Ballet en Lima, y me decía que entró a los 18 años, cuando las niñas entran a los 8, y tuvo que luchar mucho para entrar. Y eso, que él me decía que entró joven porque la mayoría de los hombres ingresan a los 20, porque no se les permite hacerlo antes. Hay muchos espacios que se han conformado en función a estos roles y que aún es muy difícil que se separen por completo. Está el caso de los derechos dentro del matrimonio o de los derechos de una trabajadora dentro de una empresa.
¿Cómo ayudamos o logramos meter estas semillas de cuestionamiento?
Primero es entender que dentro del cuestionamiento de la violencia estructural (que es distinta a la física) todos y todas somos parte. Es imposible que nosotras como mitad de la población logremos cambiar una estructura que nos ha determinado así todas las etapas de nuestra vida, dentro de la familia, dentro de los estudios, de cómo deben ser las mujeres o los hombres. A pesar de que el tema de las masculinidades lleva más de 20 años, recién se aborda de manera presente o cotidiana. Ya existen círculos de hombres reflexionando sobre estos roles, es una minoría si bien es cierto, pero ya se ven estos espacios que antes eran impensables.
En temas de equidad, el sistema está hecho de una forma que si bien afecta en mayor medida a las mujeres también daña a los hombres…
Nos afecta a ambos y no tiene en cuenta la diversidad de hombres y mujeres que existen con otras aristas: la gente que vive en la zona urbana versus la que vive en el campo, la gente del norte versus el sur o, la de la selva versus la de la sierra. Hay muchas aristas a tomar en cuenta para entender que como seres humanos vivimos con tanta complejidad. El desarrollo integral va más allá de roles estereotipados de género, de que tú mujer a la cocina y tú hombre a trabajar. Esas brechas se ven reflejadas en la cotidianidad.
Ayer escuché una entrevista que le hicieron a Wendy Ramos para el podcast ‘Se regalan dudas’ y ella contaba que en el colegio tenían un juego en el que sacabas un papel y te decían cuántos hijos vas a tener, a qué edad te vas a casar… Y ella reflexionaba sobre cómo desde niña nos encasillan en estos roles y si por allí hay una “rebelde” que no se quiere casar o no quiere tener hijos, la ven como rara.
Mucha de la validación que se cuestiona tiene que ver con “lo natural”. Se asume como natural que las mujeres seamos emocionales, que nutramos, que seamos madres, que hablemos de nuestros sentimientos, que seamos impulsivas y multifacéticas. Eso nos fregó.
Sí, la carga que recibimos como mujeres es bien fuerte. Las abuelas decían: “tienes que ser lo suficientemente mujer para mantener tu relación o a tu esposo…”
En el caso del hombre se asume que es más instintivo, justificando así los impulsos que dice no poder controlar, como la violencia, por ejemplo.
Y esto afecta a todos nuestros roles…
Todos nuestros roles los hemos aprendido de nuestras mamás, tías, abuelas, hermanas mayores, que nos han dicho: tú como mujer tienes que hacer esto u aquello. Por eso, ese nivel de cuestionamiento entre mujeres, “yo como mujer te tengo que decir cómo debes ser y cuándo sales de ese rol”. Si desobedeces o te sales de ese rol, no estás siendo lo suficientemente mujer. Y es ahí donde debemos aligerar el nivel de cuestionamiento que tenemos con otras mujeres, para no llevarlo a otros espacios. Rita Segato, antropóloga brasileña, explica que en temas de violencia y feminicidios, el hombre que valida que una mujer debe ser violentada, piensa en el fondo que está bien porque ella no está cumpliendo con su rol de mujer, entonces, debe ser castigada. Igual pasa entre hombres. Por ejemplo, a este hombre trans o homosexual, le puedo pegar porque no está cumpliendo con su rol. Es un tema de relaciones de poder.
Interesante esa perspectiva. Necesitas castigar para validar…
Generalmente lo van hacer más los hombres porque en nuestro sistema patriarcal, es el hombre el que tiene la pauta de cómo deben actuar otros hombres y mujeres. ENARES publicó una encuesta de tolerancia social frente a la violencia y un 60% de gente peruana validaba la violencia a la mujer en ciertas circunstancias. Podían ser: si fue infiel, si no cumplió con roles en el hogar o si se indispuso frente al esposo.
¿Cómo es el acceso a la educación sexual en el campo?
Si a nivel urbano hay poca información, imagínate como es en zonas rurales. El tema de la sexualidad está en emparejarse y tener hijos. No hay un entendimiento de la sexualidad como disfrute, como derecho. Y es verdad, que cuando empiezas a conocer tu cuerpo, a demandar qué te gusta estás ejerciendo un derecho. El derecho a que te traten como tú quieres que lo hagan y sentirte como tú deseas. Y esto va para ambos, los hombres con su sexualidad y las mujeres con la suya. Entonces ocurre mucho que se ve esa falta de derechos y esa desigualdad en las zonas rurales, donde un hombre se emborracha y quiere tener relaciones con su pareja, y así ella no quiera tiene que hacerlo porque sino le pega.
