"Si fuese una cuestión de principios, debería estar presente en nuestra política exterior en forma permanente, pero es obvio que el Perú no tiene la misma determinación" (Foto: El Comercio)
"Si fuese una cuestión de principios, debería estar presente en nuestra política exterior en forma permanente, pero es obvio que el Perú no tiene la misma determinación" (Foto: El Comercio)

 fue uno de los países más ricos de América Latina durante años. Sus ingresos, provenientes del petróleo, permitieron el desarrollo de una industria mucho más avanzada que la del resto de sus vecinos. El país que bailaba y reía, donde se consumía más whisky per cápita del mundo, donde cualquiera tenía casa, auto, yate y joyas, es hoy un lugar donde nadie quiere vivir, azotado por una dictadura que, sin escrúpulo alguno, asesina, encarcela y condena a su pueblo a la pobreza.

Su gobernante, Nicolás Maduro, cada día más desesperado, demuestra que solo le importa mantenerse en el poder, aun recurriendo a acciones dolosas como la de convocar una Asamblea Constituyente fraudulenta, para redactar una Constitución y perpetuarse sin ningún reparo. Ese es el presidente Maduro que sucedió a Hugo Chávez en el gobierno de Venezuela.

¿Están los venezolanos irremediablemente secuestrados por un gobierno dictatorial o tienen alguna opción democrática? A los peruanos no nos es ajeno este dilema. Hoy, aunque sea desde una democracia todavía frágil, tenemos la suerte de poder mirar objetivamente y jugar un rol relevante respecto a la suerte de Venezuela.

¿Caerá el gobierno de Maduro porque su economía no resiste más? ¿O la lucha por la democracia hará que salga Maduro? Veamos.
Venezuela sigue comerciando con Estados Unidos y con muchos países a los cuales les vende petróleo y sus derivados. Tiene una economía que aún resiste y los norteamericanos se hacen los sordos cuando se trata del comercio con Venezuela.

Los venezolanos de hoy gozaron de ingresos importantes que les permitieron vivir bien hasta hace muy poco, están globalizados, conocen el mundo y ansían contar nuevamente con los recursos económicos que tenían. Asimismo conocen la democracia que se les ha ido quitando desde que Chávez entró al gobierno. A diferencia de los cubanos, los venezolanos saben lo que es vivir en democracia, tener trabajo bien remunerado y acceso a bienes y servicios de calidad. Saben lo que pierden y luchan por ello.

¿Cómo apoyamos a Venezuela? Así como los peruanos migraron a Venezuela, hoy debemos corresponder acogiendo a los venezolanos en el Perú.

El Perú debe oponerse al gobierno de Maduro sin inmiscuirse en asuntos internos, como hace Kuczynski. Romper relaciones serviría de presión, siempre que se haga de manera coordinada con varios países; de otra manera, solo hace vulnerables a los 180.000 peruanos en Venezuela.

La convocatoria de los cancilleres de los países vecinos a Lima es importante, pero deberá generar un acuerdo sólido a favor de los venezolanos; si no, no sirve.

El equilibrio es difícil: ¿cómo castigar al régimen sin perjudicar a la población a la que queremos apoyar? ¿Como ayudar respetando la autonomía venezolana, sin interferir?

El talón de Aquiles de Venezuela es su economía. ¿Nos atreveremos los países democráticos a sacrificar el comercio con Venezuela para presionar a Maduro por recuperar la democracia? Esa es la pregunta.

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