‘Cuando parece que las cosas no pueden ir peor, irán peor’ , reza el primer corolario de la Ley de Chisholm. Y eso es lo que está sucediendo con Venezuela en plena pandemia de COVID-19.
Según estadísticas oficiales, el país llanero registra sólo 11 muertes por causa del temido virus, la cifra más baja de la región junto a las reportadas por Paraguay (11) y Surinam (1).
Se trata, según todo apunta, de cifras difíciles de maquillar por el régimen de Nicolás Maduro.
“Si hubiera gente quejándose del incremento de los casos y hospitales saturados lo habríamos visto en las redes sociales”, opina Gerardo de Cosío, jefe de la oficina de la Organización Panamericana de la Salud.
Lo que estas muestran, por el contrario, son imágenes nunca vistas en Venezuela, de largas colas de vehículos en pos de un poco de gasolina, el único producto al alcance de todos los bolsillos, pero que ahora se ha terminado.
CRISIS DE LA GASOLINA Y EL GAS DOMÉSTICO
“El mundo se pregunta: ¿Qué ocurre con la gasolina en Venezuela? El tema es complicado: no hay refinerías que podamos reiniciar en el corto plazo y dependemos por entero de las importaciones”, explica Antero Alvarado, socio de Gas Energy Latin America (GELA), la única consultora de hidrocarburos que aún subsiste en el país caribeño.
De allí la expectativa generada por los cinco barcos cargueros iraníes que arribaron recientemente a territorio venezolano con un precioso cargamento de 1,5 millones de barriles de gasolina y aditivos.
Una ayuda que Nicolás Maduro ha señalado será “pagada por todos los venezolanos”.
Para ellos, acostumbrados a tener la gasolina más barata y abundante del mundo, este es el golpe más amargo.
En efecto, hasta hace solo unos meses cualquier ciudadano venezolano podía cambiar un simple huevo de corral por 93 millones de litros de gasolina o, lo que es lo mismo, 11 mil cisternas cargadas con dicho combustible.
Ello, gracias a los subsidios generalizados del régimen chavista a los combustibles y derivados del petróleo, que han demostrado ser insostenibles.
“Ahora un litro de gasolina (en el mercado negro venezolano) cuesta US$2 o US$3. Pasamos de tener la gasolina regalada a tener la más costosa del mundo”, señala Alvarado.
EL PLAN PARA GIRAR DE TIMÓN
No sólo eso, el especialista alerta que lo mismo estaría por ocurrir con el gas propano – conocido en Perú como gas licuado – usado por el 90% de los hogares venezolanos.
Y revela que, ante la perspectiva de quedarse sin ambos combustibles, el régimen de Nicolás Maduro estaría pensando seriamente en abandonar el modelo productivo chavista.
Esto significa reestructurar la estatal petrolera PDVSA para devolverla al core petrolero y retirarla de ocupaciones absurdas, como la producción agrícola.
También vender activos en el extranjero, flexibilizar regalías y privatizar las estaciones de servicio y refinerías.
Pero, ¿cómo ha llegado Venezuela al extremo de quedarse sin gasolina y gas doméstico?
“Venezuela tenía una situación humanitaria y económica que ya era calamitosa. Y a ello hay que sumarle las sanciones de Donald Trump y la amenaza del COVID-19”, explica el internacionalista Farid Kahhat.
Si bien es la cereza de la torta, la crisis económica en Venezuela no comenzó en el 2020 con el COVID-19, sino en 2013 y 2014 con la llegada al poder de Nicolás Maduro y la caída del precio del petróleo.
LA MAGNITUD DE LA CRISIS
Las cifras del deterioro de la economía venezolana, recopiladas por GELA, son apabullantes.
Entre 2014 y 2020, la producción diaria de crudo cayó de 3 millones a 1 millón de barriles por día y los ingresos por exportaciones descendieron de US$49,9 mil millones a US$18,2 mil millones.
Del mismo modo, la capacidad de refinación cayó de 3 millones a 0,82 millones de barriles diarios.
Mientras que el consumo de electricidad descendió 40%, esto en los últimos tres años, debido a la falta de mantenimiento de las plantas hidroeléctricas y térmicas.
Como consecuencia, en el 2019 se registraron 2.560 protestas por falta de energía eléctrica, 1.000 por falta de gas doméstico y 1,717 por falta de agua en toda Venezuela, según el Observatorio Venezolano de Conflicto Social (OVCS),
En medio de todo este desastre, el gobierno venezolano siguió una onerosa política de subsidio a los combustibles, que el año pasado generó una inflación de más de 7.000%, la cual ha dolarizado la economía.
“Cuesta creer, pero no hay cómo pagar una cerveza en moneda local. No hay billetes locales. Todo se maneja con dólares”, señala Alvarado.
Y para añadir más leña al fuego, en el 2020 acontece la sanción del gobierno de EE.UU. a la petrolera rusa Rosneft, el único proveedor de gasolina de PDVSA (febrero), y la pandemia del COVID-19 (marzo).
EL FACTOR IRANÍ
En este contexto, el gobierno de Venezuela intenta reactivar sus refinerías de El Palito y Cardón, con ayuda del gobierno iraní (al que se paga 9 toneladas de oro), pero sin éxito.
¿Por qué Nicolás Maduro tuvo que recurrir a otro país para esta operación?
Kahhat resalta que una de las razones es la falta de capital humano, que tiene su origen en la huelga de funcionarios de PDVSA durante la época de Hugo Chávez, a la que este respondió despidiéndolos.
Otra rémora ha sido la dilapidación de las ganancias de PDVSA en el financiamiento de políticas sociales.
“Después de muchos años de baja inversión y falta de mantenimiento, las refinerías de PDVSA procesaron solo 101 mil barriles diarios de crudo y produjeron solo 7 mil barriles diarios de gasolina en marzo, según un documento interno de la petrolera estatal”, añade Alvarado.
¿Qué ocurrirá con Venezuela en el corto y mediano plazo?
EL FUTURO PARA VENEZUELA
Según el especialista de GELA, si bien el gobierno de Maduro tiene la intención de reestructurar el modelo económico o abandonarlo, lo está haciendo muy tarde y en circunstancias adversas por las sanciones de EE.UU.
En su opinión, los cambios solo tendrán un impacto superficial, en tanto Venezuela no resuelva su crisis política y cambie de régimen.
“Cualquier modificación será solo paliativa, porque hay un factor que Maduro no controla, que son las sanciones de EE.UU., las cuales no van a retirarse si Maduro sigue siendo presidente”, apunta Kahhat.
Sin embargo, Alvarado es optimista. Él cree que la liberalización del precio de los combustibles en Venezuela sentará las bases para crear un mercado interno competitivo.
Advierte que los dos partidos, de oposición y gobiernista, coinciden en que hace falta una reapertura del sector hidrocarburos.
“Se viene la venta de activos petroleros, rondas licitatorias, campos maduros que esperan inversión en condiciones competitivas. Es algo que va a venir tarde o temprano”, apunta.
Venezuela, señala, tiene el potencial para aumentar producción en más de 2 millones de barriles diarios, además de 200 TCF de gas que puede monetizar (Perú tiene solo 10,6 TCF).
“El potencial que tiene Venezuela a futuro es muy grande, pero hay que reconstruir y repensarlo todo”, señala.