Van solo dos semanas del 2016 y los festejos de Año Nuevo ya han sido reemplazados por las expresiones de temor en los mercados internacionales. “Mínimos” es la expresión de moda: acompaña en las notas periodísticas a los índices de las bolsas, a las monedas de los países productores de commodities y a las materias primas como el cobre y el petróleo.
El peor, el más histórico de los mínimos, sin embargo, le corresponde a un arcano indicador del comercio internacional: el Baltic Dry Index, hoy por debajo del nivel con el que fue creado en la década de los ochenta. Es decir, bajo cero.
El Baltic Dry Index expresa el costo de los fletes marítimos a granel. Por esta modalidad se transporta solo el 20% del comercio mundial, aproximadamente, pero es un 20% que anticipa lo que pasará en el futuro: son los commodities con los que se fabricarán otros bienes.
El mercado de fletes está en una situación de estrés inédita. De un lado, los recientes tiempos gloriosos del comercio internacional llevaron a una expansión de la capacidad que devino en sobreoferta. Del otro, la desaceleración económica de China ha reducido sustancialmente la demanda por el servicio de llevar un commodity de algún país del mundo a las tierras del dragón. Lo mismo que pasa con el petróleo o con el cobre, solo que peor.
De ello escribimos esta semana en varias ocasiones en El Comercio. Pero no fue fácil hacerlo: la ignorancia sobre el Baltic Dry Index en el Perú es tan grande como sorprendente. El indicador le resultaba ajeno a expertos en comercio internacional, a ex autoridades del Mincetur y hasta a empresarios navieros.
Solo un economista español pero con amplio conocimiento del Perú, Ricardo Lago, expresó su preocupación por lo que este indicador nos podría estar diciendo. Por supuesto, la nueva gran crisis que Lago ve venir podría terminar siendo un temor exagerado. Mejor no esperar hasta el 2017 para descubrir qué indicadores pueden servirnos para tratar de anticipar si se vienen tiempos difíciles.