De niño no pasó hambre ni tuvo una vida de pobres. Su padre trabajaba en un centro comercial llamado Galeria Pajè en Lagarto, una ciudad brasileña de 100 mil habitantes que está llena de vendedores ambulantes y de mendigos en búsqueda de comida. Su madre, por su parte, tenía el mismo trabajo hasta que decidió ser profesora de guardería, profesión a la que se dedica hasta el día de hoy. En esas condiciones creció Diego Costa, actual goleador y estrella del Atlético de Madrid. “Mi madre siempre me dice que pasamos algunas dificultades, pero mi padre siempre trabajó para darnos lo que necesitábamos”, cuenta el delantero.
La relación de Costa con el fútbol, sin embargo, empezó tarde debido a que en su pueblo no había infraestructura ni recursos, no se apostaba por el fútbol y no había canchas de césped. El vínculo empezó a forjarse recién cuando cumplió 16 años, edad con la que entró por primera vez a jugar en un equipo. “Mi tío me obligó a hacer una prueba en los juveniles del Barcelona Esportivo Capela en Sao Paulo. La pasé y me dijo: ‘vete a jugar y yo te doy ese dinero’”, recordó en entrevista con el “El País”. Una de las razones por las que inició a última hora su romance con el fútbol fue el dinero, algo que codiciaba para invitar a salir a las chicas.
“Yo no quería jugar al fútbol, quería ganar dinero para mis cosas. Mi padre me daba algo pero no era suficiente y a veces yo no salía porque no podía invitar a una chica a comer, me daba vergüenza que tuviera que pagar ella”, recuerda. Por ese motivo, Costa empezó a trabajar pronto: iba a la frontera con Paraguay, cogía mercancía de marcas falsas y luego las vendía en el centro comercial. Y es que a Diego no le interesaba otra cosa. Ser futbolista profesional no estaba en sus planes pese a que su padre era muy futbolero. “Él y mi hermano se llaman Jair, por Jairzinho (campeón y figura del Brasil del 70). Y a mí me puso Diego por Maradona”.
Costa llegó al ‘Viejo Continente’ luego de haber jugado apenas dos años en su país. Un ‘ojeador’ de la empresa de Jorge Mendes (actual representante de Cristiano Ronaldo, José Mourinho, entre otros) fue a verlo a un partido que no debió jugarlo y terminó fichándolo. “Ese partido no debí jugarlo porque me habían caído cuatro meses de sanción por darle un manotazo a un rival e irme contra el árbitro cuando me enseñó la roja”. Al final del compromiso, Costa habló con el emisario que había enviado el agente portugués a su país y firmó un contrato para ser parte del Sporting de Braga, equipo de la Primera División del fútbol portugués.
Admirador del ‘Fenómeno’ Ronaldo y del póker, juego en el que aseguran es muy bueno, Costa se instaló en Braga, donde llegó con fama de ser un futbolista combativo. “En el campo me peleaba con todos, no podía controlarme, no tenía respeto por el contrario. Pensaba que había que matarse. A los chicos que tienen formación en el fútbol base se les enseña a controlarse y a respetar a los demás. No he tenido una escuela donde me enseñaran eso. Me acostumbré a un fútbol en el que veía a los mayores soltar codazos a los demás. Ahora he aprendido que, si no respetas al rival, te quedas atrás”, reconoció el 'lagarto'.
Diego, sin embargo, no se acostumbraba al frío ni a la comida de Portugal. Pensó entonces en renunciar al fútbol. Llamó a su padre a Brasil para decirle que dejaría todo, aunque, sabe Dios qué pasó en esa conversación, terminó prometiéndole que continuaría solo porque lo amaba. “Me prometió que no iba a abandonarlo todo porque quería hacerme feliz”, reveló su padre. Costa ha cumplido hoy lo que prometió a su padre: es la máxima estrella del Atlético de Madrid (lleva 21 goles en la Liga y 7 en la Champions) y disputará el Mundial con la actual campeona del mundo España en Brasil, el país en el que ahora lo tildan de “traidor”.