En el 2010, Wilson Sucaticona pasó de anónimo agricultor de tres hectáreas del valle de Sandia (Puno) a una celebridad entre los mejores productores cafetaleros orgánicos del mundo, luego de recibir el reconocido premio de la Asociación Americana de Cafés Especiales (SCAA).
Por un quintal de su producción de café recibió hasta US$1.000, fue invitado a todo evento público o privado, apareció en diarios y en la TV contando su historia e incluso protagonizó un comercial. En paralelo, el sector vivía su mayor época de bonanza. El 2011 se exportó café por un total de US$1.600 millones. Aunque en menor medida que Sucaticona, los productores tuvieron una rentabilidad nunca antes registrada. Nada hacía presagiar lo que ocurriría un año después.
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Sucaticona fue víctima del éxito. Se compró una camioneta y otros bienes suntuarios, descuidó su campo, demandó a su pueblo un busto con su nombre, y lo último: fue separado de su cooperativa (Cecovasa), debido a que pedía un trato preferencial, como el pago de regalías por la marca Tunki. Hoy, esas tres hectáreas de donde salió ese café con aquella fragancia cítrica y sabor a chocolate, están descuidadas. Sucaticona ha optado por el desarraigo y se ha vuelto comerciante.
El éxito efímero también vino para el resto del sector. La roya, un hongo parásito que hace que el fruto del café caiga antes de su maduración, afectó en el 2012 el 50% de la producción y malogró para siempre 80 mil hectáreas de cafetales. Sus efectos aún persisten y el 2014 las exportaciones cayeron a US$730 millones, menos de la mitad que el 2011. La recuperación se estima será lenta. Y es que, como dice el gerente general de la Junta Nacional de Café, Lorenzo Castillo, la roya desnudó al sector y mostró todos sus problemas, todo aquello que arrastra por años y que se va agudizando: desorganización, informalidad, baja productividad y sin oferta con una calidad homogénea.
COMPETENCIA FEROZ
Este año será igual de difícil para el sector. Si bien se estima que llegaremos a 5 millones de quintales versus los 3,9 millones del 2014, el escenario se ha complicado con el retorno de Colombia a las lides mayores. Los cafetaleros colochos pasaron estos últimos cuatro años por un proceso de renovación del 50% de sus cafetales y eso originó que desabastecieran al mercado mundial en al menos 4 millones de quintales. Ese espacio fue fácilmente dividido estos últimos años entre Perú y Honduras.
Hoy Colombia está de regreso y con una estrategia muy agresiva. Debido a su mayor calidad y, sobre todo, homogénea, el café colombiano recibe un plus de US$15 por quintal, pero ahora ellos lo venderán a un precio estándar para recuperar el mercado.
Otro problema para el Perú es que en el 2014 tuvimos un alto nivel de incumplimiento de contratos con los tostadores internacionales, lo que nos convierte en un país poco fiable. “Se hicieron contratos por adelantado en febrero, cuando el café estaba a US$140. Sin embargo, en la campaña llegó a US$300 y los intermediarios no pudieron comprar a esos precios e incumplieron los pedidos, porque, de lo contrario, iban a perder demasiado”, relata Castillo.
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