(Unidad de Análisis Económico)
Desde hace cientos de años existe en el mundo un debate sobre cuál es la receta para que los países puedan lograr desarrollarse y alcanzar altos niveles de bienestar. Las ciencias sociales no han logrado un consenso, pero la evidencia sugiere que, entre las diferentes recetas que han seguido los países, existe un ingrediente común: se trata de una bala de plata para lograr el objetivo. Ese denominador común es tener una educación de calidad.
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Tener altos estándares educativos, en particular desde los niveles más básicos, es la única apuesta segura que los países pueden emprender para el largo plazo. Sin embargo, es difícil cuantificar la ganancia como sociedad. Para intentar un primer ejercicio en esa línea, en la Unidad de Análisis Económico de El Comercio replicamos un modelo desarrollado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El propósito es ver cuánto crecimiento se puede obtener si el Perú invirtiera más y mejor en la calidad de la educación básica. Las ganancias se reflejan en una mayor tasa de crecimiento del PBI potencial y, para tener una variable cuantitativa de calidad educativa, utilizamos las pruebas PISA.
El ejercicio deja dos conclusiones muy importantes. La primera es que el crecimiento anual podría ser hasta 2,5 puntos porcentuales más alto; dependiendo de cuánto se mejore la calidad educativa. Lo segundo es una advertencia para los hacedores de políticas: en el mejor escenario, estas reformas comienzan a rendir sus frutos luego de 30 años de haberse implementado.
—Ganancia exponencial—
El modelo de la OCDE considera dos escenarios distintos, pero en ambos se toma el mismo punto de partida: los resultados más actuales de las pruebas PISA.
En el primer escenario, se asume que el Perú mejora sus resultados en dichas evaluaciones en 25 puntos, asumiendo que todos los demás factores que pueden afectar el crecimiento potencial se mantienen constantes. El Perú obtuvo un promedio de 401 puntos en las últimas pruebas PISA, cifra inferior a la de cualquier país de la OCDE (aunque cercana a la de México).
Si suponemos que la reforma se implementa en el 2020, en el 2050 comenzarían a verse los frutos: un aporte de medio punto porcentual al crecimiento del año. A partir del 2060, cuando la reforma ya está ‘cuajada’ se gana un punto adicional.
La proyección, realizada hasta el 2100, revela potentes conclusiones. En un escenario sin reformas, el PBI per cápita sería de US$26.819; cifra ligeramente inferior a la que actualmente ostenta Malasia, y 14,2% superior a la del escenario sin reformas.
El segundo ejercicio es aún más potente para evidenciar lo clave que es la educación básica. Para esto, asumimos que el Perú logra hacer que sus resultados de las pruebas PISA sean iguales a los de Finlandia, que es líder en la OCDE. Esto implica elevar los resultados desde 401 a 550.
Nuevamente, el esfuerzo se cosecha a partir del 2050, pero esta vez se gana 2,5 puntos porcentuales de crecimiento por año de golpe.
La proyección al 2100 revela que, a finales de este siglo, nuestro país alcanzaría un PBI por habitante 3,4 veces superior al que tendría si persiste la inacción. Se lograría un ingreso por persona de US$91.661; una cifra comparable solo con tres países en el mundo actual: Singapur, Luxemburgo y Qatar.
El aporte de la educación es innegable y podría ser un punto de quiebre para el país. Sin embargo, los recursos destinados a educación persisten en un equivalente de alrededor de 2,3% del PBI.
En un momento en que la debilidad del crecimiento hace urgente usar políticas con impacto en el corto plazo, la OCDE recomienda no perder de vista los factores de más largo aliento. Tomar acción ya mismo, en este y muchos otros temas estructurales, podría llevar al Perú a ser un país desarrollado antes de que acabe el siglo.