En los primeros cinco meses del 2024, más de 1,2 millones de turistas internacionales eligieron al Perú como su destino turístico, posicionándolo como uno de los lugares más atractivos de la región. Este panorama esperanzador coincide con las proyecciones de IATA, que anticipaba que el mercado del transporte aéreo en el país crecería un 135% para el 2037.
Sin embargo, estos resultados, que nos permiten soñar con convertirnos en el hub de la región, se ven opacados ante la falta de articulación en la industria aeronáutica, que está generando serios desafíos que podrían poner en riesgo el turismo y la conectividad del Perú.
Pese a los esfuerzos del sector privado por ofrecer un servicio de calidad, la descoordinación entre las autoridades, operadores aeroportuarios y otras entidades clave ha creado un entorno de incertidumbre que afecta la experiencia de millones de viajeros.
Este desorden se ha manifestado en los numerosos eventos que han ocurrido en el año, desincentivando los viajes debido a las posibles afectaciones en los itinerarios, sobre todo para los turistas extranjeros, que son claves para dinamizar la economía.
Desde el paro en Machu Picchu en enero, originado por la tercerización de la venta de los boletos digitales, hasta la huelga de los controladores aéreos afiliados a Corpac en febrero, que paralizó los aeropuertos del país; la falta de una respuesta coordinada y proactiva ha dejado al sector vulnerable a crisis que podrían ser evitables.
El turismo es un motor económico vital para el Perú y su estabilidad depende, en gran medida, de la capacidad del sector aeronáutico para operar de manera eficiente. Sin embargo, esta se ve comprometida por la falta de la respuesta ante emergencias.
La reciente falla en la pista del aeropuerto Jorge Chávez en junio es otro ejemplo de cómo, ante la falta de un sólido plan de contingencia, tanto pasajeros como aerolíneas se vieron gravemente perjudicados, afectando a más de 10 mil pasajeros en cerca de 215 vuelos cancelados o reprogramados. Eventos como este, así como el reciente paro anunciado por el Sindicato de Migraciones, que afortunadamente pudo ser evitado, dejan en evidencia la fragilidad de nuestra industria frente a la falta de estabilidad.
La desarticulación que hemos visto en el sector aeronáutico impacta en toda la cadena de valor del turismo, desde hoteles y operadores turísticos hasta las comunidades que dependen de los ingresos que genera esta actividad para sostenerse. Es apremiante el desarrollo de estrategias para promover un trabajo coordinado y seguir posicionando al país.
El Perú tiene todo para ser un destino turístico de excelencia. Son los efectos de esta desarticulación los que terminan afectando, en definitiva, la experiencia de muchos turistas. Las grandes inversiones que se están haciendo para potenciar el aeropuerto de Lima, así como la construcción de nuevos terminales aéreos, como los de Cusco, Loreto y Pasco, necesitarán de un fuerte ecosistema estable y resolutivo en donde todos los actores podamos velar por una industria que vuele sin contingencias.