Finalizamos el 2016. Un año peculiar en todo sus frentes. Sin embargo, uno de sus puntos más saltantes estuvo dado porque, nuevamente, los pronósticos en materia económica de ciertos analistas no se cumplieron y sirvieron de poco o nada para efectos de ejecutar adecuados procesos de planeamiento estratégico. Si para algo sirvieron fue para generar más incertidumbre y desconfianza.
Hacia finales del año pasado algunos analistas llamaban la atención de la opinión pública señalando que si crecíamos, ello con suerte solo iba a estar en alrededor del 2%, mientras que otros abrían la puerta a la posibilidad hasta de un decrecimiento. Los argumentos fueron aquellos que ya suenan trillados: el año electoral, el efecto El Niño, dependemos del cobre, la inversión se desacelera, las brechas en el frente fiscal y externo generan incertidumbre, entre otros.
En contraste, este año lo cerramos con un crecimiento de casi 4%, uno de los más altos de América Latina y el mayor dentro de la Alianza del Pacífico. México, Chile y Colombia, en promedio, no crecerán ni la mitad de lo que alcanzará Perú en el 2016, y es altamente probable que lo mismo ocurra en el 2017.
Aunque el Perú continúa desaprovechando posibilidades de mostrar una performance aun mejor, la presencia de capital chileno, colombiano, mexicano y español es una clara muestra de que no nos está yendo mal. No estamos en el paraíso, pero mucho menos en el infierno, como continúan haciéndonos creer ciertos analistas y políticos poco sensatos. No se han hecho las cosas bien, pero en las circunstancias actuales el Perú crece de manera destacada. Qué economía para más noble.
No obstante el 2017 también será un año complicado, el consenso de los organismos internacionales concluye que nuestra economía crecerá más que en el 2016. En un rango entre 4,1 a 4,8%. No solamente ello, existe hasta la convicción generalizada de que el próximo año, si se mantienen las circunstancias actuales y el frente internacional no se deteriora seriamente, ningún sector de nuestra actividad productiva mostrará, después de años, decrecimiento.
A pesar de que no disponemos de buena infraestructura en apoyo del frente productivo, a pesar de que somos una economía carente de institucionalidad, a pesar de que nuestro Estado denota serias limitaciones y mediocridades. A pesar de todo ello y de no tener políticas de Estado consensuadas y no ejecutar reformas estructurales pendientes, el Perú continuará brillando en la región latinoamericana. Todo un milagro económico.
La verdad es que, a favor de nuestra economía, más han hecho nuestra naturaleza y su riqueza, los fundamentos logrados y, en otros momentos, los precios de los commodities, que lo ejecutado por los hacedores de política económica.
Sin embargo, más allá del 2018 requerimos reemplazar el motor del cobre por el de la infraestructura. Es imprescindible que el proceso de transición a favor del apoyo a la infraestructura sea un hecho el próximo año. Ese es el punto clave que no debe distraer a nuestro Ejecutivo y Legislativo. Lo demás es casi un cuento.