El árbitro Andrés Cunha y Javier Pinola, defensa de River. (Foto: Reuters)
El árbitro Andrés Cunha y Javier Pinola, defensa de River. (Foto: Reuters)
Ricardo Montoya

No es irreverente afirmar que ha sido el equipo que mejor fútbol ha desplegado en la presente edición de la . La excelsa propuesta ofensiva del ‘Muñeco’ Gallardo ha superado a la de sus rivales en cuanto a estética y dominio en la mayor parte de todos sus partidos. A veces, sin embargo, y esto es lo que hace al fútbol tan apasionante, haber prevalecido en posesión y oportunidades generadas no garantiza convertir en la red rival. Esto es, precisamente, lo que le ocurría a los ‘millonarios’ en la semifinal de la Copa, cuando el táctico pero amarrete Gremio de Renato Portaluppi, haciendo poco por el ataque, estaba despidiéndolos del torneo.

A ocho minutos del final en Porto Alegre, los brasileños repetían el score de su visita a la Argentina: ganaban 1-0. Es, en ese contexto de desesperación, que este River, en apariencia doblegado, cambia el libreto y logra una remontada imposible con dos goles de pelota quieta controversiales. En el primero, el juez no se percata de que el colombiano Santos Borré no cabecea la pelota, sino que la impacta con el brazo para empatar el partido. En el segundo, el del pase a la final, el zaguero Bressan toca el balón con la mano en una acción que pasa inadvertida por todos, menos por el réferi, quien acude al VAR para señalar la pena máxima que devendría en el gol del triunfo.

Es tan extraño este penal que los propios riverplatenses se sorprendieron de la decisión. El árbitro que lo sancionó, el uruguayo Andrés Cunha, es el mismo que en la Copa América Centenario ignoró la evidente mano de Ruidíaz en el tanto con que Perú eliminó a Brasil. Lo insólito es que este señor es precisamente el árbitro designado por la Conmebol para dirigir la segunda final de la Libertadores en Núñez. Inexplicable.

No se trata de dudar irrespetuosamente de la capacidad del soplapitos uruguayo. Cunha es un árbitro correcto y con experiencia internacional, pero dados los antecedentes cercanos, ¿no era mejor designar a otro juez? ¿No estaba Wilmar Roldán disponible? Tras favorecer a River en ‘semis’, aun sin ser su intención, parece un disparate exponerlo a dirigir el partido más caliente del año en todo el mundo. ¿Qué ocurre si existe una jugada dudosa y cobra a favor de River? Los de Boca podrían pensar, suspicaces, que el juez está amañado y que ayuda a sus rivales. Si, por el contrario, sanciona al revés y pita para los xeneizes, los hinchas del ‘millonario’ creerán que es una acción compensatoria para limpiar su imagen por lo sucedido en el partido de semifinales en Porto Alegre. El solo hecho de impartir justicia en este encuentro reviste un grado de dificultad enorme. No se entiende por qué añadirle más fuego a una caldera cuando ya esta hierve por sí sola.

En el plano local, también hay ilustres despropósitos. Con justicia o no, Miguel Santiváñez y Víctor Hugo Carrillo tienen un historial de arbitrajes polémicos dirigiendo a la ‘U’ y Alianza, respectivamente. ¿Por qué insistir en programarlos en los partidos del Descentralizado en que sus trabajos estén en tela de juicio permanente? No se entiende. Alguna vez el juez italiano Pierluigi Collina manifestó que “el fútbol no es un deporte perfecto. No comprendo por qué se pretende que el árbitro lo sea”. Partiendo de esa premisa cabe preguntarse, ¿no sería mejor ya que el réferi y el juego son imperfectos, apoyarse más en la tecnología, restarle presión a los árbitros y hacer todo más transparente?

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