El personal de salud de La Libertad, así como el de otras regiones del Perú y el mundo, ha visto muy afectada su vida laboral y personal con la llegada de la pandemia por el COVID-19. En este grupo que ha combatido la enfermedad en la primera línea de batalla están las enfermeras. Conozca a continuación la historia de tres de ellas que durante todo el 2021 se han dedicado específicamente a la labor de vacunar para salvar vidas. Estas son sus motivaciones y su día a día.
Un largo camino
Cecilia Sánchez Santillán es coordinadora regional en el área de inmunización en EsSalud, de La Libertad. Ella resume cómo ha sido su experiencia durante lo que va de la pandemia. Según dice, todos los centros de salud cerraron por un mes en marzo del 2020 para elaborar nuevas estrategias y poder prestar servicio a la población vulnerable y evitar contagios. Luego pasó el tiempo y llegó la segunda ola, contagiando gravemente tanto al personal médico como a los ciudadanos y provocando el colapso de los centros hospitalarios.
“Afortunadamente con la llegada de las vacunas se redujo en gran parte la mortalidad”, cuenta ella. En su trabajo vacunando a los trujillanos le ha tocado atender a gente con tripanofobia, es decir, miedo a las agujas. “Jóvenes y adultos solían gritar e incluso desmayarse cuando los estaban inyectando”, recuerda. Finalmente sugirió que debemos vacunarnos porque ya se ha demostrado que el proceso es efectivo y que, a veces en Internet, la información no es verdadera.
Vocación y servicio
En tanto, Bertha Rosa Castillo Núñez tiene 61 años y está a cargo del área de inmunizaciones del hospital Albrecht de Essalud La Libertad. La vocación le nació de niña. Ella admiraba lo que hacía su madre cuando atendía a los ancianos por eso que no dudó en elegir la carrera de enfermería. Antes de la llegada de Covid-19, su vida cotidiana estaba llena de desafíos, como cuando se desbordaron las quebradas y tuvo que apoyar a las familias que perdieron sus casas con medicamentos, vacunas y alimentos.
La pandemia cambió su rutina diaria drásticamente. Su trabajo en las campañas de vacunación comienza a las 9 de la mañana y termina hasta las 7 de la tarde. Los puntos de vacunación a los que está asignada corresponden a los colegios de Cepunt y Narváez. Cuenta que un día antes de salir, ella y las demás enfermeras alistan la cadena de frío, las cajas térmicas y las jeringas. Estima que en su centro de salud hasta la fecha vacunaron a 140,944 personas. Finalmente, Bertha invoca a las personas que no quieren vacunarse a que acudan puesto que es la mejor manera de estar protegido.
Poniendo el hombro siempre
La siguiente historia es la de Sonia Contreras (44). Ella vive en Trujillo, aunque actualmente se encuentra trabajando en un centro de vacunación en Virú. Antes de la llegada del COVID-19 al país, ya brindaba cuidados de enfermería, sin embargo luego se abocó a la misión de combatir el mal junto a sus compañeras. “Es una lucha constante”, dice. De esa manera comenzó a atender personas contagiadas, pero aún así muchos pacientes no resistían el virus y fallecían. Relata que dentro del hospital se notó mucho el aumento de contagios, pero esto cambió con la llegada de las vacunas y con la aplicación de las dos dosis.
La rutina de esta dedicada enfermera consiste en atender la llegada de los pacientes, corroborar su identidad e informarles sobre la vacuna que están recibiendo, señalando las contraindicaciones y reacciones que puede tener, para posteriormente hacerles firmar el consentimiento informado y aplicar la vacuna intentando mantener sereno al paciente si se le nota tenso o nervioso. “Sabemos que existe una parte de la población que no quiere vacunarse, ya sea por miedo o ignorancia. La mejor manera de demostrarles que todo va a estar bien es ponernos de ejemplo. Haciéndoles saber que el personal de salud fuimos los primeros en poner el hombro y aún seguimos de pie”, culmina.