El nerviosismo de un héroe pocas veces se delata cuando viste de corto. A excepción de este domingo que Paolo Guerrero, incluso con la indumentaria sagrada vistiéndolo impecable y glorioso, no pudo evitar el tartamudeo y el corazón agitado mientras agradecía con micrófono en mano a los más de 25.000 hinchas que habían colmado Matute solamente para ser testigos presenciales de un sueño hecho realidad.
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