China es sin duda un actor central de la economía mundial. Su PBI representa más del 20% del total. Es también uno de los principales actores en los mercados financieros donde, por ejemplo, es tenedor de cerca del 25% de la deuda emitida por el Tesoro estadounidense. El país además se constituye como el segundo receptor de inversión extranjera directa en el mundo, sólo detrás de los Estados Unidos. Dada estas dimensiones, es claro que un traspié no dejaría al mundo indiferente.
El problema de impagos en que incurrió el desarrollador inmobiliario chino Evergrande, que registraba una deuda de US$ 300 mil millones, generó un serio nerviosismo en los mercados internacionales hace un par de semanas, avivando las sospechas -conocidas hace bastante tiempo- de una potencial burbuja financiera alimentada profusamente por el crecimiento de su mercado de construcción de viviendas y oficinas.
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Aunque los temores iniciales fueron parcialmente contenidos por los esfuerzos de la empresa en recomponerse de los retrasos, mediante acuerdos con sus tenedores de bonos y un plan de desapalancamiento -mientras el Banco Central ha venido interviniendo para calmar a los mercados- la situación sólo parece haber sido un primer conato de algo más grande. Así, lo de Evergrande sería sólo la “punta del iceberg”.
Es cierto que la situación desencadenada forma parte de un escenario propiciado por el gobierno chino que, desde hace algunos años, viene imponiendo mayores regulaciones al mercado con el objetivo de colocar coto al sobre financiamiento de la industria inmobiliaria e ir promoviendo una reducción controlada del sector. Las expectativas hoy son que la situación de Evergrande está bajo el control de las autoridades regulatorias, y en principio existe alguna certeza de que estas intervendrían de ser necesario a través de un salvataje para evitar una mayor escalada. Sin embargo, si algo hemos aprendido de otras crisis financieras globales, es que el “estado de negación” va por delante, minimizándose las primeras señales de alerta.
Así, no hay que perder de vista los canales de transmisión que detonarían una crisis a mayor escala. Una extensión del caso Evergrande hacia otras firmas tendría efectos multiplicadores importantes que podrían incentivar las corridas bancarias y la venta acelerada de bonos. Lo anterior puede terminar profundizándose por una creciente desconfianza sobre el resto de los desarrolladores inmobiliarios, que incrementarían sus políticas de refinanciación con los bancos llevando a mayores dudas sobre el sistema financiero, alimentando un potencial pánico. Si esto finalmente desemboca en la imposibilidad de que las inmobiliarias continúen con su relación con los demandantes de inmuebles, ello derivaría en una fuerte caída en el precio del mercado lo que terminaría redondeando una crisis de gran tamaño.
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Kenneth Rogoff y Yuanchen Yang, en un reciente artículo basado en data reciente y detallada, estiman que el tamaño del sector inmobiliario en China representa el 29% del PBI, el cual supera claramente los picos alcanzados por España e Irlanda, cuyos mercados se encontraban altamente inflados previo a la crisis financiera del 2008. Si este dato no fuera suficiente, los mismos autores muestran una comparativa del ratio del precio de los inmuebles respecto a los ingresos anuales, encontrando que las principales ciudades chinas registran ratios que se aproximan a 50, los cuales triplican los de ciudades como Tokio, Nueva York o San Francisco. ¿Tiene esto sentido?
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Algunos dirán que un mercado inmobiliario boyante puede verse explicado por las excelentes expectativas de expansión a largo plazo que tiene la economía china. Sin embargo, también son bastantes conocidos los inminentes riesgos de mediano plazo que les toca enfrentar en términos de reversión demográfica, productividad decreciente, degradación medioambiental, restricciones de agua y el serio problema de desigualdad social. Las perspectivas de “boom” económico que eran muy claras en el pasado, hoy van desfalleciendo sin duda. Y, siendo este el contexto, países emergentes como el Perú harían bien en ir valorando los efectos de una reversión de un cambio abrupto en este escenario sobre las perspectivas de crecimiento. Gran parte de la actual recuperación descansa en el precio de las materias primas. Un factor positivo que podría desaparecer bastante rápido.
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