A los 16 años, en su clase de educación física le dijeron que debía correr los 100 metros planos y quedó entre los 3 primeros puestos. Ese mismo año la eligieron para representar a su colegio en el inter escolar de Ica y ganó. Fue al nacional de menores en Lima y quedó segunda o tercer lugar -no lo recuerda bien-, pero eso le valió para que la mandaran al sudamericano de Río de Janeiro en Brasil. “Casi gano. La chica de Brasil me ganó por pecho y me llevé la medalla de plata. Después de eso me quise operar”, menciona riéndose. Todo en 6 meses. Era el año 1975 y Ena repentinamente comenzaba a hacer el atletismo parte de su vida.
Estudió un año de farmacia en Perú y luego fue a estudiar a Estados Unidos. Ahí no dejaría de lado el atletismo y gracias a ello obtendría becas para estudiar. En 1984 por primera vez en Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles incluirían la categoría de maratón femenina. Aunque Guevara, por aquellos días, hacia pista y sobresalía en los 5 kilómetros y 1 500 kilómetros decidió inscribirse “me dije quiero competir en la maratón. Tal vez tenga la posibilidad de clasificar y así lo hice. Clasifiqué para representar a Perú”. Tenía 25 años y ya había corrido algunas maratones previas. Fisiológica y mentalmente ya estaba preparada para la histórica competencia.
“Llegué descalza. A 2 millas -aproximadamente 3 kilómetros- tuve que sacarme las zapatillas”. Ena estaba corriendo con unas que estaban demasiado usadas y le estaban dañando los pies. En cada pisada, debido a las zapatillas, llevaba su pie hacia adentro jalándole los tendones “Era muy doloroso. Cuando me las saqué me sentí súper bien. Pero terminé la carrera, aunque cojeando. No me importaba”.
Para la atleta olímpica no es una opción abandonar las carreras y tampoco lo es el dejar de su entrenamiento running. Cuando quedó embarazada continuó su rutina hasta los 8 meses y dice que luego de este lejos de bajar su ritmo comenzó a correr mucho mejor. “El embarazo ayuda porque las hormonas cambian y el sistema muscular y los huesos se fortalecen más”.
Su familia siempre estuvo relacionada al deporte, por eso, estudiar y entrenar nunca fue una limitación. Así logró graduarse como fisióloga deportiva, hizo especialización en terapia ocupacional y recientemente hizo una maestría en fisioterapia deportiva. “Si me hubiera quedado en Perú hubiera sido igual y hasta mucho mejor. Perú ayuda por la altura y además, es hermoso entrenar con ese aire puro de la sierra”. Para Ena todo es cuestión de ponerse metas y en base a ello salir adelante. Actualmente, sigue compitiendo en categoría Máster y a la par trabaja como fisioterapeuta con el cuerpo olímpico y de atletismo de EEUU.