“Más allá de la imperfección en este tipo de elecciones, The Best marcará el inicio del fin de una era dominada por dos fenómenos que les cederán la posta a estrellas que todavía no llegan a iluminar las canchas como ellos”. (Foto: AFP)
“Más allá de la imperfección en este tipo de elecciones, The Best marcará el inicio del fin de una era dominada por dos fenómenos que les cederán la posta a estrellas que todavía no llegan a iluminar las canchas como ellos”. (Foto: AFP)
Guillermo Oshiro Uchima

Como en toda votación, es obvio que la subjetividad juega un papel preponderante, y el no escapará de ese aforismo, lo reforzará en una elección apretada en donde no existe un virtual ganador ni tampoco las dos opciones lógicas de siempre, tal como había ocurrido en la última década de hegemonía compartida entre Messi y Cristiano. Esta vez, entre los diez nominados por la FIFA para el premio al mejor jugador hay al menos cuatro nombres que pueden terminar con la dictadura que ha gobernado el fútbol.

Modric, Griezmann, Mbappé y Hazard alcanzaron el podio en Rusia 2018 y ello seguramente será determinante en la decisión de los electores. Entre los cuatro debería salir el elegido. Sin embargo, existe desde ya un condicionante que termina por desvirtuar el sufragio a conciencia. A diferencia del Balón de Oro de “France Football”, en donde los electores son solo periodistas, en su afán democrático el premio de la FIFA incluyó desde su concepción la fórmula que le adiciona morbo: los técnicos y capitanes de cada selección afiliada al ente rector también participan. En esta oportunidad solo existe una variante: ninguno puede votarse a sí mismo. Pero desde ya la participación de estos actores está condicionada, hay poco espacio para la imparcialidad en muchos casos. ¿Existe alguna incertidumbre sobre el voto del seleccionador portugués Fernando Santos teniendo en cuenta que su elección será pública? ¿O a quién elegirá la mayoría de entrenadores argentinos que no tiene a un nominado de la selección a la que dirige? Si a ello se le suma la participación de aficionados vía web, el resultado de la elección puede tener un margen de error importante, puede que el elegido no sea el que más méritos expuso –sin importar el peso que se le quiera dar a los logros individuales o colectivos–, sino a qué bandera representa.


En esta votación tan cerrada, el gusto personal de los electores tendrá una mayor valoración por sobre los logros conseguidos. Porque si convenimos en que el orden de mérito incluye primero el éxito en el Mundial, luego la Champions u otro torneo internacional, la ecuación daría como resultado un nombre irrefutable: Varane. Lo que juega en contra del francés es la posición que ocupa en el campo. Ser zaguero es menos vistoso y valorado que ser goleador o creativo. Partiendo desde ese punto de vista, los jugadores ofensivos siempre tienen ventaja. Es muchísimo más difícil determinar la influencia de un defensor en el potencial colectivo de un once, que recurrir a la fría estadística goleadora de un delantero. Son incomparables.


Otro punto interesante es la llamativa ausencia de Neymar. Llamativa porque el brasileño es el elegido a heredar el trono de la ‘Pulga’ y ‘CR7’. Es, sin dudas, una figura mediática que como tal parecía tener un lugar asegurado en la alcurnia futbolera. Estar fuera del top 10 debe ser una buena lección para un crack que ha perdido el rumbo en los últimos años. Asumiendo poses de estrella de Hollywood, su llegada al PSG no solo causó un cortocircuito en el vestuario –pelea con Cavani y el propio técnico Emery–, sino también la teatralización de su juego en el campo. Explotó su individualismo al máximo pidiendo el protagonismo absoluto en el club parisino, que implica también ciertas gollerías de divo que merman la autoridad del entrenador (veremos cómo le va ahora con el alemán Tuchel como adiestrador). Ni qué decir de los revolcones exagerados en canchas rusas, donde hizo alarde de su fama de niño engreído en lugar de cumplir el rol de líder futbolístico que necesitaba Brasil.


Más allá de la imperfección en este tipo de elecciones, The Best marcará el inicio del fin de una era dominada por dos fenómenos que les cederán la posta a estrellas que todavía no llegan a iluminar las canchas como ellos.

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