¿Qué tienen en común Ayacucho, Amazonas, Apurímac, Huaraz, Huancavelica, Pasco y Junín? Que ninguna de ellas tiene una sala de cine. Aunque parezca mentira, a pesar de la importancia que tiene el séptimo arte para el desarrollo de la persona, la educación, la cultura y la economía, todavía existen ciudades en nuestro país que no cuentan con una sala de exhibición de películas.
El cine es una actividad económica que promueve la integración familiar y social, permitiendo momentos de reunión y recreación. Por ello es deseable democratizar el cine, y que toda ciudad cuente con salas de exhibición para el disfrute de su población.
El Ministerio de Cultura ha venido impulsando una ley que permita incrementar el presupuesto para el desarrollo de producciones cinematográficas; es decir, para que se hagan más películas. Sin embargo, cabe preguntarse si esa es realmente la prioridad cuando todavía existen importantes ciudades del país que ni siquiera cuentan con una sala de cine. Promover la producción de películas es una iniciativa loable, pero más necesario aun es promover el desarrollo de la infraestructura necesaria para exhibirlas. ¿De qué sirve hacer películas peruanas si los peruanos no tienen dónde verlas?
Lejos de incentivar la proliferación de salas de cine, que aumenten la competencia y reduzcan los precios, el régimen tributario actual la encarece mediante la imposición de un impuesto municipal, que grava la exhibición de películas con el 10% del valor de las entradas. Esta carga económica, que desde sus inicios se aplicaba a todos los espectáculos públicos no deportivos, ha sido eliminada para fomentar el teatro, la zarzuela, la ópera, el ballet y los conciertos de música, pero se ha mantenido para el cine, generando así una diferenciación absurda, que carece de sentido en la actualidad.
Se han dado incentivos para fomentar incluso las corridas de toros y las carreras de caballos, reduciendo a la mitad los impuestos municipales que gravaban ambos espectáculos. Pero el cine, sin embargo, no ha tenido ningún tipo de promoción.
Solo cincuenta y dos municipalidades del país recaudan este impuesto, que representa en promedio menos del 0,45% de sus ingresos anuales. No obstante su poca importancia para el fisco, se trata de un sobrecosto que afecta seriamente a la industria cinematográfica, y constituye la principal razón por la cual el cine todavía no llega a muchas ciudades del Perú.
A ver si antes de preocuparnos por hacer más películas, nos preocupamos porque más peruanos tengan un lugar donde ver las que ya existen.