Marcelo Bielsa llama la atención en la Segunda División de Inglaterra. (Foto: AFP)
Marcelo Bielsa llama la atención en la Segunda División de Inglaterra. (Foto: AFP)
Jerónimo Pimentel

es famoso por su excentricidad, expresión de un genio acostumbrado a manejarse en extremos. En Lazio duró 2 días; Newell’s Old Boys’, en cambio, bautizó su estadio con su nombre luego de una remodelación, un honor raro para alguien en vida, pero mucho más extraño para un entrenador activo profesionalmente. Pero con Bielsa todo es posible. Quien desee profundizar en su vida y pensamiento puede leer “Los 11 caminos al gol”, una compilación de sus conferencias cuando se desempeñó como entrenador de Chile; o “La vida por el fútbol”, un buen recorrido biográfico.

Hace unas semanas Bielsa recaló en un club caído, Leeds United. Quienes disfrutamos el fútbol desde hace algunas décadas podemos recordar las últimas campañas gloriosas del equipo albo a fines de los noventa, donde lograron armar un conjunto potente donde alternaban figuras como Ian Harte, Jonathan Woodgate, Rio Ferdinand, Danny Mills, Michael Bridges, Lee Bowyer, Alan Smith, Harry Kewell y Mark Viduka.

En la temporada 2000-01 alcanzaron semifinales de Champions League, donde cayeron ante el Valencia. Tres años después, por un pésimo manejo económico, el equipo descendió de categoría. En el 2007 competían en la League One, la tercera división inglesa. Les costó volver la Championship, donde han iniciado una gesta por volver al primer nivel, uno de cuyos hitos es la contratación del argentino.

Bielsa, como parte de su plan de trabajo de pretemporada, mandó a hacer un cálculo a los dirigentes del club: cuánto debe trabajar un inglés en promedio para costarse una entrada en Ellan Road. La suma dio 3 horas. El rosarino, entonces, mandó a todo el equipo profesional a recoger la basura en los alrededores del estadio en ese lapso. La lección es más o menos evidente: sustraer al futbolista profesional, normalmente envanecido por un salario generoso y una vanidad exaltada, de la burbuja que lo rodea con el fin de conciliarlo con el peatón común, aquel que lo aplaude y lo sufre.

La idea no es original. En muchas empresas los cargos directivos, como parte de su inducción al cargo, realizan labores de atención o servicio; en algunos países se exige que un juez, antes de sentarse a fallar, vaya un tiempo prudente a prisión para que sepa a dónde va a enviar a quienes luego juzgará. Quien asume un rol de liderazgo, o se encuentra en el pico profesional de su carrera, tiende a olvidar el sentido transversal de la organización. En el caso de Bielsa este gesto tiene un significado aun más contundente que el ser un mero revulsivo para el plantel: el hincha no es un cliente más, es la base de la organización futbolística. Todo empieza y va hacia él.

En su partido inaugural, ayer, el Leeds United venció por 3 a 1 al recién relegado Stoke City, que cuenta con figuras como Butland, Shawcross, Allen, Fletcher, Crouch y Bojan. No hay, en cambio, ningún jugador del Leeds que sea mínimamente reconocible para un aficionado al fútbol internacional. De hecho, la única promesa que tenían en su escuadra, el seleccionado inglés Sub 21 Ronaldo Vieira, fue vendido al Sampdoria para hacer caja. Pero no importa. Marcelo Bielsa está al mando. Eso, a veces, basta.

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