Sin duda, debemos crecer inclusivamente. Pero esto no sucederá solo con propuestas solidarias y menos aún con las que así disfrazamos.
Sin duda, debemos crecer inclusivamente. Pero esto no sucederá solo con propuestas solidarias y menos aún con las que así disfrazamos.
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > MARCO RAMON

Más allá de discursos, todo indica que el objetivo de poner la economía en “modo crecer” ha quedado relegado. Es innegable que el escenario internacional no es el mejor, pero eso no es de ahora. Es cierto también que las tensiones políticas no han propiciado el clima ideal de negocios. Pero, sobre todo, el gran problema es que no se han implementado medidas concretas que nos saquen del crecimiento apático; y, más bien, el país se ha decantado por políticas de gasto público con poco fuelle y anuncios que encandilan, pero que despiertan dudas sobre su eficacia y sostenibilidad.

Siendo así, es muy probable que la aguja del contador del PBI para los próximos dos años tienda a moverse hacia el 2% antes que al 3%. Esto no debería sorprender. Es el resultado natural de haber tomado hace tiempo una posición de flotación en cuanto a reformas económicas, dejando que la corriente sea nuestra guía. Mientras tanto, el crepúsculo gubernamental, adelantado en la práctica por dos procesos electorales, deja poco chance para emprender una vuelta de timón. El período de decretos de urgencia, quizá el último tren para tomar alguna acción efectiva, viene siendo un “juego” entre partidas de gasto que no asegura una ejecución exitosa.

Bajo el argumento deseable de crear una sociedad más inclusiva y solidaria, se van planteando medidas como la universalización del Seguro Integral de Salud y una eventual revisión al alza del sueldo mínimo. La primera es, sin duda, un objetivo que nuestros ciudadanos merecen, pero convendría asegurar seriamente los recursos financieros y, en paralelo, abordar una reforma de todo el sistema de salud que termine con las duplicidades, la corrupción y el desperdicio de recursos. Respecto a la segunda, aunque suene maravilloso en las calles, incrementar el salario mínimo sigue perpetuándonos en la informalidad. Pero algo no cuadra. Queremos incluir y, sin embargo, desperdiciamos recursos necesarios adrede. ¿Qué de solidario puede tener ceder a chantajes abusivos de grupos privilegiados y devolverles el pago de tributos? ¿Cómo puede ser inclusivo seguir insistiendo en primar el regionalismo fallido ante el desastre, dejando el avance de la reconstrucción en 15%?

Sin duda, debemos crecer inclusivamente. Pero esto no sucederá solo con propuestas solidarias y menos aún con las que así disfrazamos. Se necesita sobre todo contar con políticas que impulsen la productividad y crecer mínimamente entre 4% y 5%. La evidencia resalta el mayor peso que tiene el crecimiento en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Para redistribuir ingresos sosteniblemente se requiere una economía en dinamismo, lo cual exige trabajar intensamente para convencer a la población sobre la necesidad de implementar la vieja lista de reformas estructurales, hoy enterradas en algún lugar. Cual fábula de “La cigarra y la hormiga”, hacen falta hormigas que trabajen en favor de reformas económicas en lugar de estar echando la culpa de nuestros males solo al escenario internacional y la política. Ya estando casi en el 2020, y mirando al 2021, esperemos que lleguen más hormigas y haya menos cigarras.

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