Los viejos ampayes de Magaly causaban conmoción en los noventa: la tensión entre lo público y lo privado era una novedad televisiva, así como los límites legales de estos espacios en conflicto. Actores y deportistas fueron las principales víctimas de este terreno ganado por los medios, aunque la guerra tuvo una baja dura: la conductora de televisión pagó con prisión lo que la justicia peruana consideró excesos.
A partir de ello, las fronteras estuvieron más o menos delimitadas para los personajes públicos: en la calle, todo; en los cuartos de hotel, nada. Los reportajes sobre infidelidades y salidas nocturnas debían tener hora documentada y estar justificados en la notoriedad de los protagonistas para que el conservadurismo convertido en espectáculo pueda prosperar. Más tarde devino la formalización y el sentido de oportunidad: las vedettes y los deportistas retirados se dieron cuenta de que podían lucrar si accedían voluntariamente a exponer aquello que antes era pillado. Así nace, por ejemplo, “El valor de la verdad”.
Sorprende que Pedro Gallese desconozca esta historia, pues es sobre ella que está construida la (falta de) reputación de muchos de sus colegas. En estos tiempos, la formación de un futbolista de primer nivel debe contemplar la gestión de su imagen pública en tanto repercute directamente en su vida profesional. A días de jugarse las finales del año, el ruido que crea alrededor suyo y de sus compañeros es injustificable. Al reto competitivo se le suma un peso adicional.
El tema se complica si se eleva el tema a la selección. Parte de la sólida conexión que existe entre los dirigidos por Gareca y los hinchas tiene que ver con la disminución de los escandaletes. La percepción de un equipo austero pero justo, espartano en su carácter, ayudó a reconectar e incluso digerir la bulla cuando esta, eventualmente, ocurrió. No creemos que Gallese vaya a caer súbitamente en desgracia y seguro la para de fin de año ayudará al cambio de aire, pero el arquero debe entender que el crédito ganado se gasta, más aún si se desperdicia fuera de las canchas. Cueva es un ejemplo.
Gallese es uno de los mejores arqueros de nuestra historia y tiene seis o siete años más de carrera. Llama la atención, por eso mismo, que en su pico de rendimiento juegue en la liga local y no haya podido consolidarse en una competición de mayor fuste. Ha tenido oportunidades, tiene condiciones técnicas y no le ha faltado vitrina. La gran pregunta, luego, es qué ha fallado para que Boca Juniors discuta si Paolo Guerrero debe ser su delantero centro a los 35 años y no si Pedro Gallese puede discutirle el puesto a Andrada.
El partido ahora es otro: sobrellevar la dificultad familiar, rehacer las prioridades, reconducir la carrera. Cuán capaz sea el ‘1’ de resolver estos asuntos permitirá saber cuánto resentirá a la selección sus problemas. La Eliminatoria está a la vuelta de esquina y Perú necesita un arquero maduro, enfocado y que transmita seguridad.