Y otra vez el tema sigue recayendo en la mujer, que siempre debe estar siempre dispuesta…
Hasta ahora las estadísticas de embarazo adolescente solo habla de mujeres, como si una mujer se embarazara del espíritu santo. Creo que falta abordar mucho el tema, así como se habla de la distribución de los roles en el hogar también se debe hablar de la distribución de las tareas en la sexualidad, de conocer su cuerpo, y de cómo cuidarse. La planificación familiar sigue recayendo en una parte de la pareja, claro, si es que está planificado. Aún persiste la idea que si la mujer toma anticonceptivos, “yo como hombre estoy en riesgo de que me saque la vuelta y no voy a poder controlar si tiene sexo con otros hombres porque se está cuidando y no va salir embarazada”.
¿Qué piensas de eso que dicen que las mujeres somos multitasking?
Para mí sí es dañino. El “multitasking” se ve muy claro con la maternidad. Según estadísticas de GenderLab, antes de la pandemia había una diferencia del 13% entre las horas que dedicaban al hogar los hombres versus las mujeres. Con la pandemia esto se triplicó (30% aproximadamente). Por ejemplo, ¿quién es la persona que acompaña al niño o a la niña a ver sus clases de ‘Aprendo en casa’? es la madre u otra mujer de la familia. Y siempre hay esta idea de que las mujeres son mejores haciendo varias tareas al mismo tiempo, y esto se defiende porque dicen que el hombre es naturalmente unifocal. Fuera de que sea cierto, y que científicamente se puede comprobar que el cerebro del hombre y de la mujer funcionan de manera distinta, si tú tienes en la cabeza que los hijos son de ambos, que la educación de ellos son de los dos, tú encuentras la forma de incorporarlo en tu día a día, porque es tu responsabilidad.
Y por eso, aún vemos con asombro cuando un padre asume su rol y es el encargado de cocinar, bañar o cambiar al bebe…
Son actividades que deberían ser compartidas porque esa es la dinámica familiar equitativa. Pero se termina aplaudiendo al hombre cuando hace esas actividades y más bien, la mujer debería ser aplaudida por dedicarse a otras cosas que la fortalezcan como persona, más allá de los roles tradicionales. La chamba está en ¿cómo logramos desterrar esos roles, estereotipos?, que al final terminan agrandando esta bola de nieve y uno lo disocia. Esas actitudes y cambios son los que se tienen que empezar a aplaudir.
Veo que muchas mujeres se están enfrentando a los hombres o sus parejas por la igualdad de obligaciones o derechos…
Muchas de las razones de los distintos tipos de violencia es que las mujeres se están enfrentando a los hombres. Yo tengo derechos, yo quiero hacer esto. Y el hombre al sentir que le están cambiando todas las reglas del juego, se descuadra. Es ahí donde ellos tienen que entrar en esos cuestionamientos. Si es que la mujer no quiere quedarse en la casa a cuidar a los hijos y quiere salir con sus amigas, o empezar equis curso, el hombre también puede decir sí yo me quedo. Pero, para llegar a eso, que el hombre también quiera que la mujer crezca integralmente tiene que pasar por un proceso de cuestionamiento.
¿Qué podemos hacer para erradicar la violencia y contribuir en cerrar la brecha de género?
Para erradicar la violencia, ambas partes tienen que entender la vida desagregada por género. Ese es el primer paso, desde tu misma familia, desde tu mismo entorno, desde tus pares, para obligar a que el sistema cambie. Y para reducir las brechas hay que identificarlas. Tenemos desigualdad a nivel laboral, profesional, familiar, a nivel de cómo vivimos el amor, la sexualidad en muchos de los roles.
¿Algo más que quisieras agregar?
La idea no es reemplazar. Si antes era un sistema dominado por hombres, entonces que ahora lo sea por mujeres. No va por ahí. El desafío está en cómo logramos que estas brechas disminuyan y en entender cuál es nuestra responsabilidad para lograr la equidad. Entender que todos y todas somos iguales. Y en el caso de las mujeres, en especial, tratarnos con sororidad, sin criticarnos “por no ser suficientemente mujeres”, valorarnos y realzar nuestro interés en desarrollarnos de otras maneras, aunque no estemos familiarizadas con esas formas. Si a ti te hace feliz, te realzo, te valoro como mujer o como hombre.
ACCIONES QUE MARCAN LA DIFERENCIA
Todos y todas podemos ayudar a que la brecha de género disminuya, las formas son diversas desde compartir información con nuestro círculo más cercano hasta colaborando con alguno de los programas que ofrece Ayuda en Acción. El fin, tal como señala la organización en su página web, es que “sigamos dando a las niñas y mujeres la oportunidad de seguir conquistando sus derechos. Para más información ingresa a https://ayudaenaccion.org.pe/
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