Coches que se manejan solos y que además evitan accidentes de tránsito. Drones que dejan tus compras cotidianas de alimentos, ropa, tecnología en la puerta de tu casa, o directamente en tu ventana. Celulares que te permiten controlar todos los electrodomésticos de tu casa remotamente y que incluso te sugieren cuándo y cómo usarlos.
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Es probable que hayas visto estas escenas en alguna película, o que las hayas leído en algún artículo sobre los usos cotidianos del llamado Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés), pero la realidad es que todavía estamos lejos de que la revolución tecnológica permee en el día a día de los latinoamericanos.
Es cierto que la innovación y ambición de las Big Tech y de empresas punteras de tecnología hacen que el IoT sea ya una realidad en sectores bien avenidos de los países más desarrollados, y que su empuje hará que estas tecnologías estén disponibles en todos los países en poco tiempo. Pero también es cierto que el Internet de las Cosas requiere de infraestructuras digitales avanzadas que se puedan desplegar masivamente, algo que actualmente es difícil de imaginar en regiones como América Latina.
Por ejemplo, para que los coches automáticos funcionen es imprescindible que calles y carreteras estén equipadas con tecnologías que habiliten una conducción autónoma, eficiente y segura. Y para que un dron pueda entregar una hamburguesa en la ventana de tu casa será necesario que tengas las infraestructuras físicas y digitales necesarias para recibirla de manera segura.
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Esta realidad indica, por un lado, que los países con mejores infraestructuras digitales sacarán más provecho al IoT, tanto para el desarrollo de industrias relacionadas como para el desempeño económico y sus réditos sociales. Y por otro lado, evidencia que la implementación del IoT amenaza con ensanchar las ya de por sí amplias brechas que separan a las economías avanzadas de las regiones en desarrollo.
Un diagnóstico inicial sobre el estado las infraestructuras digitales en América Latina indica que en las tres últimas décadas se ha avanzado significativamente, pero que el ecosistema digital sigue poco preparado para enfrentar los desafíos que plantea el IoT. De hecho, un reciente estudio indica que América Latina invierte en infraestructuras digitales cuatro veces menos que los países de la OCDE, y esto explica en parcialmente el rezago de sus economías digitales. Por eso, buena parte de estas inversiones deberían enfocarse en universalizar la conexión de banda ancha, que tiene como principal enemigo a la insuficiente interconexión entre los diferentes países y a las infraestructuras actuales.
“La región muestra un avance moderado en su digitalización y las brechas con otras regiones del mundo no se han reducido significativamente. De mantenerse el rezago en áreas como la digitalización de los sectores productivos, la innovación para el desarrollo de las industrias digitales, la preparación de la fuerza de trabajo para una economía digital y una baja inversión en infraestructuras digitales de calidad, será difícil una mayor inclusión de la población en los beneficios de la era digital y acelerar la productividad laboral”, dice Mauricio Agudelo, experto en Telecomunicaciones en CAF.
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Estudios de CAF muestran que una mejor infraestructura de interconexión regional permitiría reducir el costo de tránsito internacional en 38%, hecho que implicaría una reducción de hasta un 8,3% en las tarifas reales de banda ancha. Por eso, la institución está impulsando un Hub Digital de interconexión en Panamá que daría a la región la oportunidad de mejorar la experiencia del usuario final, mejorar la conectividad, reducir costos y poder tener una oferta regional que cubra las necesidades de Sudamérica, Centroamérica y México. Adicionalmente, está financiando como la construcción del primer cable submarino entre América Latina y el Asia Pacífico, en lo que será la primera puerta digital del pacífico. Este proyecto también ha recibido el interés de Brasil, Argentina y Ecuador.
La modernización institucional para la economía digital también será crucial en el proceso de evitar que las brechas se disparen. Entre las medidas que las instituciones públicas pueden adoptar están la promoción de políticas públicas que favorezcan la conectividad, la accesibilidad, la seguridad, la confianza, los derechos de los usuarios y la libre competencia en la prestación de servicios digitales.
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Otra de las medidas necesarias, según señala Agudelo, se basa en el “desarrollo de industrias digitales, promoviendo acciones para mejorar y facilitar el acceso a una mayor oferta de bienes, servicios y productos digitales”.
El Internet de las Cosas está llamado a revolucionar a las industrias tradicionales y es probable que modifique sustancialmente los patrones sociales y comerciales que conocemos. América Latina está ante una tendencia que determinará su futuro económico en el medio plazo, y será determinante para integrarse en cadenas globales de valor.
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