(Foto: El Comercio)
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Inés Temple

Hace algunos meses los organizadores del tuvieron la generosidad de ofrecerme un espacio para hacer una presentación. Pasé muchas horas pensando el tema que tocaría y el mensaje que quería dejar. Al final me arriesgué y compartí tres historias muy personales que me dejaron enseñanzas invalorables. Hoy ante tanta incertidumbre y adversidad, esos aprendizajes me vuelven a resonar con fuerza:

1. Toda situación puede ser vista desde distintas perspectivas. Mirar la realidad desde nuevas o distintas perspectivas cambia profundamente nuestro entendimiento sobre lo que pasó, lo que estamos viviendo y lo que se viene.

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2. A veces estamos tan metidos en nuestro propio desánimo o sufrimiento que solos no podemos ver otras perspectivas: necesitamos que alguien más nos ayude a verlas.

3. Otras veces nos toca ayudar a otras personas a que vean la realidad desde nuevas y distintas perspectivas cuando no pueden hacerlo por sí mismas. Pero, muy importante, siempre debemos hacerlo con cariño, paciencia, empatía e inmensa humanidad. Ver otras perspectivas puede ser también una experiencia inesperadamente difícil para algunos.

"Mirar la realidad desde nuevas o distintas perspectivas cambia profundamente nuestro entendimiento sobre lo que pasó, lo que estamos viviendo y lo que se viene", remarca Inés Temple. (Ilustración: Víctor Aguilar)
"Mirar la realidad desde nuevas o distintas perspectivas cambia profundamente nuestro entendimiento sobre lo que pasó, lo que estamos viviendo y lo que se viene", remarca Inés Temple. (Ilustración: Víctor Aguilar)

4. El cambiar de perspectiva, es decir, el mirar la realidad desde otro ángulo, puede tener un inmenso poder trasformador sobre nuestra actitud. Cuando lo hacemos, ponemos valor a nuestra experiencia, redefinimos nuestros objetivos y focalizamos nuestra atención en el futuro y en las posibilidades que este nos puede traer, nos transformamos.

5. A esa transformación, esa energía movilizadora, ese nuevo brillo que viene del cambio de perspectiva y de actitud, yo la llamo “el poder de rebotar”.

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6. Rebotar es mucho más que ser resiliente o sobrevivir una situación dura o difícil. Tiene que ver con regresar con más bríos que antes. Es volver con más fuerza, ganas y energía para lograr mejores resultados.

7. A veces la vida nos trae nuestra cuota de golpes, desilusiones, pérdidas o crisis como la que estamos viviendo. Las razones por las que nos caemos son muchas y sabemos bien cómo se sienten, cuestan y duelen.

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8. Saber que puedo rebotar –la creencia liberadora que rebotaré– ha contribuido varias veces a generar en mí ese crítico “punto de inflexión de la recuperación” que me ha impulsado a retomar mis metas u objetivos con renovados ánimos. Me ha motivado a levantarme sin importar qué tan dura sentí la caída –o el empujón –.

9. ¿Por qué rebotar funciona? Creo que es porque cuando uno cae, aprende. Se fortalece. Cada dolor enseña. Cada fracaso nos deja lecciones, nos hace madurar. Nos obliga a ordenar prioridades, a definir mejor qué queremos y cómo lo queremos. A pensar en soluciones, a evaluar creativamente opciones y necesidades. Y a sacarnos el equipaje extra que ya no sirve.

10. Las caídas nos preparan para regresar a la batalla mejor equipados, con las ideas más claras y el espíritu fortalecido.

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11. Por eso, a quien está ya en ese punto de inflexión, cuando ya logró ver otras perspectivas de la realidad que lo impulsó a cambiar de actitud y mirar para adelante, siempre le pregunto sonriendo: ¿y ahora que estás listo a rebotar, hasta dónde llegarás esta vez?

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