“Si me juzgaran solamente como futbolista, eso no cubriría más que quince o veinte años de mi vida y eso me parece demasiado limitado. Mi talento futbolístico me lo dio Dios. Yo no tuve que hacer nada para conseguirlo. Eso significó que jugué un poco e hice exactamente lo que deseaba. Mientras otros decían: me voy a trabajar, yo me iba a jugar al fútbol. Esa suerte tuve. Por eso, las demás cosas que hice en la vida tienen más peso para mí”. La definición, descarnada como todas sus confesiones, forma parte de “14. La autobiografía”, el libro póstumo de Johan Cruyff, quien comparte el podio de los dos holandeses más célebres de la historia junto a Vincent Van Gogh.
14. La autobiografía, (14 por el número que llevó siempre en su camiseta) deliciosa obra escrita en primera persona por quien fuera el símbolo del Fútbol Total, es una lujosa edición de Editorial Planeta que se disfruta de un tirón. Se refleja a sí mismo Hendrik Johannes Cruijff, directo, a veces autoritario, peleón, un poco arrogante. No evita comentar sus diferencias con Rinus Michels, con Frank Rijkaard (aunque no deja de ponderarlos), y especialmente con ciertos entrenadores que tuvo y que consideraba incompetentes. Pero sobre todo refleja a cada momento su aversión hacia los dirigentes de fútbol por considerarlos, en líneas generales, ineptos.
Cor Coster era un comerciante de diamantes de gran reputación, sin embargo, la joya más valiosa resultó ser su hija Danny, quien se casó con el joven Cruyff. A partir de ahí, Coster fue consejero y representante del crack. Con 21 años, cuando ya comenzaba a convertirse en estrella, debía renovar su contrato y fue a la reunión con Coster, presentándolo a la directiva del Ajax como su agente. “Hablad con él, ha venido a ayudarme”, les dijo Johan. Se escandalizaron. “En aquella época (1968), que un jugador tuviera algún tipo de representación era algo nunca visto. La junta se quedó asombrada e insistía que él no tenía por qué estar ahí. Yo respondí: pero vosotros son seis, ¿por qué no puedo tener yo alguien de mi lado?”.
Sus padres tenían una verdulería en Amsterdam, muy próxima al De Meer, el estadio del Ajax, y esa cercanía marcó su vida. “Mi padre jamás se perdía un partido del Ajax y me transmitió su amor incondicional por el club”. A los cinco años papá Cruyff lo llevó en bicicleta a entregar una canasta de frutas en el club y allí conoció a Henk Angel, en adelante “el tío Henk”, que era el canchero del Ajax. “Henk me preguntó si me apetecía echarle una mano y comencé al día siguiente. Así que con cinco años empezó mi vida con el Ajax. Para mí, el Ajax forma parte de mi familia. Todas mis lecciones vitales las aprendí allí”.
Pasó prácticamente toda su infancia en el club, sobre todo cuando a sus doce años murió su padre, Manus, por quien sentía absoluta admiración. “Iba a verlo a su tumba, en el cementerio que está al lado del antiguo estadio De Meer, y le contaba todo, de mi vida, de mis goles... Cuando debía tomar una decisión le preguntaba: papá ¿tú qué opinas?”. Define a Di Stéfano como su “héroe” de la infancia, pues su padre le contaba las hazañas de Alfredo. “No fue hasta 1962, cuando vino a Amsterdam con el Real Madrid a disputar la final de la Copa de Europa, que pude verlo con mis propios ojos”.
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El Ajax era un club prácticamente amateur. Cruyff fue el segundo jugador totalmente profesional después de Piet Keizer. Los demás futbolistas eran aficionados y sólo entrenaban por la tarde, al salir de sus trabajos. El célebre Rinus Michels insistió ante los dirigentes de tener más jugadores a tiempo completo. “En 1971 ganamos la Copa de Europa por primera vez, y la volvimos a ganar los dos años siguientes. Así que, en seis años, el Ajax pasó de ser un club modesto al mejor equipo del mundo. ¿El secreto? Muy fácil, la combinación de talento, técnica y disciplina”.
Luego, ese fenomenal estilo de ataque, dinámica y virtuosismo que marcó un hito en la historia de este deporte se trasladó a la Selección Holandesa, con la que asombraron al mundo en el Mundial ’74. Marca el partido ante Brasil, al que vencieron 2-0, como el nacimiento formal del Fútbol Total. “Hasta entonces nadie sabía de verdad lo buenos que éramos. Cuando saltamos al terreno de juego estábamos nerviosos, pensábamos que jugábamos contra el equipo de 1970 que había ganado el Mundial. Tardamos treinta minutos en darnos cuenta de que, en realidad, nosotros teníamos más habilidad que ellos. Aún estábamos descubriendo nuestras capacidades y entonces supimos que podíamos ganar”.
Muy parecido a Di Stéfano en cuanto a implicación en el campo y en el camarín, su espíritu mandón y contestatario le trajo infinidad de choques. Aunque sabía cuando aflojar. Arie Haan, aquel centrocampista de fabuloso remate que marcó a Italia un gol desde media cancha en el Mundial ’78 comentó en la intimidad (esto no está en el libro) que Cruyff, de terrible carácter, si las cosas no estaban marchando como él quería solía insultar a sus compañeros ya a los 17 años, apenas llegado a Primera. Haan lo paró: “Conmigo no porque te arranco la cabeza”. Lo respetó.
Esa personalidad avasallante y ganadora en el campo le traía problemas en el vestuario. Y fue lo que propició su salida del Ajax después de haber ganado, casi en serie, 6 ligas, 3 copas de Holanda y 3 Copas de Europa. Su esposa estaba embarazada de su primera hija, acababa de renovar contrato por siete años (increíble) pero antes de un entrenamiento, al comenzar la temporada 1973-74, sus compañeros le dijeron que debían tratar el tema de la capitanía. “Me resultó extraño que hubiera que votar. Yo acababa de proponer seguir siendo el capitán cuando me enteré que Piet Keizer también era candidato. La gente se quejaba de que yo estaba centrado en mí mismo. Finalmente, los jugadores eligieron a Piet. El golpe fue considerable. Me marché inmediatamente a mi habitación, llamé a Cor Coster y le dije que me tenía que buscar ya un nuevo club”. Se desató un terremoto, y pese a todos los choques, tironeos y amenazas del club, lo hizo: se fue al Barcelona.
Entre sus decenas de definiciones sobre el juego, una es casi un tratado del fútbol de ayer y de hoy: “Cualquiera que disponga de cinco metros de espacio parece un buen futbolista, porque no está sometido a ninguna presión”. Otra: “Cuando se tiene la posesión del balón hay que crear espacio; sin él hay que reducirlo”. Una más: “No es el jugador que lleva el balón quien determina adónde irá este, sino los jugadores que no lo llevan. Con sus movimientos determinan el siguiente pase”. Por esto es fundamental la movilidad.
14. La autobiografía revela aspectos desconocidos de su vida; Cruyff no se permite un autoelogio por su carrera, sus triunfos o sus goles. Como todo auténtico genio, deja que lo alaben otros. Y los otros se han encargado: es el quinto elemento en una mesa en la que están sentados Di Stéfano, Pelé, Maradona y Messi.