La filosofía del cuidado del medio ambiente y de la naturaleza que Río 2016 introdujo durante los Juegos Olímpicos fue incentivador y hasta ilusionador. Sin embargo, nada de eso parece haber quedado en sus propios ciudadanos. A seis meses de realizado el evento multidisciplinario, los escenarios que se usaron lucen de la peor manera posible.
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El emblemático estadio Maracaná ha sido saqueado. Los asientos están rotos, los cables sueltos de artefactos que estuvieron pero que fueron robados, soportes de extintores sin los mismos, el gras continúa siendo afectado por los gusanos y ya le cortaron la energía eléctrica porque nadie paga la deuda de un millón de dólares a la compañía de luz.
El Parque Olímpico, el cual alberga dos estadios, un campo de tenis y un velódromo, ha sido cerrado para la comunidad brasileña. Solo lo usaron para llevar a cabo un campeonato de vóley playa y nada más. En Río de Janeiro aseguran que lo único 'bueno' que dejaron los Juegos ha sido el transporte público.
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